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La sorpresa fue abrumadora.

Después de algunas horas charlando con su compañero de celda, Aroa cayó dormida, olvidando momentáneamente su condición de prisionera en Impel Down. Había bajado la guardia, y su padre se burlaría de ella si supiera.

Por eso, ahora se encontraba en esta situación.

—¡Suéltenme! —se debatía entre los brazos de los guardias que la llevaban a rastras. Eran casi tres veces más grandes que ella. El alboroto despertó a Ace, quien también había caído dormido. —Hijos de... a penas me suelten, me los cargaré a todos.

El pirata de cabellos azabaches miró preocupado a Aroa mientras la sacaban de la celda. Ella le sonrió para tranquilizarlo, aunque sabía que era inútil. Después de todo, los reclusos eran sometidos a torturas y sufrimientos hasta la locura.

Horas habían transcurrido desde entonces. Puño de Fuego miraba esperanzado, esperando ver la sonrisa burlesca que siempre traía esa pirata que le agradaba.

—Supongo que nos cambiaron de celda —murmuró con fastidio, hasta que escuchó más gritos e insultos acercándose. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro.

—Puedo caminar sola, imbéciles. —Aroa fue prácticamente arrojada a la celda y esposada nuevamente al suelo, donde se tendió con un brazo cubriendo su rostro. Los guardias se burlaron al ver que le habían dejado una bandeja de comida a Ace, sabiendo que no podría comer con ambas extremidades esposadas a la pared.

El chico miró a la pelinegra con duda, sin preocuparse por la presencia de los guardias.

—Hola, compañera de celda. —La saludó con burla, ocultando la preocupación que comenzaba a sentir, intentando aligerar el ambiente. —¿Qué tal estuvo el paseo?

La chica soltó un gruñido de molestia.

—Increíble, el mejor de mi vida. —Se sentó con quejas y se descubrió el rostro, mostrando los rastros de sangre y los hematomas que comenzaban a aparecer.

—Te ves... bien. —El comentario de Ace hizo reír a la chica.

—Sí, claro. La sangre siempre me hace ver más sexy. —Se burló de sí misma. Miró la comida frente a Ace, y su estómago gruñó. —Hora de comer, al fin.

Aroa se acercó lo que las cadenas le permitían, quedando frente a Ace, quien la miraba con duda.

—Abre bien la boca, Portgas. —La chica, con una cuchara en la mano, tomó una porción de la mezcla asquerosa que parecía puré y se la acercó a la cara del pirata, quien frunció el ceño divertido. —Come rápido si no quieres que te alimente a la fuerza.

Ace alzó una ceja sorprendido.

—¿Me darás de comer en la boca? —Se rió a carcajadas, provocando que Aroa lo mirara molesta. —¡Es lo más amable que te he visto hacer! JAJAJAJA

Si no fuera porque Aroa le metió la cuchara a la fuerza en la boca, Ace hubiera seguido riendo. Ella lo miraba con malicia.

—Es para ver si no está envenenada, así que traga rápido para ver si te mueres o no, idiota. —Retiró la cuchara del pirata y esperó a ver su reacción después de que tragara la comida. —¿Te sientes a punto de morir o es pasable?

Portgas sonrió y abrió la boca de nuevo.

—Dame más, es comestible. —Aroa alzó una ceja y se comió una cucharada, mostrando una cara de asco. Tragó, sabiendo que era su única opción. —¿Ves? Es como la comida que prepara Luffy.

Tomando más comida del plato, Aroa se la dio a Ace y lo miró con duda.

—¿Luffy?

—¿No conoces a Luffy? —El pecoso fingió estar ofendido, tragando para hablar más cómodamente. —Es mi hermano menor. Tiene un cartel de recompensa, te lo mostraría si no estuviera aquí.

La pirata se sorprendió por el orgullo con el que hablaba de su supuesto hermano.

—Luffy... —Trató de recordar los carteles de recompensa que miraba en el periódico. —¿Te refieres a Mugiwara?

—¡Sí, él mismo! —Ace abrió la boca de nuevo, esperando que le diera más comida, y así lo hizo Aroa. —Es impresionante, ¿no crees?

—Derrotó a Crocodile, se infiltró en Enies Lobby, no tengo idea de qué más ha hecho, pero suena como un idiota que no mide el peligro. Ya entiendo por qué son hermanos.

—Yo le enseñé

todo lo que sabe.

—Sí, claro. —Aroa sonrió, disfrutando de la compañía de Ace, incluso en esa prisión infernal.

[• • • • •]

—Lo primero que haré cuando salga de aquí será comprar la cama más lujosa con el colchón más cómodo que pueda encontrar. —Se quejó Aroa mientras se apoyaba en la pared, sentada a un lado de Ace.

—¿De verdad crees que vas a salir? —Ace la miró con intriga.—Sabes que en el Nivel 6 están los condenados a muerte o cadena perpetua.

—Sí, pero eso se soluciona escapando. —Respondió Aroa cruzándose de brazos con resignación.—He trazado un mapa mental de esta cárcel, y sé que hay un elevador que conecta todos los pisos.

—Nadie ha logrado escapar de aquí, excepto Shiki. —Ace, aunque conocía las ideas un tanto excéntricas de Aroa, no esperaba escucharla proponer algo tan osado, por lo que asumió que la pirata había caído en la locura.—Así que ahora tendré que soportar a una loca.

Ignorando el comentario de Ace, Aroa continuó hablando sobre su plan de escape.

—Entonces seremos los primeros, después de Shiki. —Sonrió con suficiencia.—El desafío está en romper tus esposas de kairoseki y salir del piso sin que los den den mushi nos delaten. ¿Utilizas el haki de observación? ¿O eres uno de esos usuarios logia que se creen invencibles?

Portgas rodó los ojos con aburrimiento. "Ahí va de nuevo..." pensó al escuchar a Aroa narrar su plan de escape. Pero, de alguna manera, empezó a acostumbrarse a eso. Después de todo, sabía que sus días estaban contados.

Aroa, por su parte, no estaba tan preocupada por ahora. Durante una de las torturas, había escuchado hablar sobre la ejecución de Ace a algunos guardias. Sabía que en aproximadamente dos semanas, sería trasladado a Marineford, donde enfrentaría su sentencia de muerte en una ejecución pública. Tenía ese lapso de tiempo para llevar a cabo su plan de escape y, por supuesto, sacar a Ace de su destino final.

Aunque solo llevaban una semana compartiendo celda, para ellos, en su percepción alterada del tiempo, parecía mucho más. Se habían acostumbrado a la compañía del otro y al consuelo que encontraban estando juntos en un ambiente tan deprimente. A pesar de haber sido rivales en el pasado debido a sus diferentes tripulaciones, ahora eran incluso amigos, y para Ace, eso era lo mejor. No moriría estando solo y hundido en sus propios pensamientos; la presencia de Aroa lo sacaba de su abismo emocional, permitiéndole olvidar momentáneamente todas sus culpas y luchas internas.

Lo que Ace no se daba cuenta era que los demás, aquellos a quienes él apreciaba, querían sacarlo de ese agujero negro, dispuestos a arriesgar sus vidas si fuera necesario, dispuestos a desencadenar una guerra por él y su libertad, una libertad que él sí merecía. Pero estaba tan cerrado en su autodesprecio y en el peso de su linaje que no podía verlo.

Para los demás, Portgas D. Ace era valioso y amado, y estaban dispuestos a todo para rescatarlo desafiando a la Marina y al Gobierno Mundial. Porque, después de todo, Ace merecía ser salvado.

witch | portgas d. aceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora