witch | portgas d. ace

cuarenta y tres

[sorpresa! esto es por haberlos hecho esperar tanto😋]

Elon despertó con un dolor punzante en las costillas. Abrió los ojos, su mirada aún pesada por el sueño, y encontró el culpable de su incomodidad: el pie de Newt, enterrado firmemente en su costado. Lo empujó con un gruñido bajo, apartando al niño que seguía durmiendo profundamente, completamente ajeno al caos que había causado en su sueño.

—Maldito crío... —murmuró, frotándose la zona golpeada mientras se estiraba perezosamente.

No podía entender cómo los humanos soportaban esto, tener que dormir de noche y estar despiertos de día. Todo su ser clamaba por seguir durmiendo, como lo haría en su mundo, donde las horas activas y de reposo estaban invertidas. Aquí todo estaba al revés. Se levantó con pesadez, sintiendo el cansancio adentrarse en cada músculo. Los demonios no deberían estar sujetos a estos absurdos ritmos diurnos. ¿Qué era esto de despertar tan temprano? Que clase de castigo era esto.

Elon miró de reojo a Newt. El pequeño estaba completamente estirado, aún en su propio mundo, y una sensación de alivio recorrió a Elon. Newt era su escudo, aunque eso nunca lo diría en voz alta. No hacía falta explicar que estar cerca de Newt lo protegía. Eso le permitía seguir oculto de aquellos que lo buscaban, aunque ellos ni siquiera sabían que ya estaba en esta dimensión.

Con un suspiro resignado, Elon decidió despertar al niño. Lo sacudió suavemente por el hombro.

—Despierta, mocoso. Hora de desayunar.

Newt murmuró algo ininteligible y se giró, ignorándolo por completo. Elon rodó los ojos, ya acostumbrado a este ritual.

—Huele a comida —añadió con un tono tentador, sabiendo que eso funcionaría.—Panqueques tal vez...

Newt se levantó de un salto, los ojos brillando de hambre. Estaba a punto de salir corriendo cuando Elon lo detuvo, apoyando una mano en su hombro.

—Oye, antes de que te vayas, necesito un favor.

Newt frunció el ceño, medio girándose hacia él.

—Págame primero.

Elon soltó una risa seca, apreciando la descarada actitud del niño. Eso era tan Aroa de su parte.

—Pequeño estafador —murmuró, pero aceptó el trato. De la nada, en un simple gesto de su mano, materializó un puñado de dulces, los favoritos de Newt, que crujían al tacto con un destello vibrante. Se los ofreció, y Newt los tomó sin dudar, sonriendo satisfecho.

—Trato hecho —dijo Newt, masticando felizmente uno de los dulces y guardando el resto en los bolsillos de sus pantalones.

Elon se inclinó hacia él, tocando suavemente su frente y murmurando unas palabras en su idioma natal. La lengua de su dimensión sonaba áspera, casi cortante al oído humano, pero tenía un ritmo hipnótico. En cuanto terminó, una visible relajación se apoderó de Newt, quien sonrió aún más ampliamente.

—Gracias, Elon. Vamos antes de que mi papá se coma todo —dijo, dándole un empujón juguetón antes de salir corriendo de la habitación con los pies descalzos.

Elon observó cómo Newt salía disparado, y no pudo evitar reír cuando oyó a Aroa gritarle desde la otra habitación:

—¡Newt! ¡Por lo menos ponte calcetines!

Elon se acercó a la ventana, dejando que su risa se apagara lentamente mientras observaba su reflejo en el cristal. Alzó una mano, estudiando la piel humana que cubría su cuerpo. No era perfecto. Unas manchas blancas de su verdadero tono de piel demoníaco comenzaban a aparecer alrededor de su cuello y brazos. Con un simple toque, las hizo desaparecer, restaurando la apariencia humana que lo mantenía oculto.