Capítulo 10

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Jungkook

Ser follado por Donghae era una cosa, pero que los demás decidieran que él era una presa fácil era diferente, Jungkook les recordó exactamente cómo lidiaba con los dragones que olvidaban su lugar. Podría haber sido la perra de Donghae, pero seguía siendo el príncipe amatista. Por supuesto, matar a un bronce solo era un berrinche a los ojos de Donghae. El líder de los bronce se entusiasmaba con el asesinato y al ver a los suyos muertos, o con cualquier otra cosa violenta y demente que presenciara. Si Jungkook no actuaba, los exiguos lo joderían. Pero cuando actuaba, Donghae lo follaba.

El ensangrentado y odioso sabor aceitoso del líder se había arraigado firmemente en la garganta de Jungkook. No podía moverse por sentirlo cerca, eso lo asfixiaba. El bronce estaba en todas partes, dentro de la cabeza de Jungkook, en sus pensamientos, en su cuerpo. Sabía que lo que le esperaba era malo, pero la realidad de ello era una maldita pesadilla interminable. Cuando Donghae se iba, los demás se acercaban, esperando a que se manifestara una debilidad, a que Jungkook bajara la cabeza y dejara que lo poseyeran. Nunca podía descansar. Día y noche, resistía, hasta que todo se desdibujó en un largo y odioso sueño salpicado por las duras palabras de su madre:

Crees que conoces el salvajismo. No tienes ni idea.

La perra había estado en lo correcto.

Nunca se había rendido, nunca había dejado que nada lo venciera. Había sobrevivido a Hakiru, había sobrevivido a los intentos de asesinato, había sobrevivido a todo lo que podían hacer los amatistas, pero incluso lo peor no se comparaba con esto. Ahora no podía ceder ante Donghae. Sin embargo, la lucha por su cuerpo era interminable y ¿la lucha que estaba en su cabeza? Esa pelea que temía estar perdiendo. Alejaba sus pensamientos y eso lo hacía quedarse muy quieto e insensible, como una piedra. No había ningún otro lugar adonde ir más que dentro de sí mismo, pero no podría sobrevivir allí para siempre.

Un bruto bronce exiguo con una corona dañada se le acercó. Cada vez que Donghae se iba, este hacía un movimiento. El enano había retrocedido después de que Jungkook matara a otros, pero ahora estaba de regreso, tanteando los límites de la visión de Jungkook, tratando de ubicarse en su retaguardia mientras creía que Jungkook estaba dosificado. Un gruñido de advertencia trató de burbujear en la garganta de Jungkook. Lo apaciguó y se quedó callado. Era claro que era hora de recordarles cómo se había convertido en el líder de la armada de los amatistas. Ciertamente no fue por permitir que los exiguos se lo follaran cuando quisieran.

Corona Rota se escabulló lejos del campo de visión de Jungkook, aunque todavía podía ver la cola del macho, presionada hacia abajo y metida entre sus parientes adormilados para camuflarse. El labio de Jungkook tembló, los instintos lucharon contra su control.

El exiguo arremetió, una pata con garras aterrizó entre las alas de Jungkook, sus mandíbulas abiertas apuntaron directamente a la garganta de Jungkook. La rabia aumentó y se quebró, haciendo que los músculos adoloridos de Jungkook se movieran. Rodó, exponiendo su vientre a las garras de Corona Rota en un movimiento que ningún dragón en su sano juicio ejecutaría voluntariamente y usó la breve sorpresa del exiguo para cerrar sus dientes alrededor del hocico de la bestia y morder.

Las garras rastrillaron el vientre de Jungkook. Y Jungkook hundió los dientes con más fuerza, utilizando los músculos de la parte posterior de la mandíbula para contraer la boca y aplastar la nariz del enano, un hueso rompiéndose a la vez.

El fuego se filtró entre los dientes del exiguo, chisporroteando contra la lengua de Jungkook. El exiguo se movió, gruñó y arañó en su pánico para liberarse, y todo lo que logró fue darle mejor agarre a los dientes curvos de Jungkook. Más y más profundo, Jungkook destruyó, hasta que el exiguo dejó de luchar por completo.

No había terminado.

Los otros estaban despiertos, docenas de pares de ojos dorados se enfocaron en Jungkook, para follar o para matar. Sisearon y escupieron su disgusto porque uno de los suyos fue asesinado por un amatista.

Jungkook se giró, dejando caer el cuerpo jadeante de Corona Rota entre él y ellos, luego plantó un pie en la parte inferior de la espalda, apretó sus mandíbulas alrededor de un ala y la desgarró, con el sonido de carne siendo desmembrada y huesos siendo separados, acompañándolo.

El exiguo podría haber gritado si sus partes bucales no se hubieran arruinado demasiado como para vocalizar el sonido. Los ruidos de la mutilación que provocó enviaron a la mitad de la progenie a alejarse.

Jungkook no había terminado.

Enganchó sus garras en el vientre de la criatura y cortó, derramando el pestilente y caliente interior de la bestia entre todos. Los exiguos que quedaban, rugieron y soltaron alaridos, irguiéndose, temerosos y enojados. Jungkook finalmente dejó que su gruñido se liberara y luego hundió los dientes en la garganta de Corona Rota y desgarró la columna de músculos y tendones.

Donghae aprobaría el baño de sangre en el que ahora rondaban. Ese descubrimiento agrió la victoria y enfureció sus pensamientos. Quizá podría matarlos a todos y entonces, vería cómo reaccionaba Donghae.

Se abalanzó sobre el más cercano en el nido y lo ahuyentó al prado. Luego a otro, cuando este intentó atacarlo. La mayoría comenzó a volar, donde él no pudo alcanzarlos. Extendió su única ala buena de todos modos y chasqueó su mandíbula mientras lo acosaban desde los cielos. Sus alaridos y llamadas inundaron su cabeza, mandando su mente a la locura.

El fuego se agitó en la parte baja de su garganta. Fuego, odio y repugnancia, y con
ello, llegó el furioso poder crudo que había sentido al matar a Hakiru. Lo iluminaba por dentro, lo hacía arder como si él fuera el fuego. Liberó la llama, avivándola a lo largo y ancho, encendiendo la hierba y creando cortinas de bruma de calor y humo en el aire.

Jungkook no escuchó ni olió a Donghae hasta que fue demasiado tarde. Vio el destello de alas doradas a través del fuego y se volvió demasiado tarde para defenderse de las garras y los dientes que se hundieron en su espalda, desprendiendo escamas y pellizcando su columna. Entonces el líder comenzó a asfixiarlo, con las alas extendidas y enterrando a Jungkook debajo de su peso. La ira y el poder chisporrotearon y huyeron, su lucha finalizó.

Y así, la pesadilla comenzaba de nuevo.

No supo cuánto duró esta vez. Las horas no pasaban como solían hacerlo.

Cuando sonó una explosión, Jungkook se perdió en ese lugar donde el dolor no podía tocarlo. Sintió el temblor del suelo y el estallido de luz, pero lo ignoró hasta que
Donghae se movió de su lado y bramó una alarma que envió a la progenie hacia el cielo.

Y luego, el líder también se fue y durante unos maravillosos segundos, pudo respirar mejor. Hasta que los exiguos restantes comenzaron a acercarse.




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Elfo Y Dragón #2 Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora