Capítulo 23

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((PEDRO))

»Me dolían los pies de la misma magnitud que mi cabeza. Unos por el trabajo y la otra de tanto pensar.
Llevaba casi dos horas en casa esperando por Tamsin y no había señales de ella.
No contestaba llamadas y pude notar que no había vuelto desde que salió por la mañana.

Mis ojos ardían al  recordar lo que había encontrado entre las cosas de mi esposa.

Respiré profundamente al escuchar la puerta abrirse y ver su silueta entrar.

—¡Mierda!— soltó en un susto al encender la luz y notar mi presencia en una esquina del recibidor.

—¿Dónde estabas?— traté de sonar calmado.

—Me asustaste.— dijo restando importancia a mi pregunta mientras se sacaba sus tacones.

—Te hice una pregunta.— Me mordía la lengua para evitar soltar mi enojo en gritos. Mi rostro no tenía expresión y sostenía mis lágrimas en una respiración nerviosa, furiosa talvez.

—¿Que traes ahora, Pedro? Me estoy cansando de tu desconfianza...

—¡¿Que dónde carajos estabas?!— grité poniéndome de pie. Estaba perdiendo la poca paciencia que habitaba en mi. La ira fue notoria causando que Tamsin juntara sus cejas en lo que pude deducir, asombro y confusión.

Nunca le había alzado la voz.

—Estaba...— estaba nerviosa, lo pude notar en su pausado hablar.— Estaba en casa de una amiga.

—No mientas... — susurré. Agachando la cabeza, dejé que mis lágrimas tocaran el piso. Mis nudillos estaban blancos de la presión de mis puños al verla alejarse dejándome sólo ahí, como siempre.

—Pedro, estoy harta de esto.

—¿De engañarme?— mi esposa paró en seco a mitad del pasillo— ¿O de que yo lo sepa y tú creas que no? ¿De qué estás harta, Tamsin?— caminé hacia ella haciéndola girar bruscamente. —¡Responde!.

Sus labios no respondían, no había palabras. Sus ojos analizaban cada parte de mi cara y sentía como su mirada quemaba cada parte de ésta.
Todo se me rasgaba por dentro mientras la veía parada frente a mí sin hacer o decir nada.

—Cariño, si estás muy seguro de que te estoy engañando, tendremos que separarnos.— la idea de la separación me acribillaba salvajemente, la amaba demasiado. Deslicé mis manos por sus brazos hasta llegar a sus muñecas y fijé mis ojos en los suyos. Éstos habían cambiado, ya no estaban tan duros como momentos antes, se veían un poco más suaves, tan hermosos como siempre.

—¿Podrías explicarme esto?— saque de mi bolsillo derecho una cadena dorada con un colgante en forma de corazón que llevaba grabado la letra "J".

—Estuviste esculcando entre mis cosas...— me sentí culpable. Quizás teníamos problemas, pero no debí haberlo hecho. Estaba siendo invasivo, irrespetuoso con su privacidad.

—Es que con todo lo que pasa... Yo, la verdad es que...

—Déjalo así, Pedro.— caminó hacia nuestra habitación— Tus celos te están sobrepasando ¿Te das cuenta lo que haces?.

—Solo te estoy pidiendo una explicación, por favor.

—¡Me la dió mi padre!. — cerró la puerta con brusquedad detrás de ella.

La había cagado, de nuevo.





Me detuve unos minutos en la cocina dejando sobre el mesón el sushi que habíamos pedido a domicilio y agarré un vaso para servirme un whisky. Quizás era lo que necesitaba para calmarme, un trago, uno fuerte.

—Sabia que tú pasión es cocinar, pero no sabía que te gustaba pasar metido en la cocina, Pedro.— noté la presencia de Simon a mi lado. Miré a mi al rededor y ví que no estaba Tamsin.— Está en el baño.— terminó.

—Siento que la noche será larga.— dije luego de tomar de mi vaso. Parecía que tragaba un cóctel de emociones que no sabía cómo manejar, en lugar del caro whisky que le regalé a Simon por su cumpleaños.

—Pero parece que puede acabar bien ¿No?— comentó el rubio con una sonrisa burlona.

—¿Que insinúas?.

—Lo obvio. Te recuerdo que estaba presente cuando la saludaste muy... ¿Cómo podría decirlo? Muy... coqueto.

—No digas estupideces, Baker. Tengo que hacerle creer que todo está bien, que no guardo rencores y que podemos solucionar esto.

—Ten cuidado, Pedro.— éste me dió un apretón en el hombro mostrándome su preocupación, no podía negar que yo me sentía igual.— Tamsin está loca y lo sabes, siempre va treinta mil pasos más adelante.

—¿Hablando de mi, Simon?— habló la mujer detrás de nosotros con un tono divertido.

—Es terapéutico. — soltó él sin más, dando miradas en ambas direcciones, la de ella y mía.

—Pensé que ésta noche ibas a preparar algo— dijo la rubia acercándose a mi luego de ver las cajas de sushi en la encimera.

—No estoy trabajando.

—Recuerdo que solías decir que cocinar no era un trabajo para tí.— la miré un poco hacia abajo, Tamsin era una mujer alta y la diferencia no era mucha, por lo que su rostro estaba casi al nivel del mío, muy cerca.

Sus ojos verdes miraron todo mi rostro, como si quisiera leer más allá y no se lo permití.

No le daba expresión alguna, pero mi corazón latía al ritmo de la furia que invadía mi ser.
No había sensación sana o placentera que pudiese sentir estando cerca de ella. Ya no.

Quería salir de ahí, de ese momento, de esa realidad.
Mantuvimos el contacto visual por un momento hasta que sonó mi celular.

Si Dios existía, en ese momento lo quise abrazar.

—Debo contestar.— saqué el celular de mi bolsillo y sin reconocer el número en la pantalla, me alejé y contesté.

La furia que hacía latir mi corazón momentos atrás, se había disipado por una emoción que había olvidado que existía al escuchar aquella voz tan suave.

LLAMADA TELEFÓNICA

*Hola ¿Lo interrumpo?*

*Hola, un poco sí.*

*Oh... lo siento. No debí...*

*Ya llamaste. ¿Estás bien?*

*Si. No pasa nada, no debí llamarlo.*

Me quedé pensando en que había Sido eso. Nunca me había llamado antes y conseguir mi número en la situación que estábamos no era difícil.
Aquella llamada me dejó intranquilo, su voz era suave, pero sonaba afligida.
No la conocía del todo, pero podía asegurar que si no había llorado aún, lo haría luego de colgar.

Imaginarla derramando lágrimas, por el motivo que fuese, me generaba una pequeña ansiedad.
La veía siempre frágil, tan vulnerable.
El vacío en el estómago empezó a formarse y fue cuando me di cuenta que quería saber, necesitaba saber que había pasado y si Penélope estaba bien.

La facilidad de que esa muchacha me desordenaba todo por dentro era algo que aún no podía poner en palabras.

Volví a sentir dentro aquella chispa. 






Entre Fogones (Pedro Pascal) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora