treinta y cuatro

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Al día siguiente de su revelación interna, Ace se levantó sintiéndose extraño. Había pasado toda la noche dándole vueltas al asunto, y ahora, con la claridad del amanecer, no estaba más seguro de cómo debía actuar. Despertar sabiendo que sus sentimientos por Aroa habían cambiado, que ya no eran meras chispas de atracción, lo dejó en un estado de confusión que no sabía cómo manejar.

Cuando bajó a la cubierta, Ace la vio allí, como de costumbre, con el cabello suelto al viento, dándole órdenes a los tripulantes con su voz firme y segura. Aroa era siempre tan auténtica, tan sin complicaciones, mientras él sentía que cada movimiento que hacía ahora era torpe, como si tuviera que reconsiderar cada palabra antes de decirla.

Aroa lo notó de inmediato, por supuesto que lo sabría si era una bruja. Ella frunció el ceño y ladeó la cabeza mientras él se acercaba, como si intentara descifrar por qué él parecía... ¿incómodo? Pero, en lugar de presionarlo, simplemente lo dejó ser. Decidió que si Ace tenía algo en mente, eventualmente lo diría. Siempre lo hacía.

Ace trató de actuar con naturalidad. Se dirigió al timón, como solía hacer, pero notaba cómo sus manos se sentían sudorosas, un poco temblorosas incluso, mientras lo giraba. Sus ojos se desviaban involuntariamente hacia Aroa cada pocos segundos, estudiándola sin querer hacerlo, notando detalles que antes no le parecían tan significativos: la curva de su sonrisa cuando se enfadaba por algo insignificante, el brillo en sus ojos cuando el sol se reflejaba en ellos, los lunares de su cara.

"Vamos, Ace. No puedes ser tan obvio," pensó para sí mismo, esforzándose por enfocarse en sus tareas, pero la tensión en su pecho no se desvanecía.

—Oye, Ace —llamó Aroa, deteniéndose justo a su lado, sus ojos miel llenos de curiosidad—. ¿Todo bien? Hoy estás... raro. Más de lo normal.

Ace parpadeó y desvió la mirada rápidamente. —¿Raro? No, nada de eso. —Intentó sonreír con normalidad, pero se sentía incómodamente rígido. Notaba cómo Aroa lo miraba de reojo, probablemente intentando encontrar alguna explicación a su comportamiento extraño.

La irritación de Ace consigo mismo crecía con cada segundo. "¿Por qué estás actuando como un idiota?" se regañó. Desde que había aceptado lo que sentía, convivir con Aroa como lo hacía normalmente se le antojaba complicado, como si todas sus acciones habituales hubieran cobrado un nuevo significado. Cada sonrisa, cada roce accidental, todo parecía tener un peso distinto ahora, como si estuvieran envueltos en un nuevo misterio que no sabía cómo desenredar.

Mientras Aroa seguía trabajando, Ace se quedaba perdido en sus pensamientos, con la mente dando vueltas en círculos. Se preguntaba si debería decirle algo, pero luego desechaba la idea rápidamente. ¿Qué le diría? ¿Que había pasado toda la noche pensando en lo cerca que habían estado? ¿En lo mucho que disfrutaba simplemente estar junto a ella? ¿Qué era primero y último que pensaba cuando iba a dormir era en su maldita sonrisa? Sonaba como un idiota, él se burló de cada idiota enamorado de la tripulación de la que perteneció, como de Marco y la profesora de una isla que había dejado al rubio babeando y ahora el karma le había golpeado la cara de una patada y se había vuelto en uno de esos.

—¿De verdad todo está bien? —insistió Aroa, esta vez con un tono más suave, mirándolo con una expresión de paciencia inusual.

Ace asintió, pero su respuesta se sintió mecánica, poco convincente incluso para él mismo. —Sí, claro. Sólo... pensando en un par de cosas. Nada importante.

Aroa entrecerró los ojos, como si no terminara de creerse su respuesta, pero finalmente se encogió de hombros y lo dejó ser. —Bueno, si necesitas hablar... —dejó la frase en el aire antes de alejarse para atender otros asuntos, confiando en que Ace eventualmente encontraría su equilibrio.

witch | portgas d. aceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora