Capítulo 18

168 16 9
                                    

((PENÉLOPE))

Un minuto por reloj había pasado mirándome al espejo. Mis ojos se veían cansados y un poco más deshinchados luego de haber llorado casi toda la noche.

Seguía pensando en Lucien y las ideas tan repentinas que a veces tenía, como la que me acababa de decir.
Me invadía de nuevo el sentido de culpa, ese hueco en el pecho que se convierte en nerviosismo y ganas de querer complacer todo lo que te proponen para no pasar como una pedante y mala persona.

Mojé mi rostro una vez más antes de salir del baño y dirigirme hacia la oficina del chef.
Caminé nerviosa, sabía lo que iba a decirme y temía por lo peor.
Golpeé dudosa la puerta y sin tiempo que esperar, Pedro abrió la puerta como si había estado esperándome detrás de ésta.
Tenía una mirada seria, como siempre.

—¿Cómo está tu dedo?— preguntó mientras caminaba hacia su escritorio—. Siéntate — terminó señalando la silla frente a éste.

—Mejor— contesté mirando mi dedo índice envuelto en un intento improvisado de gasas y la sangre asomándose a través de la misma—no fue un corte profundo.

—Penélope, el director notó tu rendimiento y no quedó tan convencido de... — levanté la mirada unos segundos después que noté su silencio — Así, me gusta que me miren cuando hablo.

Tragué pesado y apenas pude asentir ligeramente sin quitarle los ojos de encima.
Ese tono autoritario me ponía nerviosa y al mismo tiempo me inquietaba.
Se había quitado la filipina negra y llevaba esa Henley blanca sin abotonar dejando ver un poco de su bronceado pecho.

—Mauricio no está muy contento con tu desenvolvimiento en la práctica de hoy.
Llegaste tarde, te cortaste un dedo, repetiste dos veces el mismo plato — enumeraba mis errores con sus dedos y la decepción golpeó mi ser haciendo que baje la cabeza, de nuevo.— ¿Que está pasando? Los días anteriores has tenido más agilidad, más concentración.

—Lo siento, Chef.— dije aún con la cabeza gacha, las lágrimas empezaron a acumularse en mis ojos y no iba a permitirle verme así de nuevo — No volverá a pasar.

Estuve concentrada conteniendo las lágrimas y la respiración para no soltar ningún sonido delator, tanta concentración que no me había percatado en que él se había ubicado frente a mí. Podía ver sus zapatos y el impecable pantalón negro hasta la altura de sus rodillas.

—Mírame, Penélope.— su tono fue un poco más  delicado pero me negué moviendo ligeramente la cabeza.

Las lágrimas ya caían sobre las palmas de mis manos como si intentara agarrarlas y esconderlas. Pedro se agachó quedando de cuclillas frente a mí buscando lo que tanto pedía.

Lo miré con ojos llenos de lágrimas y su semblante dibujó inmediatamente la preocupacion.

—¿Que te está pasando? — insistió.

Sus ojos me hicieron sentir confianza. Quería contarle todo,  pero no debía. Sabía que no debía.

—No quiero echarlo a perder.— solté como si fuera una mentira, pero no lo era... solo estaba omitiendo parte del verdadero motivo de mi llanto. —Postulé para las pasantías y ésta profesión ha Sido mi sueño. Solo no quiero... —el nudo en mi garganta y la voz quebrándose no me dejó terminar.

Y ahí estaba él... Mirándome con empatía, como si entendiera perfectamente de lo que hablaba.

—Solo tienes que concentrarte — contestó al mismo tiempo que tocaba mi mano húmeda por las lágrimas.— Practicar un poco más los cortes con cronómetro y memorizar medidas y cocciones. Ser Chef no es fácil, el punto a favor es que amamos ésto y eso es lo que hace esta carrera un poco más llevadera. Deberías ver la cocina...

—Como terapia. — Interrumpí. El castaño me miró un poco perplejo y asintió.

—Exactamente. Si lo ves como un trabajo, te vas a fastidiar y lo más probable es que tires la toalla antes de tiempo.— Luego de unos segundos mudos, acercó su mano a mi mejilla llevándose en sus dedos lo que quedaba de mis lágrimas — Déjame ayudarte.

Junté mis cejas en un bastante notorio gesto de confusión ladeando la cabeza.

—Si deseas, claro.— Pedro se apresuró a hablar poniéndose de pie y haciendo que yo lo siguiera aún bajo su sutil agarre.— Como se sabe, los lunes no damos atención al público y la mayoría de estos días suelo venir y pasar el rato cocinando, creando platos...

Me detuve a pensar lo que estaba proponiendo y  me solté de sus manos, no quería hacerlo, pero mis manos empezaban a sudar.

—¿Me está pidiendo que tome prácticas particulares con usted?. —Pedro me observó por un momento y pude notar sus deseos de que diera una respuesta rápida y afirmativa a pesar de que lo disimulaba muy bien en aquella mirada seria.
Quería decir que si, pero al mismo tiempo me quería negar. Mi raciocinio se dividía en lo que creía que estaba correcto y en lo que no.— No quiero causar molestias, además, ¿Qué pensarán mis compañeros si...?

—No tienen que enterarse. — ni si quiera me dejó terminar la pregunta y el ya había respondido — Solo quiero ayudarte, tienes potencial y si fallas en la segunda prueba supervisada, ahí termina todo.

Tenía razón. Las pasantías se dividían en cuatro pruebas, una por mes.
La primera parte dependía de las dos primeras y si pasaba aquella, podía continuar con el programa. De lo contrario, al terminar el segundo mes debía volver al instituto, debía volver y esperar a que los directivos me asignen algún lugar dentro de mi país para las próximas prácticas y conseguir el título.

Confiaba en mis capacidades y sabía que podía salir bien en la próxima, pero siendo bastante honesta, habían temas en los que aún fallaba.
Estaba consciente de la trayectoria y profesionalismo de Pedro, sabía que lo que podía aportar era bastante, pero no confiaba en mis impulsos. Todos aquellos que podían despertarse con una simple mirada de él, un acercamiento sugestivo y podía cometer una insensatez.

Una cercanía como la de ese momento.

Nuestros cuerpos estaban muy cerca, tal y como en otras ocasiones. Sus ojos penetraban los míos esperando una respuesta, sentía mis manos arder bajo el roce de sus pulgares. Respiraba a través de mis labios ligeramente abiertos y Pedro dirigía su mirada desde mis ojos hasta mi boca.

Se acercó unos centímetros más a mí, lo suficiente para percibir el tibio aire que salía de su nariz y sentir como éste quemaba cada partícula de cordura dentro de mi mente.

Tenía la boca seca y todo se estaba volviendo tortuoso, desesperante.
Pedro lamió sus labios y ladeó un poco su cabeza hacia la derecha, acciones que mi mente tomó como una señal.

"Penélope, no hagas nada estúpido" me gritaba el cerebro.

"El que tenga miedo a morir, que no nazca" me dije a mi misma ignorando mis pensamientos y dejándome llevar por esa corriente que abrazaba mi cuerpo empujándome a él.

Eliminé la minúscula distancia juntando nuestros labios.

La cerilla a punto de generar chispas...

Entre Fogones (Pedro Pascal) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora