Capítulo 43

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Jungkook



Dongwook tomó una de las espadas que sobraban del arsenal. El armamento estaba casi vacío, probablemente sucedió tan pronto como llegaron los bronce. Jungkook le echó un vistazo a los cuchillos que quedaban y tomó una espada pequeña y oxidada. Si iban a bajar a los túneles, un arma pequeña sería más fácil de manipular que la que había escogido Dongwook.

Probó la espada en su mano. Era muy pesada para su tamaño y se sentía desequilibrada. Aun así, era mejor que no llevar nada.

—No creo que Nari nos lastime.

Dongwook se irguió y estremeció, apretando su costado. El olor a sangre inundó el aire, las heridas que Donghae había infringido se habían abierto de nuevo.

—¿Por qué? —preguntó—. ¿Porque siempre fue amable con nosotros? ¿Qué opciones crees que tenía? Ella es una metal. Todo lo que conocen es destrucción.

Jungkook no se lo creía. Nari siempre lo había ayudado, a veces de maneras que ella intentaba esconder o que creía que él no notaba. E incluso en momentos cuando no quería que lo ayudaran. Pero en la turbulencia que era su vida, ella fue la calma constante.

—Pero es Nari… ella ha pasado más tiempo sanándonos que lastimándonos.

Dongwook apoyó la espada contra una mesa y abrió su chaqueta, sus dedos ensangrentados mancharon el cierre.

—Hakiru la tenía controlada con esa gema. Nosotros éramos su boleto de libertad. Deja de buscar la bondad en los nuestros, hermano, solo harás que te maten.

Cómo sucedió con Sully. Dongwook levantó su camisa, revelando un desastre de cortes y heridas profundas y ensangrentadas. Donghae lo había herido una y otra vez.

Dongwook escudriñó a Jungkook a través de sus largas pestañas, transmitiendo duda y disgusto en una sola mirada, como solo un amatista podía hacer.

Jungkook suspiró, acomodó su cuchilla contra la parte baja de su espalda y apoyó ambas manos en la parte baja de la cintura de Dongwook y sobre sus costillas, en donde las peores heridas estaban sangrando. No habló. No había mucho qué decir. Dongwook lo había arrojado en el calabozo sabiendo lo que Miura le haría y Jungkook lo odiaba por ello. Lo odiaba por muchas cosas más. Pero todas las veces que Hakiru había desatado su ira, Dongwook estuvo ahí para él, no para reconfortarlo, su hermano no era capaz de hacer tal cosa, pero como su compañía.

Jungkook emitió un suspiro y despertó la extraña y cálida sensación cercana a la mitad de su pecho, el área a la que acudía cuando ayudó a sanar a Jimin junto a Nari. Cuando era niño, aprendió a no mencionar sus habilidades curativas. Hacerlo solo provocaba que usaran el látigo y además, sus talentos no se comparaban para nada a los de Nari.

—Ella dijo que sanaría mi ala —susurró con suavidad, permitiendo que un cálido hormigueo empapara sus hombros y brazos, atravesando sus palmas en dirección a Dongwook.

Los ojos de Dongwook se cerraron.

—Te mintió —siseó entre dientes.

—No lo creo. —Jungkook se concentró en los cortes y movió sus dedos a través de la sangre, estimulando la piel para que se sanara.

—Nada puede sanar tu ala —gruñó Dongwook, expulsando su dolor—. Tenemos que abandonar la torre y volver a reunirnos con los amatista. Volaremos hacia el norte...—Dándose cuenta de su error, abrió sus ojos y no terminó la frase.

—Los dragones del norte son salvajes —dijo Jungkook, ignorando su error. Él no volaría a ningún lado y que lo llevaran cargando sería humillante. Donghae lo había hecho y preferiría nunca volver a experimentarlo—, y feroces. —Había pasado gran parte de su vida lidiando con esos dragones iracundos: criaturas que habían pasado tanto tiempo siendo dragones que habían olvidado su parte racional.

Tras detener el sangrado, Jungkook pasó sus dedos sobre las heridas rosadas y recién sanadas.

—Te quedarán cicatrices.

—Iremos por los túneles —le dijo Dongwook, volviéndose a colocar la camisa—. Es un laberinto ahí abajo, pero nada nos detendrá. No hay otra salida.

para mí. Sí la había para Dongwook. Sólo tenía que cambiar y volar.

Limpiándose las manos ensangrentadas en sus pantalones, Jungkook retrocedió y esperó a que Dongwook ajustara su chaqueta.

—¿Por qué no solo me dejas aquí?

La oscura mirada de Dongwook se negó a mostrar alguna emoción. Tomó su espada.

—Nos vamos juntos en este momento o no nos vamos.

Su apego a Jungkook no era por un amor de hermanos recién descubierto. Cosas como esas no existían.

—¿Por qué Madre le temía a los esmeralda? —preguntó Jungkook, siguiendo a Dongwook a través de otro conjunto de escaleras en forma de espiral.

—Nunca me lo dijo —respondió Dongwook evitando su mirada. Otra mentira.

Dongwook quería aquello que Jungkook era, tal como Donghae y Miura. Ahora todo lo que debía hacer era descubrir qué cosa era, antes que eso sucediera.

Los retumbantes rugidos a la distancia sacudieron los muros. Dongwook dejó el armamento y Jungkook lo siguió, haciendo una promesa silenciosa de obtener las respuestas que necesitaba de su hermano antes que su propia ignorancia lo matara.




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Elfo Y Dragón #2 Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora