veintiocho

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Ace observaba el fuego crepitar en la chimenea, sus pensamientos revolviendo como las llamas que danzaban frente a él. La tensión en el aire era palpable, casi tangible, mientras se preparaba para la confrontación que sabía era inevitable. No podía quedarse en silencio, no después de todo lo que había hablando con Newt.

El niño se había dormido hace unos minutos y Ace había decidido que era el momento.

Dio un paso hacia Aroa, que aún estaba arrodillada frente al fuego, su mirada fija en las llamas. Su voz, cuando finalmente rompió el silencio, estaba cargada de una rabia contenida que había estado a punto de explotar durante todo el día.

—¿Por qué lo tomaste tan mal? —preguntó, su tono lleno de desafío. Sabía que su pregunta era una chispa, y estaba preparado para el incendio que provocaría.

Antes de que comenzaron a hablar, la mujer alzó su mano y susurró una palabra.

Muffliato.—Un encantamiento usado para crear un zumbido inidentificable en los oídos de cualquier persona en las cercanías del lanzador, para permitir conversar sin ser escuchado, Ace había escuchado ese hechizo muchas veces mientras estaban en Impel Down. Aroa no se movió ni un centímetro después de murmurar, su postura rígida mientras seguía enfocada en el fuego. —¿Por qué crees? —respondió con frialdad, su voz tan afilada como un cuchillo, mostrando su intención de no hablar.

Ace no iba a permitir que ella lo evadiera. Dio otro paso adelante, ahora tan cerca que podía ver la tensión en los hombros de Aroa, la forma en que sus puños se cerraban alrededor del atizador de la chimenea. —No creí que te molestaría tanto —espetó, sus ojos ardiendo con la misma intensidad que el fuego—. Pensé que, después de todo lo que hemos pasado, éramos como una familia.

Finalmente, Aroa se levantó lentamente, girándose para enfrentarlo. Sus ojos, oscuros y brillantes, estaban llenos de una furia helada que Ace no había visto antes en ella, estaba confundido. Se acercó a él, sus cuerpos a solo centímetros de distancia, y le habló con un veneno que casi podía palparse en el aire.

—¿Familia? —repitió, con una risa amarga que no tenía nada de humor—. ¿Sabes siquiera lo que eso significa, Ace? ¿O solo estás aferrándote a lo único que te queda de tu pasado?

Ace sintió que la rabia lo consumía ante el comentario tan directo, su mandíbula se tensó mientras daba un paso más cerca, su rostro ahora tan próximo al de Aroa que podía sentir su aliento en la piel. —¡Newt merece una familia! —rugió, su voz resonando en la pequeña sala—. ¡Después de lo que me dijo hoy, no puedo dejarlo atrás!

Aroa no retrocedió ni un centímetro, no se sentía intimidada por nada, al ser de la misma altura ni siquiera debía estirarse para alcanzar a Ace. En lugar de eso, se inclinó hacia adelante, hasta que sus narices casi se tocaban, su propia rabia irradiando de ella en olas. —¡Merece una familia, sí! ¡Pero una normal! —gritó, su voz cortante—. No una donde haya dos piratas, uno supuestamente muerto y la otra prófuga. ¿Qué clase de vida le ofreceríamos, Ace? ¡Sería una condena! Estaría en un peligro constante.

—¡Estás siendo cruel y desconsiderada! —Ace estaba tan cerca de ella ahora que casi podía sentir su ira mezclándose con la suya, creando una tormenta que amenazaba con consumirlos a ambos—. ¡Newt nos ve como una familia, y no pienso romperle la ilusión! ¡No después de lo que ha sufrido!

—¡Ilusión! —Aroa soltó el atizador, dejándolo caer al suelo con un ruido sordo, y lo empujó, clavando sus dedos en el pecho de Ace—. ¡Eso es lo que es, Ace, una maldita ilusión! —se burló, su voz goteando desprecio—. ¿Cómo puedes ser tan ciego? ¡No somos más que piratas que le han dado un poco de atención! ¡Eso no es una familia, es una farsa! Newt merece algo real y no se lo podemos dar, acéptalo.

witch | portgas d. aceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora