Capítulo 47

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((PEDRO))

Diez de la mañana y aunque beber antes del medio día ya no era mi fuerte, el sabor amargo del alcohol pasó sin problemas.

—No creo que sea buena idea hacer formal lo que sea que tengas con esa chica.

—Penélope.— giré mi cuerpo para mirar a Simon sentado detrás de su escritorio —Esa chica se llama Penélope. Y si me preguntas a mi, no creo que mi vida personal sea de importancia para Tamsin.

—No te lo pregunté, pero si me preguntas a mi— mi amigo se levantó para llegar a mi lado a pie del gran ventanal de su oficina —tu vida personal te está costando ponerle solución a todo ésto.— Finalizó señalando los papeles.

Por alguna razón, mi aún esposa, había decidido cambiar ciertas condiciones acerca del divorcio luego de que se lo pedí esa tarde en su casa.
Podía entender su enojo, hasta cierto punto, pero en mi defensa yo nunca prometí nada basado en amor. No la amaba.
Pero era cierto, que la relación entre nosotros había mejorado bastante para poder llevar la fiesta en paz y darle a Pedrito un hogar.

—Lo del apellido no me parece grave, pero ¿La mitad de todo lo adquirido durante este tiempo?— Simon volvió al escritorio y tomó el sobre amarillo —Desde acciones del restaurante y hasta bienes muebles e inmuebles...— suspiró frustrado frotándose la cara con la mano libre —A simple vista parecería que quiere dejarte limpio.

—Está dolida.

—Es por eso, amigo mío, que no deberías hacer oficial nada con nadie, por ahora. Habla con ella y trata de negociar por tu cuenta.

En medio de la calle, cuando la luz roja del semáforo brillaba, Penélope llamó. Ví como la llamada se perdía en la pantalla repitiéndome a mi mismo que luego me encargaría de ella. Habían pasado tres noches que no dormíamos juntos y apenas la había visto en el restaurante.

Cuando logré estacionarme a un lado de la acera, respiré hondo y recordaba todo lo que había tenido que vivir para llegar hasta donde me encontraba.
Lo duro que trabajé y los largos días tratando de superar un dolor que me adjudique yo mismo, no fueron en vano.
No podía permitir que ella tuviese algo que no le pertenecía.

Toqué la puerta un par de veces hasta que escuché el sonido de unos pasos acercarse.

—¡Papi!— grito mi pequeñito tratando de aguantar la puerta cuando la abrió.

—¡Que fortachón!— coloqué mi pie sosteniendola y me incliné para tomarlo en brazos —No deberías abrir la puerta. ¿Dónde está mamá?

—¡Pedro, te he dicho que no abras la puerta!— gritó la mujer mientras perforaba la escalera con sus tacones —Pedro...— paró en seco una vez llegó al recibidor y me vió de pie en su entrada. —¿Qué... Qué haces aquí?.

—Vine a hablar contigo, — crucé el umbral y cerré la puerta con el niño en mis brazos —traté de llamarte, pero por alguna razón no contestaste.— La recorrí de pies a cabeza y pude notar que estaba muy bien arreglada. Llevaba un vestido ajustado de color rosa pálido que llegaba hasta las rodillas, el cuello de tortuga de la prenda jugaba bien con la coleta alta y las argollas medianas colgando de sus orejas. Los stilettos color marrón combinaba perfectamente con el fino cinturón que se ajustaba a su cintura y a metros de distancia pude percibir aquel perfume caro del que siempre fue fanática, el perfume que solo usaba cuando iba a alguna cita. —¿Vas a salir?.

—Así es.— respondió tomando su bolso y abrigo que permanecía colgados en el perchero del recibidor —Y ya estoy llegando tarde. Pedro, ven a ponerte los zapatos.

—Mami...— lo dejé en el suelo y seguido el pequeño caminó hasta su madre —¿Puedo ir con papi?.

—No tengo problema en llevármelo.— el niño sonrió, pero su madre no.

Entre Fogones (Pedro Pascal) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora