Capítulo 27

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((PENÉLOPE))

Habían pasado varios días de aquel encuentro con Pedro, de la ofuscada discusión con Aidan y de lo que no recordaba con Lucien.

En en el restaurante, Pedro me ignoraba y apenas cruzamos miradas. En casa, Aidan y yo solo coincidíamos a la hora de comer porque Dass insistía y a Lucien lo evitaba hasta por el teléfono.

Empezaba a sentirme incómoda, sola, vacía. Extrañaba mi hogar o lo que sea que era lo que tenía antes de llegar a Madrid.
Echaba mucho de menos a mi hermana, siempre fuimos tan unidas que me costaba aún asimilar lo lejos que estábamos y lo imposible que me resultaba a esa hora salir en el auto a buscarla, pasear por la ciudad y cantar en al auto a todo pulmón.
Decidí marcarla en una videollamada y como era de esperarse, contestó enseguida.

-¡Penn, justo estaba pensando en ti!- gritó emocionada al instante.

-¿Y por qué no me llamaste?- fingí enojo.

-Porque sabía que llamarías, telepatía.- Hablar con ella siempre me hacía sentir mejor. Veía en Ariella mis años adolescentes y como hubiese querido ser de fuerte como ella a esa edad. Verla a traves de la pantalla me ponía nostálgica, la extrañaba demasiado y con eso mis ojos empezaron a arder.-¿Ya vas a llorar?

-Ugh, Ariella. ¿Por qué tienes que ser tan insensible?- me sequé las pequeñas lágrimas que sin aviso se regaron.

-Porque el mundo no es para los débiles. ¿Cómo estás? ¿Ya te cogiste a algún madrileño?

-¿Qué?- como siempre tan imprudente -No digas sandeces.

-No me digas que aún piensas en el energúmeno ese.

-Claro que no, pero lo he visto.

-¿Te has vuelto loca?- gritó.

-No de la forma que crees. Y no me cogí a un madrileño, pero si un chileno.

-Ok, esto está mejor que cualquier cosa en Netflix.

Luego de hablar por lo menos dos horas, entre risas y lágrimas, contándonos detalles de mis días y de los suyos, colgamos.

Salí a depositar la basura al vertedero de nuestro piso y al regresar a mi pieza, me detuve por unos segundos sintiendo como si mis órganos se los tragaba una fuerza desconocida dejándome un agujero por dentro.

Era una muy curvilínea rubia que salía del departamento de Pedro. Aunque solo hablaban, la escena me hacía sentir náuseas.
Era claro que entre nosotros no había nada.
El era un chef del que tomaba clases y ya. Un vecino que no soportaba por su arrogancia y ya. Me parecía muy atractivo y cogimos una vez, y ya. Pero por razones que mi mente ni mi cuerpo entendían, aquella situación me hizo sentir celos.

Caminé hacia mi puerta a pasos cortos, pero acelerados, intentando pasar desapercibida y fallando en el intento.
Ambos miraron en mi dirección y entré luego de mirarlos rápidamente una vez más, notando que Pedro llevaba la camisa sin abotonar y las manos de aquella mujer posaban sobre su pecho descubierto.

Una vez dentro de mi pieza, corrí hacia mi habitación tirando mi cuerpo sobre la cama, haciendo mi mayor esfuerzo para calmar mi respiración.
Experimentaba la clásica sensación de traición, me sentía como una novia engañada, pero esta vez no era asi.

Yo no era su novia.


»Me sentía mareada y un pitido en los oídos martilló mi cabeza.
A pesar de que mis ojos acumulaban lágrimas haciendo mi visión nublosa, lograba entender con claridad lo que estaba presenciando desde la puerta del ascensor que daba con el gran piso de paredes cristalizadas.

Entre Fogones (Pedro Pascal) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora