treinta y tres

623 93 88
                                    

n.a: me van a amar, yo lo sé
consideraré sus comentarios como regalo de mi cumpleaños (3/9)






[• • •]









Ace despertó lentamente, con los ojos parpadeando a medida que su mente luchaba por salir del velo del sueño. Sintió el peso familiar del cansancio en su cuerpo, ese tipo de agotamiento que viene después de un largo tiempo sin descansar, pero había algo más, una sensación extraña que no podía definir del todo, un alivio en su pecho del que desconocía su origen.

Se quedó mirando al techo de la pequeña habitación, tratando de recuperar el hilo de lo que había soñado. Fragmentos dispersos flotaban en su mente como trozos de papel en un viento suave, deslizándose por los bordes de su memoria. Intentó aferrarse a uno de ellos, pero solo logró recordar una sonrisa. Una sonrisa cálida, llena de algo que él no podía descifrar.

Era la sonrisa de Aroa.

Ace frunció el ceño, sintiendo una punzada de confusión mientras el sueño comenzaba a desvanecerse por completo. Pero en lugar de disiparse por completo, la imagen de Aroa permaneció, ahora acompañada por la claridad de sus ojos. Podía verlos claramente en su mente, esa mirada color ámbar firme y segura que ella siempre tenía, con un brillo que parecía esconder una risa interna. Y luego, más detalle. El pequeño lunar justo bajo su ojo izquierdo, uno que él había notado antes pero que, por alguna razón, ahora se sentía mucho más presente en su mente. Era su favorito, recordó, con un extraño reconocimiento.

Sacudió la cabeza, como si pudiera sacarse esos pensamientos de encima. "¿Por qué estoy pensando en eso?", se preguntó, sintiendo una incomodidad que no podía explicar. Ace intentó recordar algo más del sueño, cualquier cosa que le ayudara a entender por qué esos detalles seguían rondando en su cabeza. Había algo más, una imagen fugaz de ellos juntos, pero no podía precisar qué sucedía exactamente. Solo podía sentir el calor, una cercanía que lo había dejado sin aliento, y se encontró cubriéndose la cara con ambas manos en un gruñido, una mezcla de sorpresa y negación.

—No debería estar pasando—se dijo a sí mismo, tratando de imponer algo de lógica a la maraña de pensamientos que lo asaltaban.—No me lo permitiría—Ace dejó escapar un suspiro frustrado, y finalmente se incorporó en la cama, sentándose con la espalda recta.

Su mirada bajó inconscientemente a su propio pecho, donde una cicatriz grande y áspera se extendía por su piel. La marca de Marineford, una herida profunda que había dejado su marca de forma permanente. A pesar del tiempo que había pasado, aún sentía una punzada de disgusto cada vez que la veía. Una especie de vergüenza que no lograba borrar, ni siquiera con todas demás las cicatrices de las batallas que llevaba con orgullo. Pero esta era diferente. Esta cicatriz lo hacía sentirse... vulnerable. Sin pensarlo, sus dedos alcanzaron el borde de la tela de su camisa para vestirse, como si buscara cubrir la cicatriz de alguna manera.

Mientras tanto, su mente seguía nadando en ese torbellino de pensamientos que no podía comprender del todo. Cada vez que cerraba los ojos, la sonrisa de Aroa volvía a aparecer, como si su mente se empeñara en recordársela. Esa sonrisa que no debería significar nada más allá de la amistad, ¿verdad? Ace sacudió la cabeza otra vez, sintiendo un pequeño escalofrío recorrerle la espalda.

—Estoy cansado, eso es todo—se dijo a sí mismo, como si al repetirlo lo hiciera más cierto.

Pero, incluso mientras se decía estas palabras, no podía ignorar el nudo que comenzaba a formarse en su estómago, la sensación de que algo había cambiado y él no estaba listo para admitirlo. Ni siquiera a sí mismo.

witch | portgas d. aceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora