Capítulo 5

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((PENÉLOPE))

No podía moverme. Apenas pude abrir los ojos y la luz del día me penetraba la cabeza como si de púas se trataba.
Mire mi celular y era casi medio día, como pude me levanté al baño y Vi mi reflejo en el espejo. Cristo amado, me veía del asco.
Despeinada, maquillaje algo corrido y hasta la baba pegada a mi cachete, era un completo desastre.

Luego de una larga ducha fría y un par de pastillas para el hígado, salí a preparar algo de café.
Al llegar a la cocina mire la puerta de entrada y me llegó una imagen de la noche anterior.
¡Mierda! El vecino, el escándalo y la queja.

Dass apareció en la cocina para agarrar algo de agua, nos miramos decepcionados el uno del otro.

- ¿Aidan está vivo? -- pregunté algo burlona.

- Modo Zombie ¿Tu que tal estás?.

- Pidiendo perdón a la vida. -- conteste con todo mi interior revolviendose.

- Por un momento pensé que meterias al vecino a tu habitación. -- agregó Dass.

- ¿Y por qué tendría que haberlo hecho? - pregunté más confundida que al principio.

- Tensión sexual, hija. No estaba tan ebrio para ver cómo se miraron.

- Estás delirando. Es más, ahora que lo mencionas, estamos en problemas. Dijo que presentaría una queja a la administración del edificio para que nos boten de aquí. -- recordé textualmente sus palabras.

- ¡Ay pero que viejo más amargado! No es para tanto, mejor salgamos a desayunar -- terminó dejándome ahí parada.

La mañana pasó sin tanto preámbulo.
Decidimos caminar y conocer la ciudad un poco, así quitabamos un poco la resaca.

Madrid era preciosa. Una ciudad bastante intrigante y llena de arte. Museos por aquí, galerías por allá, auditorios y teatros por doquier.
Lugares bastante arquitectónicos y plazas muy bonitas con músicos callejeros era lo que tenía para guardar en la galería de mi celular.

De regreso a casa paramos en un market, debíamos hacer compras de comida, uso personal y demás.

En la fila para pagar, me percaté de una cara conocida que figuraba la portada de una revista de 'Personas Influyentes'.

La foto era en blanco y negro, pero eso no le quitaba mérito, se veía jodidamente sexy.
Estaba cruzado de brazos y su mirada me decía que era el dueño del puto mundo, podía ser mi dueño si es que no fuese tan amargado.

-- Niña, muevete. -- me despertó una señora de avanzada edad en un leve empujón.
Salí corriendo detrás de mis amigos que iban riéndose de mi.

-- Tienes que salir con babero. -- comentó entre risas Dass.

-- ¿No tuviste revistas cuando eras adolescente? -- continuó Aidan.

-- No es eso -- me sentía avergonzada-- ¿Vieron quien estaba en la portada como persona influeyente?

-- Ni idea, pero de seguro estaba bien bueno el señor porque le hiciste el amor a esa revista. -- ambos rieron.

Deje de hablar del tema, pero me quedé con la imagen en mi cabeza.
Habían dos opciones, realmente el tipo estaba demasiado bueno que me despertaba tantas sensaciones o era mi falta de sexo que me hacía delirar.

Habían dos opciones, realmente el tipo estaba demasiado bueno que me despertaba tantas sensaciones o era mi falta de sexo que me hacía delirar

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-- ¡Maldición! - expresó Aidan frente a la puerta del departamento.

-- ¿Que sucede? - preguntamos al unísomo Dass y yo.

-- No encuentro mis llaves, abran ustedes -- nos miramos entre todos. -- ¿Que pasa? ¿Tampoco llevan sus llaves?.

-- Baby, no traje las mías porque pensé que tú tenías las tuyas -- contestó Dass lanzandome una mirada esperanzadora.

-- O sea, yo no traje las mías pensando que ustedes traían las suyas -- me excusé tontamente porque siempre fui número uno en olvidar las llaves.

-- Honestamente, no se ni por qué te pregunto a ti por tus llaves cuando sé perfectamente que nunca las llevas -- dijo impaciente Aidan mientras se frotaba la sien -- baja a administración y pide una copia, por favor.

Y eso hice, sin refutar.

Llegué al mezanine del edificio, pero el encargado de llaves había salido un momento, así que me senté a esperar.

Habían pasado algunos minutos y empezaba a inquietarme así que decidi caminar hacia la entrada para preguntarle al portero por alguna otra forma de poder entrar a nuestro departamento, pero no llegue a tal acción luego de que la puerta principal se abriera dándome un estrellón en la frente. Caí estrepitosamente de nalgas al piso.

-- ¡Fuck! ¡Lo siento! No te Vi de salida, perdón -- escuché una voz bastante arrepentida y avergonzada.

Mantuve mis ojos cerrados fuertemente y lleve mi mano izquierda hacia el golpe como si ello aliviaría el dolor.
Inmediatamente sentí una mano sobre la mía.

-- Déjame ayudarte por favor, déjame ver si te lastime gravemente -- que agradable tono, su voz estaba más grave, pero más dulce a la vez.

Saque mi mano de mi frente y acto seguido abrí los ojos.

Olvide todo dolor y cualquier otra cosa al segundo que ví esos ojos marrones examinando muy de cerca mi cara.

Volvía la tensión.

Entre Fogones (Pedro Pascal) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora