Capítulo 38

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((PEDRO))


Me había ignorado casi toda la celebración. Y dolía.
Si no era porque la directora insistía en que me quedase, habría salido de aquel lugar apenas terminaron de entregar los diplomas.
La ví reír, bailar, comer, beber y en todas esas acciones, la Vi feliz. Cómo nunca antes la había visto.

Llevaba un vestido celeste que enmarcaba su figura, el cabello suelto y unos labios apetitosamente rojos. Estaba preciosa. Me tenía hipnotizado viéndola ir de un lado a otro.

Después de varios vasos de whisky y sin tener el más mínimo gesto por parte de Penélope, estaba listo para irme, hasta que se puso de pie y caminó frente a mi en dirección a la salida.

"Mírame", repetía en mi mente como si le mandara señales a la suya.
Y me miró.

Tomé de un solo trago lo que quedaba en mi vaso, y sin decir nada, me levanté de la mesa para ir en la misma dirección que Penélope.

—¡Pedro!— ahora no, carajo. Giré y noté a una de las estudiantes caminando en mi dirección —Perdon, quise decir, Chef Pedro.— Sonreí ante su torpe coqueteo mientras intentaba disimular la ebriedad. —Mi nombre es Nicole, Nicole Herrán. He escuchado mucho de usted y quiero decirle que me encantaría que podamos trabajar juntos.— Posó su mano sobre mi pecho sonriendo muy sugestivamente. Su cercanía me empezaba a fastidiar y la idea de que Penélope se haya ido sin poder hablarle, me hacía enojar poco a poco.

—Es un gusto conocerte, Nicole.— quité su mano de mi cuerpo intentando mirar más allá de la salida intentando encontrar rastro de Penélope —Pero no estamos buscando personal por ahora, así que si me disculpas, debo irme.

—¿Acaso me está rechazando?— preguntó con indignación.

—Y de todas las formas posibles. Lo siento, debo irme.— Di media vuelta y salí del lugar casi corriendo para encontrar el pasillo completamente vacío.

Pensé en llamarla, pero al ver que me evitó durante toda la fiesta, entendí que no era buena idea. Apenas me había mirado cinco segundos y no quería parecer un tanto pesado, así que hice mi camino al baño para refrescarme un poco y poder regresar al hotel.

A medida avanzaba por el pasillo me preguntaba para que exactamente quería ver a Penélope.
¿Acaso quería hablar con ella? No lo sabía.
¿Quería preguntarle algo en específico? No lo sabía.

Esas y mil preguntas más aparecían cuando escuché unos tacones chocar en el piso, haciéndome volver a la realidad.
Me quedé quieto, sin dar un paso más y solamente esperar el choque que sabía que sucedería.

Hablamos muy poco, pues las palabras no eran necesarias y es que lo poco que me dijo, incluso sonaba muy lejano.
El ruido en mi cabeza era producido por el deseo indomable de devorarle la boca, de hacerle saber que moría de ganas por tenerla de nuevo.
Sus ojos se veían más cristalinos que nunca, desprendían total intriga. Sus mejillas levemente enrojecidas y labios rojos hacían contraste con su blanco pecho expuesto en el escote de su vestido, moría de ganas por besar ese pecho.

Pero primero debía empezar por su boca y la besé.

La besé con tanto deseo que su cuerpo quedó acorralado entre el mío y la pared. La besé con tanto deseo, que ninguno de los sueños en los que ella estaba, había experimentado tal magnitud.
Penélope siempre tuvo algo, que aun no lograba descifrar, pero que fácilmente me volvía loco. Me atrapaba como un insecto en una telaraña, solo bastaba una mirada de esos bonitos ojos y me hipnotizaba por completo.
Podía sentir como la chispa que ella mismo apagó cuando dejó Madrid, se volvía a escender al toque de sus labios con los míos, al roce de sus manos en mi nuca.

Entre Fogones (Pedro Pascal) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora