Capítulo 42

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Las Noches en Madrid

((NARRADOR))


Penélope era inexperta en cuanto a sentir que todo su ser ardiera descomunalmente con alguien, o por alguien. Estaba convencida que Jesse la quería a su manera, pero lo hacía y eso le bastaba. Incluso aunque eso significaba mantener casi apagada la llama de ese deseado fuego.

Pedro, por otro lado, era consciente que a sus años, la típica historia de amor que se vive cuando se es joven, no tiene pies ni cabeza. Simplemente no puede ser.
Creía firmemente que una persona ama y se entrega por completo una sola vez. Que era esa la única llamarada que podía acabar con todo a su paso, un fuego que solo se enciende una sola ocasión. Y esa experiencia ya la había vivido.

Ambas almas sintieron lo imposible cuando se encontraron: una llamarada. Cómo un cerillo al roce de la lija creando la chispa necesaria para avivar un fogón.



Las cosas seguían su rumbo, según las palabras de Pedro. Pero ya sabemos que las palabras mienten, los sentimientos no.

Una persona puede decir que no le gusta el chocolate, pero la delata la tensión de su mandíbula, el parpadeo agitado al tragar la saliva que le causa imaginar el sabor, el suspiro ahogado de recordar la felicidad genuina que le genera con un solo bocado, esa sonrisa lenta que va creciendo a un lado de la boca para terminar en una carcajada y negando todo rotundamente.

Fue lo mismo que delató a Pedro esa noche en su oficina mientras era interrogado por su amigo.

—Quiero entenderte,— Simon dió el último sorbo a su whisky —de verdad.

—Que no pasa nada, hombre.— Pedro se levantó nervioso  de su silla en dirección a la puerta. El restaurante ya había cerrado y él estaba listo para pasar otra noche más en lo que  llamaba "el mejor de los planes". —Ya te lo he dicho.

—Porque estás mintiendo, te conozco.— Tomó el saco del colgador y salió del lugar con su amigo. —Solo no dejes que "las cosas sigan mucho su rumbo".— finalizó usando comillas con sus dedos antes de subir a su auto y marcharse.

Habían pasado seis días desde que Penélope dejó hospital y la rutina nocturna desde ese momento solo cambiaba por dos cosas: el platillo del chef y el color de las flores.

Un hombre enamorado caminaba por los pasillos del supermercado en busca de los ingredientes para preparar la cena. De camino a su destino, paraba en una florería y llevaba un pequeño arreglo de peonías blancas y lirios lavanda.
Estacionaba su auto y a medida subía los pisos en el ascensor, su corazón latía tan intensamente que parecía que éste le gritara.
Tomaba una profunda inhalación, tocaba la puerta y dejaba de respirar. Todas las noches, en ese preciso momento de espera se hacía la misma pregunta: ¿Acaso se puede sentir amor más de una vez?.
Y aunque le costaba admitirlo, sabía la respuesta.
Solo bastaba que la puerta se abriera y ver su rostro.

—Buenas Noches, Penélope.

Pedro volvió a respirar y Penélope sonrió con tanta calidez que sus mejillas se enrojecieron de verlo parado frente a su puerta.

—A este ritmo vas a llenar todo el piso con flores.— Contestó tomando el ramo para disfrutar su aroma.

—Mientras sean tus favoritas y yo siga cuidando de ti, pues llenaría la cuadra entera.

Ella, aún sonriente y con las flores en mano, no se sentía  merecedora de todo lo que aquel hombre hacía por ella. Convencida de que se le pasará en cualquier momento, no pudo evitar pensar, tan solo por unos segundos, en el dolor que le causaría saber que todo eso lo hacía porque él se sentía culpable, era muy poco probable que el la quisiera como ella lo estaba queriendo.

Entre Fogones (Pedro Pascal) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora