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—anexo: Aroa a los 19 años—(imagen generada con IA)

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—anexo: Aroa a los 19 años—
(imagen generada con IA)










[. . . DOS AÑOS ATRÁS. . .]






La tarde en la isla inhabitada, de dominio por la bandera de Barbablanca, era tranquila. Los piratas de la tripulación estaban esparcidos, algunos entrenando, otros descansando bajo el sol o bebiendo aquel whiskey que esperaba en aquellos grandes barriles. Era un día normal en donde Barbablanca había decidido que era momento de relajarse, podía ser un Emperador del Mar pero tampoco era un tirano, sus hijos merecían descansar.

Es por eso que ignorando la molestia de sus enfermeras, desembarcó del Moby Dick y disfrutó del agradable día junto a sus hijos en la bahía bajo una calma que fue interrumpida cuando uno de los vigilantes en la torre dio la alarma.

—¡Algo se acerca a gran velocidad por el mar! —gritó, agitando una bandera roja para llamar la atención de los demás. Soltó un suspiro de cansancio sabiendo que no podría descansar como esperaba. Se acomodó los lentes de sol y le dio la señal a Marco de que se hiciera cargo. Una vez se aseguró de que haya entendido la señal, siguió escuchando la historia de su hijo más joven, quien hablaba entusiasmado de sus hermanos en su isla natal.

Desde la cubierta del Moby Dick, Marco, el primer comandante, alzó la vista siguiendo las instrucciones de su capitán. Sus ojos de halcón divisaron una pequeña embarcación avanzando a una velocidad impresionante. La curiosidad se mezcló con una ligera preocupación; pocas embarcaciones osaban acercarse tan rápido y tan directamente a su territorio, es por eso que usando sus poderes, se elevó por los aires para tener un mejor ángulo de división.

—¿Quién se atreve a venir así de rápido? —murmuró Marco, mientras varios de los piratas dejaban sus actividades para observar la llegada con curiosidad.

A medida que la embarcación se acercaba, se hizo evidente que estaba tripulada por una única figura. El barco se detuvo bruscamente frente a la orilla, y de un salto ágil, una joven mujer pirata de despeinado cabello oscuro y corto, aterrizó en la arena con gracia y una sonrisa confiada.

Barbablanca carcajeó al reconocer a esa mocosa como la palma de su mano.

—¡Aroa! —exclamaron varios miembros de la tripulación, reconociéndola de inmediato.

La chica, de unos 19 años, caminó confiada por la orilla de la playa mientras se alisaba la ropa y sonreía ampliamente mientras saludaba a la tripulación. Era conocida y querida entre los hombres de Barbablanca, quienes algunos la habían visto crecer desde niña.

Casi haberle cambiado los pañales, aseguraría el comandante de la primera división. Marco bajó al encuentro de Aroa, sus ojos llenos de una mezcla de sorpresa y bienvenida.

—¿Qué te trae por aquí, Aroa? —preguntó Marco, cruzando los brazos.

—Estaba cerca, así que aproveché de venir a saludar—respondió ella, lanzando una mirada curiosa hacia Ace al no reconocerlo, quien estaba de pie, observándola con una expresión confusa.

witch | portgas d. aceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora