cuarenta

718 82 117
                                        








Ace fue el primero en despertar. Parpadeó un par de veces, aún somnoliento, y lo primero que notó fue el peso familiar de Aroa acurrucada contra él. Aunque no era la primera vez que dormían juntos, esta vez se sentía diferente. Había una calma, una intimidad más profunda que lo envolvía, y por un momento, Ace simplemente se quedó allí, disfrutando del silencio y de la sensación de tenerla tan cerca.

Podría acostumbrarse a esto.

Observó su rostro, relajado en el sueño. Sus pestañas eran largas y oscuras, contrario a su cabello rubio, proyectando pequeñas sombras sobre sus mejillas. Sin pensarlo demasiado, Ace alzó una mano y apartó suavemente un mechón de cabello que caía sobre su frente. Sus dedos trazaron el contorno de su pómulo, deteniéndose justo antes de llegar a la curva de su mandíbula. Aroa murmuró algo inaudible en su sueño, pero no se despertó.

Ace esbozó una sonrisa y, con ternura, dejó un suave beso en su frente, inhalando el aroma de su cabello mientras la abrazaba con más fuerza. En ese momento, se sentía protector, como si, al tenerla entre sus brazos, pudiera protegerla de todo el caos del mundo exterior e incluso de sí mismo. Era un sentimiento nuevo para él, pero no del todo desagradable.

—Puedo acostumbrarme a esto —volvió a asegurar mientras apoyaba su barbilla en la parte superior de su cabeza.

Pero justo cuando el cansancio lo invadió de nuevo, sintió la familiar somnolencia de uno de sus episodios de narcolepsia. No hubo tiempo para resistirse; se dejó llevar por el sueño una vez más, sonriendo al pensar que no había mejor lugar para dormirse que allí, con Aroa en sus brazos.

Unas horas después, fue el turno de Aroa de despertar. Parpadeó lentamente, entre confusa y acostumbrada al sentir el peso sobre su cuello. Miró hacia abajo y vio a Ace escondido allí, su respiración profunda y rítmica contra su piel. Aroa resopló, divertida y un poco irritada al mismo tiempo. Intentó moverse, pero el fuerte agarre de Ace no se lo permitió. Su brazo estaba firmemente alrededor de su cintura, sujetándola como si fuera su salvavidas en medio del océano.

—¿Ace...? —se quejó, intentando moverse sin despertarlo del todo.

—Quédate... —murmuró él en voz baja, sin siquiera abrir los ojos.

Aroa alzó una ceja. —¿Cuánto llevas despierto?

Ace murmuró algo inentendible, un sonido bajo y gutural que Aroa no logró descifrar del todo, pero estaba claro que no quería soltarla. Cuando Aroa intentó deslizarse fuera de su agarre nuevamente, Ace gimió como si se estuviera quejando, apretándola aún más fuerte contra él.

—Déjame ir, idiota —masculló Aroa, suspirando frustrada.

Ace, con una sonrisa perezosa que apenas asomaba por su rostro dormido, respondió en un murmullo apenas audible: —Solo un poco más.

Aroa resopló, resignada. Sabía que, con Ace, a veces era mejor no luchar. Se dejó caer nuevamente sobre el colchón, exhalando lentamente y mirando el techo, pero en su mente, los pensamientos volvieron a la noche anterior. No estaba acostumbrada a dejarse ver tan vulnerable, pero con Ace, las cosas parecían diferentes. La calidez de su abrazo, las palabras que había dicho... había algo reconfortante en todo eso.

—Gracias, idiota —susurró, sabiendo que él seguía medio dormido y probablemente no la escucharía del todo.

Pero lo hizo. Ace sonrió, con la cara aún enterrada en su cuello, y levantó la mirada con una expresión traviesa de forma rápida. —¿Qué dijiste? —preguntó, fingiendo no haberla oído.

Aroa lo fulminó con la mirada al sentirse atrapada, irritada de inmediato. —Nada. Cállate.

Ace soltó una risa suave, su pecho vibrando contra el de ella. —¿Le estás dando las gracias al gran Ace? ¿Dónde está la Aroa que conozco? ¿La que es demasiado orgullosa!

witch | portgas d. aceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora