Capítulo 26

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((PENÉLOPE))

La amargura y lo afligida que llegué a sentirme por la tarde y la noche, dejó de existir después de ese beso.

No lograba entender porque Pedro si quiera llegó a pensar que lo detendría. Ni si quiera lograba entender como sentí un revoloteo por dentro ante sus labios sobre los míos, y por primera vez, luego de todo lo que habia sucedido con Jesse y Lucien, mi cuerpo pedía más. Más de lo que fuese que el quisiera hacer o dar.

—Nunca dije que se detenga.

Pedro me miró con esos ojos cafés que tantas veces me analizaron de cerca. Y apresar de la distancia que había tomado, su mirada me hacía estremecer.

Sus ojos eran fuego.

—A la mierda.— gruñó apenas audible. Se lanzó sobre mí, causando que retrocediera unos pasos y chocara con la puerta de cristal. Agarró mi nuca con ambas manos y estampó un necesitado beso sobre mi boca.

Nuestros labios se encontraban a la perfección, y sin esperar más, sentí su lengua abrir paso a un beso más húmedo y sonoro. Mi lengua tocó la suya y mis manos se dieron lugar en su espalda baja atrayendo su cuerpo más a mí.

Pedro encorvó su espalda tocando mis piernas, y sin dejar de besarme, me levantó desde las nalgas colocándome en su cadera dejando mi culo expuesto.

—¿No llevas ropa interior?— detuvo el beso para mirarme con asombro.

—Duermo sin ella— contesté algo avergonzada— es malo para la salud.

—Mierda, Penélope.— susurró sobre mis labios volviéndome a besar.

Todo en mi interior no dejaba de arder ante su caliente tacto y se sentía muy bien.
Pude notar el prominente bulto bajo su pantalón de tela y de tan solo imaginarlo dentro de mí, esa llamarada que quemaba en mi ser, se avivaba más.

Giró conmigo trepada en él para luego sentar mi cuerpo sobre la mesa de la terraza, mesa en la que hacía unos momentos tomábamos el té.
"Si Aidan se entera de ésto no dudaría en matarme" pensé, y en el peor de los casos moriría feliz.

Una de sus grandes manos subió por debajo de la tela de mi pijama apretando suavemente la piel de mi cintura, y mi cuerpo respondió sin mi permiso en un sonoro gemido.
Cortó el beso una vez más llevándose la mano libre a la boca para introducir dos dedos.
Y mirándome fijamente los lamió para luego posarlos sobre mi clítoris sin hacer movimientos. Era una tortura.

—Si hubiese sabido que estabas tan mojada, no habría lamido mis dedos— habló con una voz más grave de lo habitual logrando que sus palabras me sonrojaran. Empezó a mover sus dedos de forma circular, haciéndome jadear a boca y ojos cerrados. —Mírame, Penélope. Abre esos bonitos ojos y mírame mientras te toco.

Obedecí a sus palabras luchando para no cerrarlos y contemplaba la lujuria desbordando de sus ojos.
Introdujo con facilidad aquellos dos dedos en mi empapado coño para continuar con la tarea.
Entraba y salia a una velocidad moderada, pero las sensaciones que me abordaban se estaban saliendo de control.
Mi cuerpo empezaba a derretirse, por lo que intenté apoyarme sobre mis codos, pero Pedro lo impidió reincorporando mi cuerpo a la posición inicial, sosteniendome desde la espalda y moviendo sus dedos con más rapidez. El arco que éstos hacían dentro de mí, me tenían al borde del precipicio.

Susurraba su nombre entre gemidos. Éste alzaba las cejas esperando que dijera algo más, pero me lo estaba poniendo difícil. No podía articular palabra alguna.

—Estás por llegar ¿No es así?— apenas pude responder con un movimiento de cabeza — ¿Puedes aguantarlo un poco más?— negué — Entonces córrete en mis dedos.

Entre Fogones (Pedro Pascal) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora