Capítulo 33

327 51 2
                                    

Jungkook

En la torre nada había cambiado. Aunque no había esperado que lo hiciera, pero tuvo la absurda esperanza de que el reinado de Dongwook fuese diferente al de Hakiru. Su habitación estaba fría, cubierta de polvo y telarañas. Se quedó mirando al vacío, preguntándose a dónde se habría ido el Jungkook que una vez vivió en este lugar, porque ya no se sentía como él. Aquella criatura que había andado por la vida dando tropezones medio borracho, bajo el yugo de su madre; enfurecido con el mundo, esperando que este cambiara para él. Hakiru había estado en lo cierto, no había conocido la crueldad, no había sabido nada en lo absoluto.

Estaba vivo, al menos ese era un punto a su favor.

Pero, ¿en qué punto sobrevivir se convirtió en una tortura tan grande?

Un golpe hizo resonar la puerta a sus espaldas.

—Dongwook lo verá en la sala del trono —le dijo un desconocido.

Jungkook asintió, excusando al exiguo por donde vino y lo siguió momentos más tarde hacia la sala del trono atiborrada de punta a punta de súbditos amatista. Un grupo de mujeres amatista descansaban alrededor del antiguo trono de la reina, con Dongwook siendo el centro de su atención. El harén no le servía, como habrían hecho con Hakiru, pero verlo en el lugar de su madre, llevando la misma sonrisa socarrona; hizo que se detuviera en seco. Aparentemente, era bueno ser rey.

Mientras se acercó por el pasillo principal, el parloteo de la sala disminuyó. Se detuvo frente a Dongwook, el silencio se volvió repentinamente sofocante.

Dongwook se inclinó y movió su mano en dirección del suelo.

—Arrodíllate, hermano.

La parte trasera del cuello le cosquilleó, la ansiedad aún seguía presente. A no ser que quisiera desafiar el reinado de su hermano, no tenía más opción que hacer lo que se le ordenara. Esto no era diferente a la forma en que se sometió a él en la desembocadura del río. Se arrodilló con lentitud. Los segundos pasaron. Jungkook levantó la mirada y vio a su hermano sonriéndole justo como Hakiru solía hacerlo.

Los nervios se agitaron en su estómago.

—Hueles a mierda de bronce.

Jungkook apretó la mandíbula para retener las palabras que no podía decir.

—¿Hay alguna razón por la que me tengas arrodillado? —Cuando Dongwook no respondió, su insolencia salió a flote—. ¿O tal vez te gustaría que te la chupara, hermano? Por los viejos tiempos.

Un peligroso nervio tiró de la rígida boca de Dongwook.

Ahora Jungkook estaba sonriendo. Nunca habían hablado sobre la época en la que Dongwook había deseado el afecto de su hermano de una manera que ni su santísima madre habría aprobado. Fue casi una rebelión compartida, una manera de burlar el poder que Hakiru tenía sobre ellos, o tal vez Dongwook sintió curiosidad por los hombres. Y le gustaban. Dongwook siempre había sido mejor que él al ocultar sus deseos.

—Átenlo —ordenó.

Los guardias se apresuraron a sujetarle los brazos. Jungkook les gruñó, eran hombres que conocía, hombres a los que había entrenado y con quienes luchó lado a lado. No podía pelear contra una torre repleta de dragones. Como era de esperarse, unas cadenas repiquetearon contra el suelo de piedra. Cerraron los grilletes en su lugar perteneciente, colocando las muñecas de Jungkook detrás de su espalda.

—Será mejor que las hayan cerrado bien —advirtió Jungkook—. Me escapé de unas iguales durante el apareamiento de los bronce.

—Ah, lo sé… —La melosa voz de Miura se escuchó entre el alboroto de la multitud.

Elfo Y Dragón #2 Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora