catorce

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Mihawk.

Aroa apenas tuvo tiempo de reaccionar. La espada de Mihawk pasó rozando su mejilla, dejando una delgada línea de sangre. Giró sobre sus talones y se encontró cara a cara con su hermano. Sus ojos se encontraron en un momento cargado de tensión. La última vez que se vieron, la discusión había sido feroz, y el calor de ese enfrentamiento volvía como un recuerdo que ardía en su mente.

—Luffy, tendrás que seguir solo por unos minutos —dijo Aroa, su voz firme pero cargada de una preocupación latente, no subestimaría a su hermano.

Luffy asintió rápidamente, comprendiendo la gravedad de la situación con una madurez inesperada. —Te alcanzaré, ¡cuídate! —gritó mientras continuaba avanzando hacia la plataforma donde Ace estaba siendo retenido.

Aroa se quedó de pie, con los ojos fijos en Mihawk, sintiendo una mezcla de emociones encontradas. Preocupación por Luffy y Ace, molestia y enojo por la presencia de su hermano, y un profundo dolor por la distancia emocional que los separaba.

—Aroa, siempre tan impulsiva —dijo Mihawk, su voz calmada pero con un filo cortante. —Sabes que no podrás seguir adelante sin enfrentarte a mí.

Aroa apretó los puños, sintiendo la familiar energía mágica recorriendo su cuerpo. —No tengo tiempo para esto, Mihawk. No ahora.

Mihawk arqueó una ceja, su expresión serena. —¿De verdad crees que puedes ignorarme? Sabes que no te dejaré pasar.

Los recuerdos de su última discusión inundaron la mente de Aroa. La furia, las palabras hirientes, la sensación de traición. Era como si el calor de esa pelea aún ardiera en su piel.—Esto no es solo sobre nosotros —dijo Aroa, sus ojos brillando con una mezcla de determinación e ira. —Hay cosas más importantes en juego. Ace está en peligro, y Luffy... —Su voz se quebró ligeramente, pero recuperó la compostura rápidamente para que no se notara, lastima que la conocían demasiado bien. —Luffy no puede hacer esto solo.

Mihawk mantuvo su mirada fija en ella, su expresión inmutable. No se habían visto a la cara hace años, podían reconocer el paso del tiempo en el rostro del otro.—Entonces demuéstrame que puedes pasar. Demuéstrame que estás dispuesta a hacer lo necesario.

La tensión entre ellos era palpable. Aroa sentía su corazón latir con fuerza en su pecho, cada pulsación resonando con la intensidad de sus emociones. La preocupación por Luffy y Ace era un peso constante en su mente, pero la presencia de Mihawk traía consigo una tormenta de sentimientos complicados. Recordaba lo último que ella misma le dijo directamente a la cara, "la próxima vez que nos encontremos, no tendré piedad en ustedes".

—No me subestimes —respondió Aroa, su voz baja pero cargada de una amenaza implícita. —Te enfrentaré si es necesario, pero no dejaré que detengas lo que tengo que hacer.

Mihawk sonrió, una sonrisa fría y calculadora. —Eso es lo que esperaba oír.

Sabía que esta pelea no sería fácil. No solo por la habilidad de su hermano, sino por el conflicto interno que sentía al enfrentarse a él. Pero no podía permitirse el lujo de titubear. Ace y Luffy contaban con ella, y no los decepcionaría. Aroa se preparó para el combate, sintiendo cómo su energía mágica se acumulaba en sus manos. Mihawk ajustó su agarre en la empuñadura de su espada, sus ojos nunca dejando los de ella. Ni siquiera hizo el amago de usar la pequeña espada con forma de cruz que Aroa le había tallado y regalado cuando era una niña. Respetaba a su oponente, respetaba a su hermana. No se contendría.

—Vamos, entonces —dijo Aroa, su voz firme y decidida. —Terminemos con esto.

Con esas palabras, el combate comenzó, y el destino de muchos colgaba en el equilibrio de sus acciones.









witch | portgas d. aceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora