Capítulo 12

142 14 1
                                    


((PEDRO))

»El viaje a Marruecos me tenía tan casado.
Lo único que quería era poder llegar a casa y abrazar a Tamsin.
Los últimos meses habían estado turbios en nuestro matrimonio, pero decidí darle su espacio, tal y como me lo había pedido.
Había aprovechado ese tiempo para cerrar negocios en el país vecino, quería expandirme y las buenas noticias compartirlas con ella, mi esposa.

-¡Nena, estoy en casa!- dije entrando a nuestro hogar y viendo el desorden del recibidor - ¿Te enfiestaste sin mi?.

No había respuesta. Solo había silencio y una sensación de vacío.

Llamé su nombre caminando entre cosas rotas y libros en el piso. Nada. No había respuesta.
El pulso se me aceleraba y la respiración disminuía a medida avanzaba por el lugar.
Tiré mis maletas al piso y corrí hacia la habitación y en el silencio del abandono escuché con claridad el quiebre de mi corazón.

Se había ido. Tamsin me había dejado.

La cama estaba perfectamente tendida y una foto de nosotros estaba sobre ésta.
Una foto de nuestra boda con algo escrito por detrás.

"No puedo hacerlo, Perdón."


La espalda me dolía. Había estado en la misma posición las últimas horas en el mismo lugar.
Borracho y sobre el sofá.
Los días se fueron en un sentir eterno, bebiendo y matando mi cabeza pensando en que sería de ella y que sería de mí luego de todo lo que estaba pasando.
La palabra 'hijo' retumbaba mi cabeza cada cinco minutos y los pensamientos me mareaban más que el alcohol que había bebido en los últimos días.

-¡Pedro!- reconocí la voz detrás de la puerta. No contesté llamadas de nadie todo este tiempo y ahí estaba mi amigo al rescate. Me levanté del sofá con pesadez y a torpes pasos llegué hasta la puerta- ¡Abre Pedro! Se que estás ahí, te escucho respirar imbécil.

-Simon...- abrí la puerta y éste la empujó haciéndome chocar contra la pared - no pues, pasa, siéntete como en tu casa.

-Maldita sea Pedro, mírate nada más, mira este lugar.

-Simon, si estuvieras en mi lugar...

-Buscaría soluciones a los problemas y no intentar morir en un estado etílico, eso es lo que haría en tu lugar.

Solté un bufido y me deje caer de nuevo en el sofá. Estaba arrepentido de haber abierto la puerta.

-Pedro, son algunos días que no has ido al restaurante. Los pasantes han puesto una queja en la dirección de pasantías porque has dejado paralizada las prácticas y tus empleados no saben que hacer al respecto con ellos.

-Me importan un culo los malditos pasantes.

-¿Te volviste loco?, ¿Acaso no te basta ya con el escándalo que se está formando con tu esposa y un suepuetso hijo como para que dejes que el nombre del restaurante se vea envuelto en escándalos por tus problemas personales?

-¿Y que más da?- dije desesperado- ya está todo en la mierda.

-No voy a discutir contigo, Pascal. Necesito que te des un baño y pongas tu mejor cara. En dos horas tenemos una reunión con Mauricio y será mejor que puedas convencerlo de que estabas haciendo algo muchísimo mejor que esto, como para haber dejado las pasantías botadas.



Conducía rumbo al restaurante luego de haber solucionado el inconveniente con el director.
Asumí que la razón de "volvió mi esposa y mi hijo" era suficiente para que entendiera que la situación era complicada, que no podía comentarse por ahí y que volvería a retomar las prácticas sin problema.

No me sentía nada bien, de mente ni mucho menos de emociones.
Al momento que entré en la cocina, me tope con los ojos de mis empleados, unos juzgaban, pero los mayores me recibían.

Recordé cuando era uno de ellos.
Un crío de veintetantos, graduado y queriendo comerme el mundo en mi primer trabajo.

Cuando decidí estudiar gastronomía sabía que era más que una simple carrera. Era la pasión hecha profesión.
Mi mamá solía decirme que lo que se hace con amor siempre resulta bien. La extraño.
Ella fue quien me enseñó a cocinar sus recetas, las que tanto disfruté mientras vivió, recetas que llegaron a formar parte del menú de autor de mi restaurante.

Y ahí estaba, parado frente a lo que siempre soñé tener. Había olvidado por un segundo lo bien que me hacía cocinar por simple diversión.
Aquella actividad siempre fue mi terapia.

Caminé hasta el mesón más alejado, les dejé espacio a los demás chefs para que sigan sus actividades y decidí improvisar, preparé algo nuevo, combinando un poco la cultura mediterránea y la de mi añorado Chile.

Mi mente dejo de torturarme por un par de horas.


((PENÉLOPE))

-En serio Lu, estoy mejor.

Luego de algunos días en casa después del incidente en la discoteca, Lucien había decidido que la mejor solución era pasar metido en ésta casi que vigilandome.

No era la primera crisis, ni probablemente la última, pero si primera luego de mucho tiempo.
La que recuerdo como última, fue aquella vez por el cumpleaños de Jesse en casa de sus padres. Cuando llegó un regalo inesperado sorpresa para el cumpleañero y yo decidí recibirlo porque él estaba muy ocupado con sus invitados.
La tarjeta tenía un corazón y en manuscrito "All Yours", el interior de la caja contenía un juego de lencería roja y una foto de una mujer usándola.
Esa noche terminé en el hospital, tal y como un par de noches atrás.

-Me preocupa que te pase algo otra vez- dijo Lucien mirándome detenidamente, a veces su mirada me generaba algo de incomodidad. Era muy... Intensa.

-No me va a pasar nada, fui diagnosticada con asma emocional cuando era niña. He aprendido a vivir con ella, solo que a veces... Pues, las emociones son muy fuertes - dije pasando una mano por el hombro del moreno tratando de hacerle entender que sabía manejarlo - es todo.

-¡Disculpen!- Dass caminó en nuestra dirección y se sentó a mi lado en el sofá - no es que quiera ser aguafiestas, pero necesito conversar algunas cosas con Penn y no me estoy sintiendo en confianza en mi propia casa- soltó sin más creando una sonrisa bastante falsa hacia Lucien.

-No sabía que... Estaba incomodando... Yo, la verdad es que... - éste se levantó del sofá poniendo su mano en el pecho e inclinando un poco la cabeza - lo siento mucho. Pensé que podía estar aquí y ayudar a Penn en cualquier cosa. Mil disculpas.

-Te lo agradezco mucho en serio...

-Darling- me interrumpió mi amigo -Penélope está bien, vive con sus dos besties, si en caso necesitamos tu ayuda, te prometo que te llamo - mi cabeza ladeaba de Lucien a Dass y de Dass a Lucien, se generó cierta tensión y la mirada del moreno era un poco oscura. Acompañe y despedí a Lucien en la puerta, giré hacia el sofá y trate de entender que era lo que había pasado.

-¿Que fue eso?- dije entre risas.

-Penélope ¿El no tiene casa o que?- me sorprendió el tono incómodo en el que Dass me hablaba- se la pasó metido aquí todos los días desde que saliste del hospital. Además, es como raro... Tiene algo en su mirada.

-Aidan dice que me come cuando me ve- reí, pero Dass me miró de reojo sin emitir sonido.

-No lo sé Penn, ese tipo no me da las mejores vibras - Quizás Dass estaba incómodo porque sentía su espacio invadido y lo entendía, pero no era para tanto. Él solo quería ayudar.









Entre Fogones (Pedro Pascal) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora