Capítulo 41

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((PENÉLOPE))



El cielo se pintaba de tonos violeta y naranja, dejando saber a aquel que lo mire, que la noche estaba llegando.
Había estado sentada en una banca del parque por casi una hora.
La última vez estaba sentada en la misma banca cuestionando los sentimientos de Jesse hacia mi, preguntándome una y otra vez si mis sueños valían menos que el, justo antes de ir a Madrid.
Meses después estaba en el mismo lugar cuestionando mis sentimientos hacia Jesse, preguntándome si era lo suficientemente valiente para poner mis sueños sobre él.

Las palabras de mis mejores amigos se repetían sin remordimiento en mi mente. Era como una lección a tortura.

Mi celular vibró en el bolsillo notificando un mensaje, pero no leí, asumí que era Jesse dándome alguna excusa barata del por qué no había contestado mis llamadas unas horas antes.
El regreso a casa paso desapercibido. Caminé cuadras pensando en mil maneras de terminar aquello que me obligaba a mirar como una relación, sin que la otra parte enloqueciera.

Dejé las llaves y mi celular sobre el modular del recibidor. Me acerqué al tocadiscos que se encontraba a un costado de la sala y sin dudarlo, coloqué el vinilo de Etta James que me había regalado el papá de Aidan dos cumpleaños atras. Y una vez más, aprovecharía la ausencia de Jesse para ser feliz.
Quería despejar la mente de todo aquello que me mantenía fuera de esta tierra, y una vez en la cocina del departamento, me dejé llevar a lo que mejor sabía hacer... Cocinar.

Tomé los camarones del refrigerador que había dejado previamente marinando, me serví un vaso de Brandy y con el primer sorbo descarté la idea que estaba por preparar.
El menú de ANCESTROS, tenía un platillo de autor conformado de pulpo y ostras en salsa de Brandy. Revisé una vez más los ingredientes disponibles y me dispuse a hacer una práctica de lo aprendido.

"Los camarones sobrecocidos saben a mierda", "Penélope, no pierdas de vista los camarones". Recordaba cada palabra dicha y es que una cosa llevaba a la otra. Un día de cocina supervisada, en presencia del director, Pedro rompió el protocolo haciéndome una advertencia y si no hubiese Sido por él hablando por detrás de mí, fácilmente habría presentado unos camarones con sabor a mierda en salsa picante de calabaza.

Unos cuantos golpes en la puerta reventaron la burbuja en la que me encontraba.

—¡Un momento!— grité desde la cocina apagando la estufa y limpiando mis manos en el delantal que llevaba puesto, pero los golpes sonaron de nuevo —¡Voy!— grité más fuerte en caso de haber Sido opacada por el volumen de la música.

Corrí hasta la puerta, observé por la mirilla y ahí estaba Aidan. Abrí la puerta y me giré para volver a la cocina.

—¡Justo a tiempo, honey! Estaba cocinando.— hablé sin mirarlo.

—Honey, no he venido solo.

—No te preocupes,— le resté importancia a sus palabras mientras tomaba otro plato —hice suficiente que alcanza  para Dass también.

—Buenas Noches, Penélope.

Miré en dirección de la puerta y ahí estaba el dueño de tan imponente voz, ahi estaba Pedro parado en el departamento donde vivía con mi prometido. Porque sí, una vez que volví de Madrid, Jesse y yo retomamos el compromiso.

—¿Que haces aquí?— pregunté sacándome el delantal. Caminé hasta el tocadiscos y lo apagué para luego acercarme. Se miraron entre ellos, pero no emitieron palabras. —¿Podrían, cualquiera de los dos, decirme que está pasando?.

—Pedro necesita decirte algunas cosas e intentó llamarte, pero no sabía que habías cambiado de número al volver de Madrid así que...

—Se te ocurrió traerlo aquí.— Interrumpí enojada. Entendía perfectamente como me sentía en aquel momento. Me molestaba el hecho de que Pedro creyera que yo podía ser una más de su lista. Me molestaba que Aidan lo haya llevado a casa y ni si quiera consultarlo. Me molestaba que Pedro haya tenido el descaro de aceptar haber ido.

Entre Fogones (Pedro Pascal) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora