witch | portgas d. ace

cuarenta y ocho

El viento marino acariciaba sus rostros mientras las olas rompían suavemente contra la orilla, creando una sinfonía natural que, en otro momento, habría resultado relajante, sobretodo después de llevar semanas bajo tierra. Sin embargo, el ambiente estaba cargado de una tristeza contenida, una sensación de despedida que nadie quería nombrar en voz alta. Aroa, Ace y Newt estaban frente a la playa, el pequeño abrazado con fuerza desde la espalda de Ace, quien mantenía una mano protectora sobre su hombro. Frente a ellos, Elon los observaba en silencio, con las manos en los bolsillos y una expresión neutral que ocultaba cualquier rastro de duda o melancolía, con un bolso de cuero colgando por sobre su hombro.

Aroa fue la primera en moverse. Sus pasos eran lentos, casi indecisos, mientras se acercaba a Elon. Con un gesto instintivo, comenzó a acomodarle la ropa, tirando suavemente de los pliegues de su chaqueta y cepillando imaginarias motas de polvo. Su mirada era una mezcla de confianza y preocupación, sus ojos revelando todo lo que su voz trataba de esconder.

—¿Tienes todo lo que necesitas? —preguntó con un tono que fingía desinterés.— ¿Llevas suficiente comida? ¿Sabes cómo llegar? ¿Y si te pierdes? ¿Deberías llevar algo más? ¿Recuerdas todo lo que debes buscar?

Elon, con una expresión de fastidio fingido, rodó los ojos ligeramente, aunque realmente dejó que ella continuara con sus cuidados.

—Aroa, por favor. Todo está en orden. —Intentó sonar calmado, pero la leve curvatura de sus labios delataba una sonrisa contenida.— Me hiciste revisar tres veces.

Ace se adelantó, arrastrando consigo a Newt, quien parecía reacio a soltarlo. Una vez frente a Elon, Ace miró a su amigo con una seriedad poco común.

—¿Tienes la vivre card de Aroa, cierto? —preguntó con una nota de preocupación en la voz.

Elon resopló, sacando una hoja de papel del bolsillo interior de su chaqueta y agitándola frente a ellos.

—Sí, "papá". La tengo. —Su tono burlón hizo que Ace levantara una ceja, pero no pudo evitar sonreír.

—Entonces, cuídate. —Ace sostuvo la mirada de Elon, más serio esta vez.— En serio.

Elon lo observó con algo de incredulidad antes de soltar una risa breve.—¿Acaso olvidas quién soy?

Ace cruzó los brazos, arqueando una ceja con un gesto casi desafiante.—Eres Elon, el demonio que le tiene miedo a los toboganes y odia los tomates.

El comentario rompió la tensión, arrancando una carcajada genuina de Elon y Aroa, una de esas que no solía regalar fácilmente.

—Idiota... —murmuró, aunque la calidez en su mirada delataba que estaba agradecido por el intento de aligerar el momento.— ¿Ya puedo irme?

Newt, que hasta ahora había permanecido en silencio, aprovechó la pausa para intervenir.—¡No te olvides de llevar la pulsera! —Señaló su propia muñeca, donde una pulsera de cuentas brillaba bajo el sol.

Elon levantó la mano y agitó la muñeca para mostrar la pulsera idéntica.—Aquí está, ¿ves? No me olvido.

Newt asintió, satisfecho, mientras Aroa soltaba un suspiro pesado y lo envolvía en un abrazo firme. Ace y Newt no tardaron en unirse, creando un nudo apretado de brazos y afecto. Elon, atrapado entre ellos, dejó escapar un suspiro teatral.

—Vaya, el primer abrazo familiar que tengo... —murmuró con sarcasmo, aunque sus ojos brillaban.

—Cuando vuelvas, tendrás muchos más. Pero tiene que volver. —dijo Newt con una certeza que dejó a Elon sin palabras por un instante. El demonio abrazó especialmente a Newt.