Capítulo 16

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Jungkook

Poseer, tomar, moder, follar. Cada necesidad latía al ritmo de su corazón. Poseer, tomar, morder, follar. El dragón estaba demasiado cerca de la superficie, enturbiando sus pensamientos. Y el elfo estaba haciendo todo mal. Incluso ahora, todavía luchaba, su maldito silencio era como un rayo que embestía cada vez más profundo, conduciendo a Jungkook hacia la locura. Su propia sangre empapó su lengua. El olor se mezclaba con el chorrito de sangre que descendía por el cuello de Jimin, hacia su desordenado cabello rubio trenzado en un hombro.

Inclinando la cabeza, inhaló su aroma, atrayendo a Jimin profundamente a sus sentidos donde la sensación de él chisporroteó, conduciendo a su excitado pene rápidamente hacia una dolorosa erección. La espada entre ellos fue lo único que le impidió actuar sobre las rabiosas necesidades que lo destrozaban. Poseer. Tomar. Morder. Follar. Empujó sus caderas, mordiéndose el labio mientras la presión se frotaba de la manera adecuada. Sin la espada entre ellos, esto no habría sido tan civilizado.

El cuerpo duro y poderoso de Jimin comenzó a temblar y Jungkook hizo todo lo que pudo para no lanzar la espada y follarlo, lo quisiera o no. Se dio cuenta que era una locura. Una peligrosa locura.

Él no era Donghae.

No era su madre.

No era un degenerado bronce que tomaba lo que quería como un animal rabioso.

Oh, pero podría serlo.

Quizá debería serlo.

¿Acaso no le había sucedido todo lo malo porque había luchado contra su naturaleza?

¿Y si cedía… si dejaba de luchar… y se convertía en lo que todos esperaban que fuera?

Su boca estaba en la mandíbula de Jimin, justo debajo de su oreja. Si apartaba la espada, podría hundir sus dientes y poseerlo, hacer lo que su cuerpo deseaba tan desesperadamente.

Poseer. El río de sangre.

Tomar. La furia anhelante.

Morder. El alma en agonía.

Follar. Las demandas de sus instintos.

Convertirse en lo que nunca había sido, convertirse en un dragón en todos los sentidos.

Pero la espada estaba allí… una espada que alguna vez había sido suya. Una de las dos que había creado del cadáver de su hermana. Una hermana, tan ligera, tan llena de esperanza. Sully. Unas espadas que había tenido en su poder constantemente, espadas que había guardado para recordarle cómo podía ser, cómo debería ser, que no importaba el peso de la oscuridad que lo abrumara, nunca podría dejar que lo asfixiara. Por Sully, por su propia alma, si es que tenía tal cosa.

Rompió los grilletes forjados de deseo y se alejó de Jimin, arrojando la espada a la roca. Esta traqueteó y rebotó, haciendo sonar una alarma.

Necesitaba moverse, escapar, matar, follar, hacer algo para no volverse loco.

Antes, habría subido a los cielos, batiendo sus alas y volaría hasta que no quedara nada de locura que lo persiguiera. El único escape era el bosque. Salió de la playa dudando ante el ruido que llegó detrás de él.

—¡No me sigas, elfo! Te mataré si lo haces.

No miró para saber si Jimin le hizo caso. La advertencia era suficiente y lo decía en serio. Tropezó, en dirección hacia los árboles, donde el aire era más fresco y la luz del sol, fugaz. Se dejó caer contra un árbol, gruñó de dolor. Sus músculos y su sangre hirvieron. Quería salir de su piel, moverse y rugir al mundo.

Elfo Y Dragón #2 Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora