Capítulo 20

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((PEDRO))

Golpeé dos veces. No iba a hacerlo una tercera, estaba muy nervioso para insistir. No estaba seguro de lo que hacía  y la voz de Simon retumbaba en mi cabeza recordandome que todo quello era bastante inapropiado.
"Le doblas la edad", "otro escándalo es algo que no necesitas", "hay una regla dentro del programa que debes cumplir" y talvez había algo de razón.
Inhalé fuerte y justo cuando iba a retirarme del lugar, la puerta se abrió un poco dejando ver su rostro con los ojos enrojecidos y sorprendidos. Obviamente no esperaba verme ahí.

Silencio.

—Preparé té — logré decir siendo esa la excusa más estúpida que se me hubiese ocurrido en toda la vida — creo que te hará bien una taza.

—Buenas Noches, pero no veo que lo haya traído.— soltó ella sin más analizandome de arriba a abajo.

—Claro que no Penélope, está en mi departamento.

—¿Quiere que vaya a su departamento a tomar té?

—Si. — dije firme — Solo si deseas, pero te noté desde la terraza, algo... alterada. Además, es un té de hierbas relajantes que podrían ayudarte.

—¿A la media noche?.

Ok, creo que realmente me había pasado. Estaba haciendo el ridículo por comportarme como un culicagado adolescente.

—¿Sabes que?— sacudí la cabeza mientras me llevaba la mano a la altura de mi pecho como si tratara de ocultar la vergüenza —Tienes razón, yo no debí...

—Está bien — ella interrumpió y volví a mirarla con confusión — me pongo algo y salgo enseguida.

Mi corazón dió un vuelco en ese preciso momento, asentí con la cabeza haciéndole saber que la esperaría.
No tardó mucho en salir, se había puesto un suéter bastante grande encima de lo que parecía una pijama conformada por una blusa y un short que dejaba a la vista sus piernas casi por completo, y unas pantuflas.

Una vez en mi pieza, nos dirigimos a la terraza con una taza de té cada uno.
Penélope se sentó en un puff de terciopelo que había junto a un butaca de madera en la que yo tomé lugar.
Ella me miraba en silencio, nerviosa y curiosa. Yo sólo contemplaba su existencia, era una chica muy hermosa, "pero mucho menor a ti" decía la voz en mi cabeza.

—¿Por qué llorabas?— terminé con aquel silencio que no me parecía incómodo, pero me apetecía más escuchar su voz.

—¿El té era una excusa para interrogarme?— respondió divertida con una bonita sonrisa. Le sonreí de vuelta, no lo pude evitar. — ¡Vaya! Una sonrisa.

—Si no me cuentas por tí sola, pues tendré que recurrir a mis métodos de tortura.— dije causando que de su boca saliera una delicada risa que no duró mucho.

—No me gusta hablar de lo que me entristece, Chef.— soltó bajando la cabeza.

—Pedro — me acerqué a ella para alcanzar su mentón y levantar su rostro haciendo que me mire — dime Pedro.— Ella asintió levemente y la tentación por tocar sus labios me invadió.

—Pedro... — dijo suavemente causando que una extraña corriente calentara la sangre que corría por mis venas. Mi nombre saliendo de sus labios fue un deleite para mis oídos.— Hablemos de usted.

—Yo no hablo de mí, Penélope. — sentencié recostando mi espalda al asiento.

—Pues... entonces, no hablemos de ninguno de los dos.

Y así fue.

Las horas se nos consumieron hablando de música, libros, preguntas existenciales y haciéndonos bromas sin sentido.
El color oscuro de la noche había Sido reemplazado por el tenue naranja del amanecer, los primeros rayos del sol se dejaron ver golpeando ligeramente el rostro dormido de Penélope. Se había dejado caer al cansancio hacía dos horas, y si, durante ese tiempo me quedé con ella, la cubrí con una manta y contemplé su sueño.

Entre Fogones (Pedro Pascal) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora