Capítulo 11

161 14 7
                                    


((PENELOPE))

No sabía si eran los tragos encima o realmente la situación me estaba abrumando demasiado.
Sentí un hueco en el pecho y al mismo tiempo algo me llenaba. La sangre empezó a hervir dentro de mi, pero la agitación de mi respiración me daba una sensación helada en las manos.
Estaba nerviosa, pero unas pequeñas punzadas me hacían sentir emocionada.
Quería correr hacia él y al mismo tiempo irme de ahí.

—¿Que estás haciendo aquí, Jesse?

—Tú ¿Que estás haciendo aquí? Este es el baño de hombres— dijo él mientras se secaba las manos y me miraba de pies a cabeza con cierta desaprobación.

—El baño de mujeres está muy lleno— las ganas de mis necesidades habían desaparecido. Seguía parada ahí, unos pasos más adelante de la puerta — ¿Acaso has venido a...?

—¿Buscarte?— me interrumpió mientras se arreglaba la camisa viéndose al espejo, se veía tan guapo. Me odiaba a mi misma porque siempre pasaba lo mismo, lo ponía sobre mí. Lo veía existiendo y era como si todo lo que pudo haberme hecho desaparecía —No. Cómo sabes, Marcus se casa y decidió que su despedida de soltero fuera un viaje por un fin de semana.

—Y se supone que Madrid era el único lugar en todo el mundo para celebrarlo.

—Penélope, no necesito tus dramas innecesarios. Además, si realmente hubiese llegado hasta aquí para buscarte, solo date cuenta de lo que hubiese encontrado— me miró con desagrado señalando mi cuerpo de arriba abajo — estás en una discoteca a medio vestir metiéndote en el baño de hombres.

No podía creer lo que estaba saliendo de su boca. Me dolía.

—¿Qué estás insinuando?— mis ojos se cristalizaron, mordí mi labio inferior para retener el llanto que amenazaba con salir. No quería que el me viera llorar, no por él, no de nuevo. Pero no duré mucho tiempo, mis lágrimas corrían con las ganas que yo quería hacerlo y que por débil no pude.

—¡Pareces una mujerzuela, Penélope! Ni bien te dejé y lo primero que haces es irte del país y vestirte como una ramera, siempre odié ese vestido, pero parece que esa es tu verdadera escencia ¿No?.

Respiraba cada vez con más dificultad, el me gritaba cosas que ya no pude entender, tenía mis ojos nublados, mi pecho quemaba.

—No tenemos modales por aquí— escuché su voz luego del sonido de la puerta abriéndose.

—No te metas en lo que no es contigo— dijo Jesse mirándolo desafiante. Yo no había volteado a mirarlo, pero sabía quien era, sabía quien estaba detrás de mi.

—Tienes razón, no es conmigo, pero en mi presencia no voy a permitir las faltas de repuesto hacia una mujer.

Sentí mi tráquea obstruida, el aire no pasaba más por ningún lado.
Retrocedí unos pasos tratando de encontrar la pared, pero choqué con él.
Lleve una mano a mi pecho, mis ojos ardian mientras se nublaban y yo simplemente  me desvanecía.

((PEDRO))

—Has estado callado desde que salimos anoche del bar— dijo la mujer a mi lado mientras pasaba su mano sobre mi espalda tratando de sacarme del trance —¿Me vas a contar algo ahora?.

—No hablo mucho— dije con una sonrisa tratando de que dejara de hacer preguntas.

La miré y noté parte de su curvilíneo cuerpo que estaba a medio cubrir con la sábana de mi cama.
Hace mucho tiempo decidí no involucrarme sentimentalmente con ninguna mujer, tenía mis objetivos claros, esos eran no hablar de mi, no hablar de ellas, ni de mis asuntos personales.

Era solo sexo.

—Vamos Pedro, háblame de ti— susurró la morena en mis labios mientras terminaba de abotonar mi camisa — quiero conocerte un poco.

La callé de un beso y una cogida rápida antes de salir.

Eran las nueve de la mañana y tenía un día con mucho por hacer.
Caminaba por el estacionamiento en dirección a mi auto y noté que de una camioneta bajaba la pasante de la mano de su amigo.
Llevaba la ropa de la noche anterior y un abrigo encima que claramente era de un hombre.
Se la veía algo agitada y caminaba despacio.
Del asiento del chófer bajó su compañero, el británico.

Contemplé por unos segundos la idea acercarme a ellos y saber cómo estaba ella, pero no era de mi incumbencia. O talvez sí.

Los ojos de Penélope se veían cansados a la distancia y lo confirmé una vez cruzamos las miradas.

"¿Dónde había pasado toda la noche?" Pensé.

Me comía la curiosidad de saber quién era ese tipo que la insultaba en el baño, el motivo de su desmayo y por qué sus amigos no me dejaron ayudar.

Llegué a la oficina de Simon una hora antes del arrivo del abogado.
Nos pusimos al tanto con lo que había pasado la noche anterior y un par de cafés.
Estaba evitando pensar de más en el problema legal que teníamos encima, lo evitaba porque no quería abrir esa puerta que había decidido cerrar algún tiempo atrás.

Estaba un poco más ansioso de lo normal, pensaba en todos los posibles escenarios luego de tomar una decisión, pero todo lo que imaginaba terminaba mal.

—¿De verdad nunca te llamó en todo este tiempo?— pregunto Simon algo incrédulo.

—Nunca. Cuando volví de Marruecos, ella simplemente ya no estaba.

Ya no dolía como antes hablar de ella. Pero la incertidumbre de lo que podía pasar me estaba partiendo en dos.

“¿Por qué ahora?” pensé.

Luego de aquel accidente me prometí no volver a tener sentimientos que me vuelvan vulnerable.
Lloré, me quebré y me había costado reponerme.
No iba a permitir que me metieran de nuevo en aquel hoyo del que me costó salir.

—Pedro ¿Pensaste en algún momento buscarla para arreglar todo esto de la forma más pacífica?

—Tú mejor que nadie sabe que lo intenté.

La puerta del despacho sonó un par de veces haciéndonos saber que el abogado estaba listo.
Nos presentamos y entablamos la conversación sobre lo importante.

El pecho me ardía de la furia, pero de un momento a otro sentí dolor. La decepción de una traición se apoderaba de mis ojos.
El líquido ácido de mis entrañas subió por mi garganta y la sangre bombeaba con fuerza.

Me levanté de la silla caminando hacia la enorme ventana apretando los puños con fuerza, tenía ganas de quebrar todo.

—Ella insiste que nunca recibió un centavo por los planos— dijo el abogado lo que causó que me girara abruptamente hacia el caminando con rapidez, pero Simon me detuvo a medio camino.

—Pedro, él solo es el abogado, no es su culpa — dijo éste mientras me ponía un brazo sobre el pecho.

—¡Porque estábamos casados! Me dijo que los planos eran un maldito regalo— escupí con la furia brotando por mis poros.

—Entiendo Señor Pascal, pero lo mejor era haber solucionado esto con el divorcio de inmediato.

—Ella me abandonó y nunca más contesto mis llamadas. Nunca supe de su paradero, cambio de número y ninguno de sus familiares me dió razón de ella.

—Lo siento, Sr Pascal. Tenemos que llegar a un acuerdo con ella y su abogado lo antes posible, más aun si dentro de todo esto está involucrado el menor. Ella está dispuesta a hacer todo esto mediático si no cedemos a lo que pide.

—¿De que menor habla?— preguntó Simon con preocupación.

—Del hijo que tienen el Sr Pascal y su esposa.

La boca se me secó luego de escuchar lo que aquel hombre decía.
Me sentía mareado y el líquido que amenazaba con salir por mi boca minutos antes, salió de golpe y sin avisar.
Mis piernas flaquearon y caí sentado en la silla detrás de mi, mis manos sudaban frío y la falta de aire se hizo presente.

No podía ser posible.




Entre Fogones (Pedro Pascal) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora