veintitres

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Aroa fue la primera en hablar, con una risa ligera que rompía el silencio incómodo.

—Elda, creo que estás confundiendo las cosas... —dijo Aroa mientras la seguía. Newt aprovechó el momento para irse a comer las galletas que encontró sobre la mesa.

—Así parece, Señora Elda. En realidad— —Portgas fue interrumpido por la vieja, que no perdió el ritmo.

—Yo nunca confundo nada. —Los ignoró la mayor, saliendo al exterior de su casa y cruzando hasta el inicio de la montaña donde había una construcción de un tamaño considerable.—Una habitación, una cocina, sala de estar y un baño. ¿No necesitan más, cierto? Acomodé unas cosas, pero si no les gusta, pues qué mala suerte. Alejado de mi casa para que tengan su privacidad.

Ambos se quedaron en silencio, entendiendo lo que Elda estaba asumiendo.

—Los dejaré para que se acomoden, hablemos mañana. Newt se quedará comiendo galletas mientras tanto. —Y a pasos apresurados, la anciana se fue.

Aroa comenzó a caminar hacia la bodega/casa en donde se quedarían, y al entrar les sorprendió ver un espacio bien adaptado. La pequeña casa estaba decorada con muebles antiguos, pero bien cuidados, y las paredes de madera daban una sensación acogedora. La luz cálida de una lámpara de aceite llenaba el lugar, creando un ambiente tranquilo.

—Es mejor de lo que creí. —comentó Aroa, mirando alrededor.

Dejó a Ace en el sofá doble que había, estirándose después de eso y escuchando sus huesos crujir. Ace soltó un quejido al sentir un dolor punzante en su pecho al exhalar fuerte. Se tomó el tiempo de tomar algunas lentas respiraciones antes de relajarse y mirar a Aroa que inspeccionaba el lugar.

—¿Acaso le dijiste que somos una pareja? —se burló Ace cuando dejó de sentir dolor. La idea se le hacía extraña, sobretodo por el trato brusco que tenían. Si bien ahora se llevaban bastante bien por lo que pasó en Impel Down, además de que Aroa prácticamente le salvó la vida, nunca fueron realmente cercanos como ahora.

Aroa se dio media vuelta mirándolo con una expresión divertida y una ceja alzada.

—Claro que no. —respondió Aroa, riendo entre dientes.—Supongo que lo asumió porque nos vio juntos. —soltó una carcajada, mientras se alejaba viendo una puerta para inspeccionar qué era.

Ace recordó la primera vez que conoció a Aroa. Había pensado que era una mujer muy guapa, es muy alta midiendo lo mismo que él, esa mirada desafiante que tenía y lo que parecía ser una dulce sonrisa, pero cuando habló y mostró su carácter de... pirata, el encanto inicial se había desvanecido casi al instante. Esa dulce sonrisa en realidad era una trampa de la vil bruja para engañar a los hombres. Luego, cuando Aroa lo venció no había ni rastro de cenizas de la primera impresión que tuvo de ella. No la odiaba o algo así, pero se había convertido en un rival de su nivel que esperaba vencer.

Aunque ahora eran buenos amigos, intentaría vencerla cuando se recuperara.

—Lo intenté una vez, pero fue antes de escucharte hablar. —Ace bromeó, soltando una risa ante el recuerdo.

—Oh, claro. Porque mi encantadora personalidad es lo que te alejó. Soy demasiado para cualquiera—Aroa se rió, desde la habitación volviendo a aparecer por la puerta con una expresión satisfecha, viendo que Ace traía una expresión suave.—Iré a buscar nuestras pertenencias antes de que Newt se las quiera dejar para si mismo.

—¿Tenemos pertenencias?

—¿Y qué crees que hice estas semanas?—Aroa entornó los ojos antes de regresar a la casa principal, encontró a Newt comiendo galletas con Elda, quien lo estaba regañando por comerse sus preciadas galletas.

witch | portgas d. aceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora