Todas las personas tiene un sonido similar pero único, un ritmo que parecía música, como una melodía para cada persona, Lang era muy consciente de ello, a tal punto que no tenía que ver u oler a las demás personas para saber quiénes eran o entender sus emociones dependiendo que tanto se alterarán las pulsaciones del corazón (Aunque regularmente las confundiera porque, eso, que es un poco distraída), pero cuando alguien está enojado estos sonidos se vuelven confusos, los latidos alterados, la respiración bruta, le resultaba muy difícil diferenciar entre personas, todo era igual cuando la rabia se apoderaba de alguien. En cambio el olor, mierda, ese no se iba a ningún lado, y si bien no era mágico, no te decía emociones así como el sonido medianamente podía hacer, este si era inconfundible, porque nada puede alterar ese hedor, la putrefacción, ese aroma que le dió ahorcadas que no pudo disimular, Samuel por su parte también pudo percibir el aroma, pero no le causaba nada, o nada directamente, más bien el miedo que sentía provenía de los sonidos a la distancia y sin duda alguna de la reacción de la alfa.
— Ese es Yilan ¿Cierto? — Preguntó en un susurro, ante la falta de respuesta de la alfa Samuel no tuvo más que traducir ese silencio como un si.
— Huele igual.
Igual a ese día.
Igual.
Exactamente igual al día que perdió a su mamá.
Entonces pues. la rabia y el miedo comenzaron a hervir la piel, con esa indecisión que la tenía atrapada entre la poderosa idea de salir corriendo lo más lejos posible, que era una respuesta meramente instintiva, o la mucho más primitiva necesidad de pelear hasta que la sangre nublara su vista.
No estaba lista, claro que no, seguro que ese monstruo solo traería armas de plata, no era tonta, sabía que incluso en su mejor momento terminaría muy herida. Pero su vista no necesitaba estar llena de sangre para estar nublada.
Caminó a paso firme con dirección al olor, lento pero sin detenerse a pensar la estúpida decisión que estaba tomando.
— Lang, por favor, vámonos de aquí, solo estamos nosotros dos. — Volvió a murmurar Samuel.
— El olor es fuerte, pero no está aquí.
— ¿Qué?
— Estuvo aquí, dejó algo.
— No digas tonterías, te lo pido, Lang, tienes que regresar, no quiero que mueras, por favor.
Sollozó.
Porque era su amiga y sin duda se sentía desesperado, verla tan abatida, enferma, fuera de sí en general. Eran niños en una guerra, bueno si, adultos jóvenes, pero tan jóvenes que apenas y podían entender que era lo que en realidad estaba sucediendo, viéndose absorbidos por una insaciable avaricia, un odio irracional que no les competía pero habían terminado enredados en ella, peleando por lo que creían correcto pero al mismo tiempo atrapando a muchos otras quienes ni siquiera tenían relación con Yilan.
En el último paso, cuando la tensión del ambiente podía sentirse al respirar, ese momento antes de saber cuál era la "sorpresa" que Yilan les había dejado, con el miedo recorriendo todo su cuerpo Lang sintió ese pellizco mortal que todo niño teme cuándo ve a sus padres saliendo de la escuela con una boleta de malas calificaciones. Un jalón de oreja que casi la tira al suelo y le recordó que tal vez no era tan fuerte como creía, estaba segura que por poco pierde esa parte del cuerpo, en verdad le dolió.
— ¿¡Se puede saber en qué carajo estás pensando saliendo corriendo así!? — El enojo en la voz de Mary la hizo temblar, su amiga no se enojaba con nada y ahora estaba iracunda frente a ella. Podía jurar que incluso estaba ligeramente roja de la cara, pero seguro que era solo una ilusión porque eso era imposible.
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Poco Convencional
Science Fiction¿Quién ha de creer que los mundos de fantasía existen? Claro que Morgan no lo creía, ni cualquier persona normal hasta que una chica torpe llegó como estampida a su vida diciéndole "Te amo" " Estamos hechas la una para la otra" Y aunque eso no era...