Capítulo 43

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((PEDRO))

—¿Te vas a divorciar?

—Esa siempre fue la idea.

—Ya, pero ahora todo es diferente ¿No crees?.

Aidan no se veía muy convencido mientras le daba sorbitos a su té de menta. Había llegado hasta su casa para saber donde encontrar a Penélope, pero toda la situación parecía un interrogatorio y no podía culparlo.
Si un tipo como yo, con problemas por resolver, llegaba de la nada a confesarle sus sentimientos por su mejor amiga y que estaría dispuesto a cualquier cosa, tampoco le creería.

—Pedro,— se incorporó en el sofá para apoyarse en sus codos sobre sus piernas, como si lo que fuese a decirme no podia escucharlo nadie más —no se como le harás, pero si logras convencerla y la haces pasar un mal rato, te voy a cortar en pedacitos.— Aidan siempre fue un chico amable y divertido, pero en ese momento su voz sonaba tan amenazante que podría decir que me asustó un poco. —Penélope no es una amiga más o una compañera de clase, es mi hermana y si el perro inmundo ese sigue vivo es porque ella mismo me ha impedido que lo mate con mis propias manos.

—No pretendo sacarla de un infierno para llevarla a otro.

—Mas te vale.— El chico se puso de pie, tomó un bolso que descansaba sobre la esquina del largo sofá donde se encontraba y caminó hacia la puerta. Me miró extrañado y habló: —No creas que Penélope vendrá por tí.

Me sentí como un completo estúpido. Tomé lo que quedaba de agua en el vaso que me había ofrecido cuando llegué, agarré mis pertenencias de la mesita de centro y me levanté del asiento siguiendo a Aidan.

Hablar de mis sentimientos con él no me resultó muy difícil, supongo que cuando hay necesidades de por medio todo se suaviza un poco.
Pero ahí estaba yo, parado frente a Penélope esperando una respuesta de su parte, sin contexto alguno.

—Nena, por Dios.— junté mi frente con la suya soltando el aire que contenían mis pulmones en un acto nervioso — Dime algo.

Volví a mirarla directamente a los ojos y de ellos desprendían el asombro, pero sobre todo, la súplica de mi verdad. Y no se la iba a negar.

—Penélope... — con el miedo a flor de piel estaba tentado a no decir nada, pero mirarla a los ojos de aquella forma, me hizo recordar la primera vez que los ví muy de cerca. El día que supe que nunca había visto ojos tan bonitos como los de ella. —Te quiero.— Su rostro seguía sorprendido y su labio inferior temblaba ligeramente. Dios santo, quería besarla. Sostuve su rostro con firmeza y continué: —Sé que talvez no me creas, pero es cierto. Detesto ver y saber cómo te trata ese tipo.

—Oh— interrumpió — O sea, es un juego de egos.

—¡Claro que no!— quité mis manos de su piel, me enojaba que ella pensara que yo era un tipo de esos —Yo no tengo nada que probarle a él.

—¿Entonces a quien?

—A nosotros.

—¿Cuál nosotros?— rió con ironía —¡No hay ningún nosotros!

—¡Ya basta, Penélope!— El enojo hacía acto de presencia entra ella y yo. Nuestras voces empezaban a elevarse y nuestras respiración se volvían más intensas. —¿Por qué tienes que ser tan... Tan...?— Empezaba a frustrarme aquella conversación. Froté mi cara con brusquedad y las palabras acumuladas salieron sin filtros —¡¿Por qué simplemente no te dejas querer?!— dije al borde del grito —Es como si en lo mas profundo de ti, te gusta ser tratada  de la forma tan denigrante en la que él lo hace. Te has vuelto adicta a sus humillaciones que no puedes dejarlo. Está tan por encima de ti, que cualquiera que se te acerque con la intención de hacerte sentir bien no le llega a los talones.

Entre Fogones (Pedro Pascal) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora