Capítulo 46

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Jimin

Jungkook no se estaba muriendo. Jimin no lo permitiría. Debía existir una manera de forzarlo a transformarse antes que fuera demasiado tarde.

Más rugidos de dragón hicieron que la torre temblara. Pedazos de techo se estrellaron en el suelo. No tenían mucho tiempo antes de que el lugar entero se viniera abajo. Jimin tiró del débil cuerpo de Jungkook acercándolo más a él, solo para ver el rostro vulnerable de Leah y detrás de ella, a la bestia que había hecho esto.

—Haz que cambie —exigió.

El miserable rostro de Dongwook le dio la respuesta a su orden.

De un momento a otro, Leah atacó al rey, amenazándolo con un pequeño cuchillo de diente de dragón sobre su garganta.

—¡Haz que cambie o morirás junto con él!

—La transformación requiere energía —explicó Dongwook—. No es algo fácil de hacer aun estando consciente. Inconsciente, es imposible. Él está…

—¿Muriendo? Dilo, porque eso es lo que le está sucediendo a tu hermano, pedazo de mierda. —La daga de Leah cortó el cuello del rey—. Debería matarte justo ahora.

—¡No quería que esto pasara! De no ser por ti… —Miró a Jimin con furia—. ¡Es tu culpa! ¿Por qué continúa salvándote? ¡¿Por qué no solo te mueres como todos los demás elfos?!

Una enorme parte del techo colapsó, retumbando contra el suelo a la derecha de Jimin, lanzando gravilla y polvo. Detrás del derrumbe escuchó el retumbar de un gruñido de dragón. Era demasiado tarde, tenían que moverse ahora.

Jimin lanzó a Jungkook sobre sus hombros, cargando su flojo y poco manejable peso, y siguió a Leah cuando comenzó a alejarse en busca de una salida, evitando las piedras caídas, a través de zanjas angostas y a lo más profundo de la red de túneles.

Dongwook se les adelantó.

—Por aquí…

—¿Por qué deberíamos confiar en ti? —espetó Leah.

—No deberían. Pero no quiero estar aquí más de lo que ustedes quieren.

Los guió fuera del laberinto hacia la deslumbrante luz del día y un cielo azul salpicado de dragones en medio de una guerra. Estallidos de llamas hervían en el suelo cubierto de cenizas. Jimin siguió a Dongwook hasta que vislumbró a su propia gente huyendo hacia la frontera de árboles.

—Ve con ellos —le dijo a Leah.

Ella no respondió y él no se molestó en decírselo de nuevo. Dongwook los guió hasta la cubierta de árboles justo cuando dos devastadores rugidos retumbaron por el aire y suelo, hundiéndose hasta los huesos de Jimin. Bajó a Jungkook, acunándolo entre unas raíces sobresalientes de un árbol, intentó no pensar en lo pálida que estaba su piel ni el tono tan azul que tenían sus labios a la luz del día.

Se está muriendo.

Dos dragones atravesaron las paredes de la torre, comenzando a volar mientras roca y piedra colapsaban a su alrededor. Oro y Bronce. Batieron sus enormes alas brillantes, elevándose más alto y empequeñeciendo a los demás dragones en el cielo.

—Que Alumn nos proteja… —jadeó Jimin. Dongwook había tenido razón. La dragona oro vivía.

Los metales fijaron su atención en los grupos de elfos y humanos que se retiraban dentro del bosque y se lanzaron hacia ellos.

—Los han visto —susurró Jimin. La Orden sabría que para proteger a Cheen tendrían que ocultarse bajo tierra, ¿pero los humanos lo recordarían?

—Tu aldea está cerca —comentó Dongwook, su tono fue ilegible. Estaba parado de forma segura bajo la cubierta de árboles, era una presencia casi invisible, tan quieto e ilegible como una roca.

—¿Y qué con eso? —espetó Leah.

La expresión de Dongwook se ensombreció. Miró a Jungkook y esa mirada se volvió más oscura. Respiró profundamente, habiendo tomado una decisión y luego dejó la cubierta de árboles, caminando hacia el páramo expuesto. El cambio se llevó al hombre, destrozando su cuerpo en pedazos y rehaciéndolo en el mismísimo monstruo alado y oscuro. En la nítida luz del día, sus escamas negras resplandecían con un violeta profundo. Extendió sus alas y voló, dirigiéndose directamente hacia los dos metales. Dongwook no era un dragón pequeño, pero los dos metales lo hacían ver no más grande que una cría y cuando se detuvo frente a ambos, desató una llamarada de fuego sobre ellos. Los dos dragones se deshicieron de Dongwook con un solo golpe, como si no fuera más que una mosca.

—No es suficiente. —Jimin cerró los ojos, incapaz de ver al bronce acabar con Dongwook, pero eso no detuvo a los chillidos de perforar sus oídos—. Tengo que detener a los altivos de regresar a Cheen… —Miró a Jungkook—. Tengo que dejarlo.

Leah mordió su labio y asintió.

—Yo me quedaré. No estará solo cuando parta al jardín de Alumn.

Jimin se arrodilló a un lado de Jungkook. Aún respiraba, por encima de la herida atroz, su pecho todavía se alzaba y caía, pero no tardaría mucho para que eso cambiara. Todas las cosas que quería decirle y todos los momentos que esperaba tener algún día los dos juntos… Todo eso ya no sería posible.

Jimin tomó el rostro de Jungkook entre sus manos y presionó su frente contra la suya.

—Ya puedes descansar, valiente príncipe. Tu lucha ya ha terminado. Que la luz de Alumn te guíe a casa.









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Elfo Y Dragón #2 Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora