IX

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La mesa del comedor era muy grande, más de lo que necesitarían tres personas para tener una cena incomoda.

Lang juró mil veces que ni siquiera recordaba la cena pero Morgan seguía pensando que todo había sido un sucio juego de la contraria para llevarla a su casa.

— Y bien, Morgan. —Su nombre sonaba tan tétrico en boca del hombre, no responderle no era opción. — ¿Qué hay de ti? ¿Quién eres?

— Bueno, no sé cómo responder a esta pregunta. —Dijo asustada.

— Padre, basta por favor. — Lang intentó ayudar a su amada pero era su padre al fin y al cabo.

— No estoy haciendo nada malo. —Respondió Boris — Es una pregunta que le haría a cualquier persona.

— Pues, simplemente soy yo, Morgan. — La respuesta fue agradable para el hombre, era una persona simple al igual que su hija, en realidad casi cualquier respuesta le hubiera agradado. Lang aprovechó el ver a su padre feliz para decir la noticias de los cazadores, así aprovecharía para desviar el tema de su mate.

— Debo decirte algo importante padre. —Frotó sus manos entre sí mientras encontraba las palabras correctas. — Morgan y yo encontramos cazadores en su escuela, no parecen habernos detectado pero están muy cerca.

— ¿Esto es verdad? Mandaré a un grupo para investigar. —El aura de la habitación cambió gracias a aquel susto, cazadores el mayor terror.

— Me encargaré de eso con Samuel junto y un grupo para investigar, Mary también está enterada, ella se encargaría de otra patrulla.

— Entonces mandaré a mejorar la seguridad de la zona, las patrullas tendrán que ser más exhaustivas. — Morgan yo no solo era consciente del peligro que corrían, es que ahora, sintió sus piernas temblar hasta ver a ese hombre tan imponente tener miedo.

— No permitiré que algo vuelva a suceder.

— No hables de eso por favor Padre, no es momento. 

Entonces la conversación se volvió aún más incómoda.

— Creo que debería retirarme en este momento —Comentó Morgan para poder huir de aquella cena. —Mi madre debe de estar esperándome.

— No lo creo Morgan, al menos por el momento deberías quedarte en nuestra casa, al menos hasta saber qué es lo que sucede. — Boris no parecía medir sus palabras pues solo lograba sonrojar a su hija con ideas que claramente solo eran ficticias y molestar un poco a Morgan que simple y llanamente quería volver a su casa. — No es seguro que andes por la ciudad.

— Estaré bien, vivo en una zona segura y si estoy en peligro puedo llamar a Lang.

— No comprendes el riesgo al parecer, eres un licántropo ahora, los peligros que puedes correr no son los mismos.

— Es verdad Morgan. —Continuó Lang con la voz baja para no molestar. — Aún no sabes transformarte, ni siquiera aullar, así no podrás defenderte tu sola.

— No importa, quiero regresar a mi casa.

— Me agrada tu carácter. — Reafirmó Boris. —Pero sigue siendo peligroso. Morgan sintió una especie de obligación para quedarse en aquella casa, esa misma sensación que tenía cuando Lang le daba una orden.

— En verdad no quiero. — Se quejó. — Iré a mi casa. Los dos se sorprendieron pues Morgan pudo desobedecer la orden de un alfa. Tal fuerza y poder en verdad alegraron a Boris, se enorgulleció casi como si esa omega fuera su hija. Ella en verdad era una luna apropiada para la manada.

— Quédate solo esta noche, el día de mañana me encargaré de que estés segura en tu propia casa. — Habló el hombre. 

Al ser una petición amable y no una orden Morgan terminó aceptando con la única condición de no compartir la habitación con la licántropa que tenía a su lado. Una vez más Morgan se preguntó en que momento había aceptado pasar la noche ahí, en que momento sus libros de fantasía se habían vuelto reales y lo más importante de todo ¿Por qué carajo Lang no había cumplido la parte del trato que la mantenía fuera de su habitación?

— Solo quiero que estés bien.

— Ya te lo dije mil veces, estoy bien, puedes ir a tu habitación.

— Pero no estoy molestando.

— ¡Dije largo Lang! déjame sola.

— Puedo transformarme si lo prefieres, así parecerá que estés sola.

— Lang, ya estoy en tu casa ¿Qué más quieres de mí?

— Bien, bien, puedo irme pero quiero que sepas que no estoy muy feliz con eso. — Lang, completamente resignada dio la media vuelta, Morgan podía percibir esa aura animal diciéndole lo triste que hacía sentir a Lang el irse, no solo el aura sino que un quejido lastimero muy acorde a un cachorro escapó del pecho de la alfa.

— Me sorprende. —Comenzó Morgan quien no quería hacer sentir mal a Lang. — Que no parezca importarte el que apenas entienda este mundo, que me trates como si nada.

— Bueno, eres mi mate, no me importa como seas, voy a estar para ti. —Contestó muy emocionada pues ahora no tenía que irse de la habitación, no por lo menos mientras la conversación continuara así que haría hasta lo imposible por mantenerla.

— Pero no es así Lang, eso no es amor ¿Cómo quieres estar toda una vida conmigo si no me conoces?

— Bueno, la Luna no comete errores, sé que si estamos juntas será por algo bueno, confío en eso. —Ambas se miraron fijamente, pensaban que la contraria era atractiva pero solo eso, Morgan no podía sentir nada más.

— ¿Y si no es un error? ¿Y si tan solo yo amara a alguien más? — Lang se alarmó, no consideraba que, le gustase o no, Morgan había sido humana hasta ese momento de su vida ¿Y si eso afecta las decisiones de la luna? Pensó. Tomó su tiempo para analizar pero al final decidió confiar en la luna pues eso había aprendido y ella jamás fallaba.

— Sé que no hay alguien más. —Terminó diciendo. —Pero supongo que si lo hubiera, si tu quisieras irte no podré decirte nada, solo rezaré para que en algún momento te des cuenta de lo que significa todo esto. —No fue la mejor respuesta y Morgan lo sabía, sin embargo había quedado bastante satisfecha con esta pues Lang estaba dispuesta a respetarla. 

— No creo que esto esté bien.

— ¿Por qué no? ¿A caso hice algo malo? — Morgan lanzó una mirada matadora a Lang recordándole que ella la había convertido en eso. — Bueno, otra cosa aparte de esto.

— Supongo que no.

— Exacto, además, el amor no es magia, el amor crece y se desarrolla, quizá en algún momento te des cuenta.

— Eso sería obligarme a sentir algo Lang, no puedo hacer eso.

— Nunca dije que te obligaras, solo te pido que por favor no te niegues, deja las cosas fluir, quizá te sorprendas.

Morgan se quedó pensando en esa frase, Lang sonaba razonable, incluso hablaba de forma coherente, sin enredarse o tener problemas. Todo era tan nuevo pero poder oír ya no solo su propio corazón sino que también el de Lang, se escuchaba tan calmada, ni un rastro de inseguridad en aquellas palabras.

— Puedes quedarte aquí. — Terminó por aceptar. — Pero solo como un lobo.

Poco ConvencionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora