Capitulo 7

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— Duele —  susurró Lina en el crepúsculo de sus pensamientos — duele... —. Su mente, un tumulto de emociones y recuerdos, luchaba por encontrar equilibrio. Este dolor no era como el de las heridas de guerra, era sutil pero desagradable en su totalidad.

Buscando distracción, Lina decidió escapar a un bello paraje imaginario, paseando por un parque pintoresco. Mientras se adentraba en la naturaleza, el aire fresco y los tonos vibrantes de las flores le susurraron una momentánea calma.

Pero esa paz efímera se rompió abruptamente cuando una voz desagradable resonó en su tranquilidad.

— Qué apretado — espetó la voz, desagradable a sus oídos —, vamos, ¿no disfrutas?

Lina guardó silencio, apartando la vista hacia el techo. Sus ojos empezaban a perder su brillo mientras lágrimas silenciosas surcaban sus mejillas.

El pesar se apoderaba de su corazón y su semblante reflejaba tristeza y desesperación.

— Sé que también te gusta. — añadió aquel hombre — Haaa...

El hombre sobre ella bombeando una y otra vez el interior de su entrepierna le resultaba repugnante.

— ¡Oye! — exclamó una voz — ¡Despierta! No puedes dormir por mucho.

La procedencia de esa voz ya no le importaba. De repente, abrió los ojos y lo que se presentó ante ella era completamente diferente de lo que creía estar viviendo. Había sido solo una horrible pesadilla.

— Vamos... ¡Una aguja más! — se hallaba atada a una silla.

De pronto, en su mente, afloraron los recuerdos de lo ocurrido antes de desmayarse.

— Humano — musitó adolorida —, cuando logre librarme, ya verás.

— Si puedes — se burló aquel hombre.

El hombre tomó un plato con cenizas humeantes y Lina supo de inmediato lo que eran: una especie de droga del placer. Acercó tanto esas cenizas al rostro de Lina que ella no pudo evitar inhalar aquel humo.

— Bien, aún faltan tres dedos — anunció aquel hombre mostrando tres finas agujas.

Lina intentó forcejear con las cuerdas para liberarse, pero fue inútil; el conjunto de esclavitud le robaba toda su fuerza.

Aquel hombre tomó uno de los dedos de Lina y con una mirada sádica colocó la punta de la aguja debajo de la uña de Lina. — Aquí vamos — dijo, respirando triunfante. Comenzó a empujar la aguja, haciendo que se deslizara bajo la uña.

Lina abrió los ojos de tal manera que el dolor en ella se hacía evidente, pero pronto se transformó en un placer entremezclado con el dolor. Cuando el hombre dejó de empujar la aguja, ella estaba al borde de desmayarse de nuevo.

— ¿Es en serio? — espetó aquel hombre — Mira nada más, te has mojado y ensuciado el suelo.

Cayó desmayada y su tormento comenzó nuevamente.

Esta vez, en el sueño, regresó a la habitación de Endo.

Permaneció en esa situación durante semanas hasta que el hombre finalmente la liberó y le impartió una orden.

— ¡Tráeme a ese niño! — ordenó él. — Si no lo haces bien esta vez, reduciré la dosis de Fruto de la Alegría que te doy. ¡Ah, y no volverás a esa silla, te irá peor!

Lina no le importaba regresar a la silla, ya que así aumentaba su resistencia al dolor. Lo que le preocupaba era esa maldita droga; no podía soportar por mucho tiempo sin consumirla.

— Como ordenes — respondió resignada.

Ese día, salió de la casa en dirección a los barrios bajos donde se encontraba el niño que aquel hombre le había mandado llevar.

Fracasó nuevamente; el chiquillo se le escurrió y desapareció entre los angostos callejones de los barrios bajos.

— Si tan solo tuviera mi poder sin restricciones — se lamentó — y si supiera de dónde saca esa droga el humano...

"De vuelta a esa casa",  pensó. ¿A dónde más podría ir en esa ciudad? Los guardias no la dejarían cruzar la salida, y las órdenes del hombre abarcaban más allá de las murallas.

— Si hubiera alguien que pudiera librarme de este collar... — suspiraba. Había perdido toda esperanza de escapar; solo le quedaba desear su libertad o la ayuda de alguien.

Al llegar a la casa sin el niño, aquel hombre mostró una sonrisa como si ya esperara ese desenlace.

— No cumpliste — dijo el hombre, sonriente. — Ya no puedo tolerar más de tus errores, debo castigarte.

Le soltó un cachetazo que la hizo caer al suelo. Lina se apoyó en un brazo y se llevó la mano a la mejilla, miró al hombre con odio y este le agarró la mandíbula.

— Eres extrañamente hermosa, ¿te lo han dicho? — comentó el hombre, observándola detenidamente. — Me atrevo a decir que eres más hermosa que una mujer humana. Te catalogaron como Goblin debido a los exámenes genéticos, y aunque eres Goblin, supongo que tu madre fue una elfa. Pero esa piel pálida es rara entre los Goblins... Ya veo, eres un espécimen único, fruto de los genes, un Goblin Pálido y una elfa o eso supongo.

El hombre se puso de pie y se sentó en una silla, permaneció en silencio mientras Lina se ponía en pie.

— Así que pasó eso... — murmuró el hombre, sorprendido. — No creí que esos Astutos Bastardos lograran su objetivo.

Lina no entendía a qué se refería el hombre, y con temor se atrevió a preguntar: — ¿A qué te refieres? — El hombre la miró con una sonrisa y luego se llevó la mano a la barbilla.

— ¿Quieres conocer la verdad? — el hombre se acomodó el pantalón, revelando su virilidad y el vello púbico que la adornaba—. Chúpalo y te lo contaré, y así no menguaré tu dosis de Fruto de la Alegría.

Lina, al escuchar esas palabras, se sintió desesperada y se arrodilló, gateando hacia la entrepierna del hombre que permanecía en su asiento. Su cuerpo reaccionaba por instinto, mientras en su interior un grito de rabia e indignación resonaba ante la desesperación que la embargaba.

Al llegar a su destino, se detuvo en seco antes de tocar el miembro del hombre. Por primera vez en mucho tiempo, lograba recuperar el control sobre sí misma aunque sea por unos segundos. Pero la necesidad de más de esa droga fue avasallante.

Tocó el miembro flácido con cierto asco y una mueca de desprecio hacia el hombre, quien con una sonrisa lasciva dijo: — Adelante, es todo tuyo, ponlo en su plenitud —. Lina, mostrando su disgusto en su rostro, comenzó a manipular el miembro flácido hasta que creció y se erigió en plenitud.

Cuando la cosa se puso completamente firme, Lina no pudo evitar burlarse en silencio al recordar el tamaño de su miembro en su vida anterior. "¡Es más pequeño!" pensó con arrogancia. Expresando su repugnancia con el gesto, sacó su lengua rosada y le dio una lamida a la punta de esa miniatura.

— Hace algunos años, mientras transportaba unas esclavas por el reino de Bálzar, un grupo de Goblins pálidos me detuvo, creí que ese era mi fin — comenzó a relatar el hombre con una expresión excitada —. Pero grande fue mi sorpresa al ver que tenían intenciones de comprarme algunas esclavas y obtener información. Incluso compartieron cerveza de baja calidad conmigo. Les vendí un par de esclavas enfermas y les di información sobre la carroza de la Princesa Elfo que había llegado a ese reino en un viaje diplomático. Pretendía que murieran en el intento de capturarla. Según ellos, ansiaban crear el Goblin Perfecto, un arma tan formidable como ellos y capaz de manejar la magia como los altos elfos. Con el poder de rivalizar con el Rey demonio y los héroes para liberarse del dominio de los demonios y dejar de ser despreciados por otras razas. Al parecer, lograron su cometido. Tú eres la prueba de ello. Un goblin capaz de enfrentar a los héroes y reducir ciudades a escombros.

Lina la Goblin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora