Capítulo 14

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((PENÉLOPE))

El dolor en la nuca me decía que llevaba algún tiempo sin moverme, con la frente hacia arriba de forma exagerada mirándolo con la mano extendida.

—Te estás mojando — fruncí el ceño ante su descarada afirmación, pues si, creo que eso era lo que sentía debajo de la pelvis después de verlo trotar en cámara lenta — Penélope, levántate. Las regaderas se activaron.

Maldije en mi mente y acepté su mano, mientras mis mejillas ardían despues de que fuese muy notorio para ambos que lo que dijo fue tomado de otra forma por mi mente tan... Tan confundida.
Nos movimos a pasos presurosos hacia la acera del parque fuera del césped y sus regaderas, miré mi ropa y estaban empapada al igual que las de él.

—Quedé hecha un desastre.

—No te voy a contradecir— lo mire ofendida y el tenía una mirada que pintaban a la burla — Te llevo a casa, si caminas así te puedes enfermar.

—¿Quien dijo que iba a caminar? Puedo tomar un taxi.

—Ningun taxi va a llevar a alguien que destile agua. No seas terca, vivimos en el mismo edificio.

Acepté sin más opciones, de todas formas tenía razón. Nadie me iba a llevar así y lo que menos necesitaba era algún germen haciendo de las suyas en mi cuerpo poco funcional.
El camino a casa fue en plena ausencia de conversación, solo nos acompañaba, a volumen moderado, la canción que iba en el radio "Killing Time" de Loveless.
Giré muy disimulada a verlo en un par de ocasiones y noté como su cabello húmedo desprendía pequeñas gotas que rodaban por su frente y otras caían directamente sobre su nariz.
Las luces de la ciudad rodaban sobre su piel cambiando de color a medida avanzabamos. Sin duda alguna era muy atractivo, pero no entendía como podía ser tan arrogante o si es que quizás eso, eso que tanto detestaba de él, era su sexappeal.

Una vez llegado al estacionamiento agradecí y me baje de su auto casi corriendo para llegar al ascensor que se encontraba ya con la puerta abierta listo para subir.
No entendía de dónde nacía una extraña y muy inocente vergüenza de todo lo sucedido; desde su mano extendida en el parque, la situación de vernos mojados, por más insignificante que ésta pudiese parecer, me hacía sentir extraña.

Me revisé los bolsillos de los jeans y de nuevo, sin llaves había salido. Maldita seas Penélope, me repetí.
Mi teléfono había muerto en el camino y no podía llamar a alguno de mis amigos, así que solo me quedó tocar la puerta.
Luego de 3 intentos, me resigné a que los novios habían entrado en coma de sueño, como siempre, y tendría que pasar la noche en el pasillo.

—Puedo facilitarte una toalla y algo de ropa seca— Pedro me habló desde su puerta. No sabía cuánto tiempo me vió luchar contra mi estupidez de no llevar conmigo las llaves de mi pieza.

—Voy a estar bien, en algún momento me abrirán.

—¿Y si no?

—¿Y si si?

—Penélope, solo entra y sécate un poco. Ya luego si quieres puedes pasar la noche en el pasillo.— Dudé por unos segundos, y es que me moría del frío y en el fondo sabía perfectamente que no me abrirían.

—Solo porque tengo frío — dije caminando hacia él y entrando por la puerta que estaba lista para dejarme pasar.

Su departamento era igual al que yo habitaba, tanto en proporciones y ubicación, pero evidentemente con una decoración más costosa.
Vinilos, tocadiscos, libros y acabados finos de mueblería.

Entre Fogones (Pedro Pascal) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora