veintisiete

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La noche envolvía el pequeño pueblo costero en una oscuridad densa, apenas rota por el ocasional destello de una lámpara o la tenue luz que se filtraba por las ventanas de los negocios cerrados. Aroa y Ace avanzaban por las sombras, sus pasos ligeros y silenciosos sobre las calles empedradas.

—Este lugar... —comenzó Aroa en un susurro, mientras ambos se mantenían ocultos bajo sus capas—. Ya te lo dije pero durante el día, parece un simple pueblo pesquero, con su mercado y sus habitantes ocupados en sus tareas. Pero de noche, todo cambia. Aquí es donde se hacen los verdaderos negocios.

Ace giró su cabeza ligeramente para mirarla, atento a cada palabra. Aroa señaló con la cabeza hacia una calle estrecha que se perdía en la oscuridad.

—Por esa calle está el mercado negro. Allí es donde se trafica todo tipo de cosas, desde armas hasta objetos malditos, incluso órganos. Nada que se venda allí es legal, pero la gente lo sabe y aun así acude. Es un secreto a voces.

Ace asintió, aunque su mente intentaba imaginar cómo aquel tranquilo lugar que había visto durante el día podía esconder un mercado tan siniestro. Aroa continuó mientras seguían caminando con paso firme.

—Más adelante, en la esquina que doblaremos pronto, están los bares y los prostíbulos. No es raro que los borrachos terminen en peleas que no siempre acaban bien. Las apuestas ilegales son comunes aquí, he querido entrar un par de veces, podría hacer una fortuna para nosotros en cosa de días, pero si alguien se venga por haberle quitado todo estando contigo y Newt... no sé si me arriesgaría. Y más de un pobre diablo ha perdido todo en una sola noche.

La seriedad con la que Aroa hablaba hizo que Ace comprendiera que ella conocía bien esos lugares, probablemente más de lo que había esperado.

—Podrías volver a tu estilo de vida si haces eso, después de todo era la especialidad de tu tripulación.—Comentó Ace mirando a través de las rendijas de las cortinas a un montón de personas dentro de la casa.

—Podría ser. Después te mostraré todo con más detalle —dijo ella, mirando hacia adelante pasando el tema con rapidez—. Pero primero, tenemos que ir al barco.

Corrieron en silencio, sus capas ondeando suavemente detrás de ellos mientras se deslizaban entre las sombras. Ace sentía cómo su cuerpo respondía mejor que nunca. Su estado físico había mejorado notablemente desde la herida que casi le había costado la vida. El correr, saltar y moverse con agilidad era casi natural de nuevo, y se sorprendió al notar lo lejos que podían llegar sin perder el aliento.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad de correr, llegaron a un roquerío que se extendía hacia una pequeña playa, oculta entre las rocas. Aroa se detuvo de repente y se giró hacia Ace, con una leve sonrisa en los labios.

—Hemos llegado —anunció, señalando hacia la playa desierta.

Ace la miró, incrédulo. A su alrededor, no había nada más que rocas y la marea que golpeaba suavemente la orilla. —¿Estás bromeando? Tal vez deberíamos volver a la casa...

Aroa sacudió la cabeza y extendió una mano hacia el aire.—Revelio.

Ace no reconoció esa palabra, y de repente, frente a ellos, un barco comenzó a materializarse en la oscuridad. Era como si hubiera estado escondido en un bolsillo de sombras, invisible hasta que Aroa lo reveló.

Ace parpadeó, atónito. —¿Cómo conseguiste este barco?

Aroa dudó por un momento antes de responder. —La verdad... no lo sé. Después de que Elon poseyera mi cuerpo, perdí la consciencia. Cuando desperté, estaba en este barco, sin ningún recuerdo de cómo llegué.

witch | portgas d. aceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora