Capítulo 11

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Jimin


Cuando detonó el explosivo de Alice, el sonido retumbó a través de las llanuras, tal como ella le había dicho que lo haría.

Jimin yacía agachado sobre la hierba alta, tan cerca cómo se atrevía a llegar al nido y observó con los binoculares cómo los dragones irrumpían en el cielo. La cabeza de Donghae apareció sobre el borde del cráter, luego sus alas se extendieron, abarcando todo el nido y se lanzó a los cielos.

Jimin se puso de pie y atravesó la hierba alta, con el corazón latiendo con fuerza. La luz del atardecer lo mantendría en la sombra hasta los últimos quemados y humeantes cien metros.

Las llamadas de los dragones sonaron por encima y detrás de él, hacia el puesto fronterizo de Alice. A estas alturas estaría a salvo, escondida. Pero no tenía mucho tiempo antes de que el nido regresara.

Esto es una locura, se quejó su voz de la duda. Estaba claro que estaba loco porque ningún elfo en su sano juicio haría lo que estaba a punto de hacer.

La hierba alta terminaba abruptamente en mechones chamuscados. La enorme masa de escamas verdes de Jungkook ahora era claramente visible en el nido, rodeado por cuatro bronces salvajes.

Jimin apretó los dientes y apretó la espada de dragón a su lado.

Es una locura.

Había venido hasta aquí. No se iría hasta que estuviera hecho.

Salió disparado de la hierba y corrió por la tierra ennegrecida. Ceniza y brasas humeaban a su alrededor. Un dragón, uno que no había visto o que no había estado ahí momentos antes, se acercó al galope con los ojos dorados fijos en Jimin.

Jimin corrió con más fuerza, con los pulmones en llamas y las piernas palpitando. Estos eran sus últimos momentos con vida o los momentos más estúpidos de su vida.

Tal vez ambos.

La cresta alrededor del nido estaba a unos pasos más adelante.

Las mandíbulas del dragón se cerraron a centímetros detrás de él, tan fuerte y tan cerca, que un rayo de adrenalina se disparó por las venas de Jimin. Saltó sobre el borde del nido y derrapó dentro del pozo, aterrizando en cuclillas, inmovilizado bajo las repentinas miradas conjuntas de cuatro dragones. Había esperado que fueran menos, pero había matado a más en el pasado, solo que no a todos a la vez. O por sí solo.

Es una locura.

Se enderezó, con la sangre en llamas y la mente enfocada. Vivió para poder matar a estos monstruos y ninguno se le escaparía hoy.

—Mi nombre es Park Jimin. —Flexionó su agarre en la espada, se tragó el nudo asfixiante cubierto de ceniza en su garganta y entrecerró los ojos—. Y ese dragón esmeralda es mío.


 Y ese dragón esmeralda es mío

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Jungkook


Jungkook escuchó unas palabras. No tenían sentido, sobre todo porque venían de un elfo alto y furioso, pero no importaba, todos los dragones le habían dado la espalda y ese sería su último error.

Soltó las riendas de su rabia y atacó. El primero cayó después de que un rápido mordisco en el cuello le cortara la columna. El segundo arremetió sobre él como un borrón de movimiento: eran mandíbulas chasqueando y garras desgarrando, pero como era el más pequeño de la progenie, Jungkook le hundió los dientes con facilidad y lo degolló, arrojándolo fuera del nido. La tercera, una hembra, se movía demasiado rápido para ser una bronce. Jungkook la atrapó por el ala, atravesando la membrana y su destino se acabó en sus mandíbulas impacientes. Cayó, temblando. El cuarto parecía estar distraído con el elfo. Era toda la vacilación que necesitaba para abalanzarse sobre su espalda y hundirse en el punto blando detrás de su corona, dejándolo paralizado y en su camino, a la muerte.

No vio al quinto hasta que estuvo casi sobre el elfo. El elfo de cabello rubio que empuñaba una espada se apartó del camino recibiendo un gran golpe, atrapó a la bestia con un corte directo de su espada, una espada que hizo sonar un recuerdo en la mente de Jungkook, pero no había tiempo para pensar en ello. El quinto dragón atacó sin pensarlo, acercándose al elfo para darle una mordida mortal, pero Jungkook giró la cabeza y se estrelló contra el bronce, provocando que se revolcara sobre la hierba quemada.

Nubes de polvo y cenizas se elevaron hacia el cielo, oscureciendo la vista de la progenie que estaba de regreso.

Jadeando y enloquecido por las muertes, esperó a que más dragones salieran de las nubes de polvo. Pero no vino ninguno.

La llamada del más cercano todavía estaba a kilómetro y medio de distancia, lo que indicó que no volverían hasta dentro de unos minutos. Estaba solo por primera vez en lo que parecía una eternidad.

No, no estaba solo.

Giró la cabeza y le enseñó los dientes al elfo, emitiendo una leve advertencia en su garganta. La pequeña criatura lo miró, con espada en mano y sus ojos celestes abiertos de par en par.

Había una presa.












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Elfo Y Dragón #2 Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora