Capítulo 1

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Un año había transcurrido, del tiempo de esclavitud que Lina arrastraba consigo, aunque en esta etapa su situación había conocido una mejora, aún era presa de la adicción al fruto de la alegría, aunque ahora lograba contenerla en mayor medida.

¿Qué sucesos habían moldeado su destino? Después de que la reina Ariel la tomara bajo su dominio en aquella casa, la transportó a su pequeño reino, en un conjunto de frondosos bosques bautizados como Elfestadia.

En aquel frondoso bosque, Lina quedó sumida en un extraño letargo durante un mes. Durante ese tiempo, los elfos se deshicieron del collar que la oprimía, el cual no solo forzaba a Lina a cumplir órdenes, sino que también la volvía más dócil.

- Qué crueles son los humanos - musitó una de las Elfas que cuidaba de Lina-. Son verdaderos incivilizados.

A los ojos de los Elfos, los humanos representaban una raza inculta que desencadenaba guerras y dañaba la naturaleza.

Estas mismas Elfas no podían sino observar a Lina con desprecio y cierta lástima, dada su condición de Goblin. Cuando la reina llegó, les encomendó la tarea de cuidarla mientras permaneciera en su letargo. - Escuchen, ese Goblin es parte Elfo, es hija de una de las doncellas que pereció en ese cautiverio - indicó la reina antes de encomendarlas.

Además del desdén por Lina, las Elfas sentían curiosidad. Nunca antes habían visto un Goblin con tales características. Al principio, pensaron que su belleza se debía a la sangre elfa que también corría por sus venas, pero al observar sus ojos y cabello, llegaron a la conclusión de que todo se debía en parte a sus genes, aunque algo más subyacía en esa transformación.

Al liberarla del collar, una enorme presión se cernió sobre ellas. Sus corazones latían con fuerza y les costaba respirar, sus sentidos estaban en alerta máxima. No eran las únicas en sentir esa presión; toda la ciudad elfica parecía verse afectada. El poder suprimido de Lina se desbordaba, escapando de su ser.

- Esta presión es... - afirmó una de las Elfas con seriedad -. Hace mucho que no la experimentaba.

- Es similar a aquella vez - dijo la otra, ajustándose el cuello para respirar mejor -. Es como la presión de un Rey demonio. Es poderoso.

Ambas se centraron en su labor y sanaron las heridas de Lina, limpiaron su cuerpo y la vistieron con nuevas prendas. El sudor brotaba de sus pieles, algo que les resultaba desagradable. Consideraban que sudar era sinónimo de esfuerzo y miedo, algo que un elfo no experimentaba, ya que eso estaba reservado para los humanos.

- Bien - expresó una de ellas -. Ahora viene el paso final.

Una de ellas abrió una caja, revelando un collar de tono verde. La otra lo tomó y lo colocó alrededor del cuello de Lina.

Así la dejaron, solo ingresaban a la habitación para alimentarla con papillas y atender sus necesidades.

Un día, Lina abrió finalmente los ojos, incorporándose rápidamente para examinar su entorno, y pronto las Elfas la sujetaron. Se encontró con la reina, quien ordenó que las dejaran a solas para conversar.

- Dime, niña, ¿cómo te llamas? - comenzó la reina -. Mi nombre es Ariel.

Lina, mirándola con cierta desconfianza, respondió: - Lina -.

- Oh... qué bonito nombre - la reina parecía algo contenta -. ¿Y qué has hecho en todo este tiempo, antes de convertirte en esclava?

- ¿Cómo puede estar tan segura de que no fui esclava toda mi vida? - cuestionó Lina -. ¿Qué le hace creer eso?

La reina percibió la desconfianza de Lina y bajó la mirada.

- Bueno... Puedo intuirlo porque posees un poder impresionante; es raro ver a un Goblin fuerte en cautiverio - dijo, comenzando a jugar con sus dedos -. Bueno... ¿Y tú? ¿La pasaste mal?

- ¿Qué es lo que busca de mí? - dijo Lina con cautela y molestia. Aunque vagos sus recuerdos, recordaba vívidamente a esa elfa; jamás podría olvidarla, fue la misma que la alimentó en sus primeros días de vida.

- Bueno... ¿Te gustaría vivir en el palacio? Aquí con los elfos. Sé muy bien que eres mitad elfo por tu aspecto, así que no veo el problema - dijo ella, sin dejar de jugar con sus dedos.

Lina no podía dejar de desconfiar de esa elfa. Le agradecía por liberarla de la esclavitud, pero eso no cambiaba el hecho de que...

Un grito desesperado y triste rompió el silencio en esa sala, sorprendiendo a Lina, seguido de un llanto.

- ¿Qué acaba de decir? - preguntó Lina consternada por las palabras de la reina.

- Lo que acabas de oír - respondió la reina, agachada y evitando mostrar su rostro -. Soy tu madre.

Desde ese momento, ambas quedaron en silencio, solo interrumpido por los sollozos de la reina.

Lina quedó atónita ante la revelación impactante de que la reina Ariel era su madre. Un torrente de emociones y preguntas invadió su mente mientras intentaba asimilar la información. Aunque persistía la desconfianza, la conexión de sangre no podía ser negada.

Rompiendo el silencio, la reina se esforzó por explicar la complicada historia de su nacimiento y la razón detrás de su separación.

- Mi error fue haberte odiado el día en que naciste - confesó -. Pero me encariñé contigo en ese breve lapso en que te alimentaba. Cuando supe que te habían vendido, debo admitir que no me importó mucho y en cierto modo pensé que era mejor así. Creí que nunca más volvería a verte hasta hace poco.

Aseguró que deseaba enmendar su error y ofrecerle una vida digna en el palacio junto a los elfos, aunque entendía completamente la desconfianza de Lina.

En el trance de la incredulidad se hallaba Lina, sin poder soltar aquellas afirmaciones; al pensar, ¿no parecía todo demasiado sospechoso? La elfa que la cuidó en sus primeros días ahora aseguraba ser su madre.

- ¿Cómo puede estar tan segura de eso? - preguntó Lina -. Su hijo pudo ser cualquier otro Goblin.

La elfa le dirigió una mirada intensa y respondió - Estoy completamente segura. Recuerdo a ese bebé Goblin como si hubiera sido ayer el día en que lo traje a este mundo. Esos mismos ojos dorados y rojos, la piel de un verde muy pálido y los cabellos blancos. También recuerdo que era una niña.

Lina no encontró argumento en contra.

Fue en ese momento cuando ingresó a la habitación un elfo alto y delgado, de mirada claramente altiva.

- Así que esta es tu bastarda, ¿por qué no la aniquilaste apenas la encontraste? - expresó con desprecio.

Algo se encendió en el interior de Lina. Se sentía insultada y no lo iba a permitir; ya había soportado demasiados insultos durante su cautiverio.

Con una reacción veloz que ningún ojo en ese mundo habría logrado seguir, Lina se plantó frente al Elfo, quien intentó esquivarla instintivamente, pero era tarde. Lina lo tenía sujeto por la cara, lista para arrojarlo al suelo, cuando se escuchó una súplica.

- ¡Espera! - rogó la Reina.

Lina soltó al elfo, cuyo rostro llevaba la notoria marca de la mano de Lina, mostrando el terror que lo invadía al soltar un grito desgarrador y perder el control de sus funciones, orinándose en el acto.

- Monstruo -exclamó-, ¡un monstruo! ¡Alguien, hagan algo!

Sus ojos desesperados buscaron la mirada de la reina, suplicando ayuda mientras pronunciaba llamados urgentes a los guardias.

Los guardianes irrumpieron en el recinto, y aquel elfo que se había acercado a la reina la sujetó de la muñeca, arrastrándola hacia él para asestarle una bofetada llena de ira.

- Maldita perra -vociferó el elfo al golpearla-, ¡has traído a un monstruo a nuestro hogar!

Estaba a punto de propinarle otra bofetada, mas fue interrumpido por la rápida intervención de Lina, quien con una fuerza impresionante le fracturó los huesos de la muñeca.

Los guardias, atónitos ante el suceso, se lanzaron hacia Lina con la intención de detenerla, pero ella los desbarató con asombrosa facilidad, estampándolos contra el suelo en un abrir y cerrar de ojos, dejándolos sin vida.

Lina la Goblin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora