veintiséis

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El silencio que siguió a la presentación de Elon fue sofocante. Ace no podía apartar la vista de la criatura, sus sentidos en alerta mientras su mente luchaba por procesar la situación. La furia que había sentido momentos antes ahora competía con una nueva emoción: un temor primordial, profundo, como el que surge ante algo completamente desconocido.

Aroa, con el rostro endurecido, fue la primera en romper el tenso silencio. Se adelantó con valentía, tomando su hombro con una mano, donde el dolor parecía haberse intensificado. Sus ojos, sin embargo, permanecieron firmes, brillando con una determinación acerada.

—Elon, ¿cuál era el precio? —preguntó con voz controlada, aunque una leve tensión en su mandíbula traicionaba su calma.

Ace, sorprendido por la pregunta, la miró fijamente, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar. ¿Cómo era posible que no hubiera preguntado antes?

—¡¿Cómo es que no preguntaste antes?! —exigió, su voz alzándose con una mezcla de incredulidad y furia. La idea de que Aroa hubiera sellado un pacto sin conocer las consecuencias lo dejaba perplejo.

Aroa giró hacia él, su mirada dura y cargada de enojo. La exasperación burbujeaba bajo la superficie de su voz mientras le respondía.

—Ay, lo siento por no sentarme a charlar en media guerra... ¡Por supuesto que eso fue lo último en lo que pensé, idiota! —replicó, casi gritando—. Estábamos huyendo, ¡tu vida estaba en peligro! No había tiempo para preguntas.

Antes de que Ace pudiera decir algo más, Elon intervino con una actitud completamente desinteresada, cortando la conversación como si no tuviera ningún interés en los sentimientos de ambos.

—Es bastante sencillo, en realidad —dijo Elon con un tono indiferente, casi aburrido—. El núcleo mágico de Aroa me pertenece por la eternidad o algo así. Una vez que tome el control completo de él, no tendrá voluntad propia sobre su cuerpo, lo normal.

Ace sintió un escalofrío recorrerle la espalda, pero lo que realmente lo perturbó fue lo que Elon dijo después.

—Y la mancha que comenzó a aparecer en tu hombro es un indicador de eso—continuó Elon, señalando con un gesto casual hacia Aroa.—Soy un sujeto piadoso, te di casi dos meses de tiempo antes de venir.

Ace, desconcertado, volvió su atención hacia Aroa, notando cómo se sostenía el hombro con fuerza sin dejar de ver al demonio. Sin pensarlo dos veces, y movido por un instinto protector, Ace tomó la mano de Aroa y la apartó de su hombro con brusquedad, revelando una venda que había estado cubriendo la zona.

Cuando retiró la venda de un tirón, lo que vio lo dejó sin aliento. Una mancha oscura se extendía desde el hombro de Aroa, bajando hacia su cuello, como si algo maligno intentara consumirla desde dentro. La marca parecía pulsar, viva, y Ace sintió una mezcla de rabia y preocupación que lo atravesó como un rayo.

—¿Por qué no me dijiste nada? —le espetó Ace, su voz temblando de emoción contenida.—¿acaso esa es la razón por la que caíste del techo?

Aroa, con la mandíbula apretada, se giró hacia él con una mezcla de frustración y desafío en su mirada.

—Pensé que era una maldita reacción alérgica, Ace —respondió, su voz teñida de irritación—. Jack dijo que eso era lo que parecía, estabas ahí.

Elon soltó una risa suave, burlona, que hizo que la piel de Ace se erizara.

—Para ser una bruja, deberías conocer mejor las consecuencias de hacer tratos con demonios —comentó Elon con una sonrisa insidiosa.—Demasiado ilusa.

witch | portgas d. aceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora