Capítulo 22

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((PENÉLOPE))

Cerré los ojos con fuerza tratando de recordar algo. Nada.
Mi mente era un lienzo en blanco y mi imaginación pintaba los peores escenarios posibles.

Abrí los ojos con lágrimas acumuladas y nublosamenre divisé a Lucien analizandome cuidadosamente.

—¿Estás bien?— cuestionó luego de mi evidente estado.

—¿Por qué no tengo mi ropa puesta?— pregunté de vuelta con las emociones quebrandome la voz.

—Porque está en la lavadora.— dijo el moreno con un tono de obviedad.— Te tiraste un jugo encima cuando llegamos aquí.

Procesaba sus palabras pero seguía sin saber de lo que hablaba. En mis memorias no había jugo ni el camino hasta su departamento.

—Lucien, fuimos al mirador y apenas bebí tres cervezas. ¿Cómo es que pude perder la cabeza solo con eso?

—Pues eso no lo sé.— volvió a extenderme aquel vaso y mi incredulidad lo hizo hablar.— Solo es agua, Penélope.

Sin moverme mucho de dónde me encontraba, extendió mi brazo para alcanzar el líquido. Observé el vaso y su contenido, imaginando que aquel líquido podía tener algo más.
Los malos pensamientos sobre Lucien habían incrementado masivamente en los últimos minutos y aquel agujero se empezaba a formar en la parte superior de mi estómago.
Mi hermana Ariella decía que ahí estaba nuestra intuición y que siempre debíamos escucharle.

—¿Acaso piensas que te he hecho daño, Penélope?— la gruesa voz del moreno me sacó de mis pensamientos haciéndome sentir culpable con aquella pregunta.

—No... es solo que... —coloqué el vaso sobre la mesita de noche bajo la mirada desafiante de quel hombre — el dolor de cabeza me está matando y será mejor que me vaya a casa.

—Bebe agua.— dijo demandante sin siquiera moverse.

—No tengo ganas.— me pellizqué el puente de la nariz sintiendo como lo que era miedo se convertía en molestia—¿Podrías traerme mi ropa, por favor?

—Te dije que está en la lavadora.

—Ok. Tomaré trestada una de tus gabardinas para poder irme.— Di pasos decididos hacia su closet pasando junto a él rogando que no me detuviera y así sucedió.

Una vez cubierta con la prenda, logré divisar mi bolso en un gancho detrás de la puerta. Lo agarré emocionada, como un niño recibiendo su regalo favorito, y me salí de su habitación dejando al moreno detrás.

¿Y si realmente Lucien no había hecho nada malo y todo fue culpa de mi paranoia?

—Penélope, detente. — giré a su llamado antes de girar el pomo de la puerta y salir — ¿Por qué huyes de mi?.

—¿Que dices?— la pregunta me agarró por sorpresa y por ende no sabía que responder. No huía de el precisamente, huía del hecho de no querer decepcionarlo por no entregar lo que el esperaba. El quería acostarse conmigo y yo no podía responder a sus deseos, mi cuerpo no respondía a sus estímulos. No enciende esa llama dentro de mi como sucede con...

—¿El chef, verdad?— soltó sin más, como si leyera la mente. No pude responder, el asombro se había comido mis palabras y mi silencio habló de más.— He visto como lo miras, o más bien, como se miran. Te he visto bajar de su auto, la cercanía que tienen cuando hablan. ¿Es por él que no quieres estar conmigo?.

—No sabes lo que dices Lu— reí nerviosa— ese tipo es mucho mayor a mi, además no podemos involucrarnos con él a más de las pasantías. Ni si quiera está permitido entre practicantes.

—Pero eso no te impidió meterte en su departamento.—dijo éste con desagrado. Sus palabras me congelaron agarrándome por sorpresa, pero despertaron en mí un ligero enojo.

Le hice conocer mi desaprobación ante sus palabras con una mirada firme y me fui del lugar.

¿Cómo me había visto bajarme del auto de Pedro?
¿Cómo sabía que estuve en su departamento?







((PEDRO))

El inesperado encuentro de la mañana no se dió muy bien, según Simon.
La sangre se congeló dentro de mi cuando ví, a mi aún esposa, de pie en mi oficina que ni si quiera pude articular palabra. Todo lo que quise decirle por tanto tiempo se enredó en en alambre de púas que atravesaba mi garganta.
Me lastimaban mis sentimientos hacia ella, su sola presencia dolía. Ni en los más remotos pensamientos imaginé aquel reencuentro de esa manera. Simplemente me había hecho a la idea de no verla jamás.

Le pedí a Simon que lo mejor sería reunirnos en otro lugar y que la sacara de ahí.
Por mi lado, hice mi mayor esfuerzo por mantener la mente ocupada durante el día sin salir de la cocina.

—¿Otro cigarrillo?— cuestionó mi compañero al verme encender el tercero en menos de treinta minutos. Estaba nervioso y no sabía cómo iba  reaccionar una vez que ella llegara.— Relájate un poco, hombre. Quizás puedan hablar como gente adulta y resolver un poco de todo este lío.

—Fumo para eso, Baker.— contesté con una mirada fulminante.

—Bien. ¿Te sirvo otro trago? — me negué sin mirarlo — Mejor. No quisiera que destruyeran mi casa si la cosa se pone violenta.

—No exageres. Nadie se va a poner violento.

—Claro que no, porque yo lo voy a impedir. Aunque pensándolo bien, cuando le pedí que se marchara y que nos reuniéramos mejor aquí, lo tomó muy bien.

—Es lo que me sorprende.

—Quizás si haya vuelto en son de paz.

—Eso no me lo creo. Pero no voy a caer en su juego, la conozco y sé de lo que sería capaz.

—No amigo— dijo entre risas— no la conoces, sino no hubiese pasado lo que pasó.

—Golpe bajo, Baker.

El timbre sonó regresandome al estado de nerviosismo que por unos segundos había desaparecido. El rubio me dió un apretón de hombro para calmarme antes de ir hacia la puerta.

—Veo que me hiciste caso con las sugerencias al remodelar la casa, Baker.

—Olivia, Bienvenida. Pasa.

Y como si de algún villano se tratase, cruzó el umbral de la puerta clavando sus verdes ojos en mí como dagas, al igual que sus altos tacones en el impecable piso de la casa.
No pasó desapercibida, llevaba un vestido negro hasta la rodilla que marcaba su delgada, pero muy bien cuidada figura. Su cabello rubio caía sobre sus hombros haciendo juego con el rojo intenso de sus labios. A pesar de los años, se mantenía muy bien y aún conservaba todos aquellos atributos de los que me enamoré una vez.

Lo había hecho a propósito.

Me di la vuelta caminando hacia el salón dándole la espalda a ambos.

—¿Otra vez sin saludar? — su voz era una mezcla entre calma e ironía. Quizás no había llegado a conocerla por completo, pero estaba seguro de aquel tono. Estaba seguro que había llegado hasta ahí para jugar con mi mente, podía percibirlo, pero no permitirlo.

Giré y caminé sin titubeos hasta donde se encontraba, posicionando una de mis manos en su pequeña cintura atrayendola hacia mi.
Odiaba la sensación que me generaba aquel contacto. El desagrado en toda su expresión.

—Buenas Noches, Tamsin.— dije luego de dejar un beso en su mejilla.

—Pensé que me llamarías Olivia.— comentó perpleja una vez separados nuestros cuerpos.

—No me gusta llamarte como lo hacen los demás ¿Recuerdas?— le guiñé un ojo mientras empecé a caminar notando a Simon igual de confundido que ella.

"Debería ser actor" pensé.

Pero haría lo que fuese necesario para salir vivo de ésta.







Entre Fogones (Pedro Pascal) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora