XLV

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Alaia se despertó en un cuarto extraño, con un piso de madera muy similar al de su casa, paredes blancas que demostraban una sobriedad impresionante, una gran ventana que mostraba un pequeño edificio justo enfrente, nada como en su casa, su pueblo dónde todas las casitas eran iguales pero acogedoras, dónde había vivido desde que nació.

Giró sobre la cama, ya sabía que Morgan estaba con ella, podía olerla y eso le encantaba, le encantaba poder haber logrado ese bello algo con la omega, ya no sabía si eso la hacía tonta o necia, pero sin duda feliz, así que ya no quería pensarlo nunca más.

Que sonrisa tenía, sin duda, eso solo significaba una cosa, en efecto del antídoto ya había pasado así que debía tomar más.

Se levantó quietita y en silencio una vez más. Tomarlo era una tortura, su cuerpo dolía, sus emociones al carajo, se humillaba, los vómitos, todo, pero debía de hacerlo.

El deber, esa sensación intrínseca suya, que bien en secreto odiaba con todo lo que tenía, porque podía ver a los humanos tan tranquilos abandonando a los suyos por su bien, y a parte de parecerle repulsivo pues ella jamás lo haría, lo deseaba, deseaba irse muy lejos y desaparecer para siempre de todo y de todos.

Mierda, estaba pensando estupideces por las drogas, seguro era solo eso. No se perdonaría si no se tratara de la droga.

Quedaban por lo menos otras tres dosis del antídoto/medicina/maldición, por lo menos tres días más de ser completamente inutil... ¿Y si tan solo se tomaba todo? ¿Qué era lo peor que podía pasar? Ya había soportado una cantidad abrumadora de veneno ¿Por qué no podría tolerar el antídoto?

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— Angela, por favor, escúchame de una vez, no debemos estar en medio de todo esto.

— Siempre te escucho, te creo todo lo que dices, te sigo a todos lados, pero estás pasando un límite David.

— Es en serio, carajo, ellos no mataron a nuestros padres, no tenemos porqué quedarnos aquí,

— ¿¡Y si así fuera, que David!? ¿Si no hubiesen sido ellos quienes mataron a nuestros padres significaría que ya no podríamos pelear por lo que nos parece correcto?

— ¿Y me quieres decir que es lo correcto?

El chico lo tenía claro, no debía de involucrarse en una guerra de la que seguro saldría mal parado, porque que Lang no estuviera lista apra pelear no significaba que el resto de lo licántropos no lo estuviera, y ahora que había comprobado sus habilidades y que ya había sido testigo de su fuerza, bueno, decir que les tenía respeto era quedarse muy corto.

— Matar a esos monstruos, que aunque no hubieran sido nuestros padres la gente sigue perdiendo la vida en sus manos, ¿Es que las demás personas no valen la pena?

Los hermanos se sentaron juntitos, habían salido a "caminar un rato" solo para poder hablar mientras las estrellas los cubrían, pero ahora solo estaban cansados de esa pelea estúpida., en medio de un parque semi vacío (de no ser por alguna pareja de jóvenes que aprovechaban de "otras maneras" el lugar)

— Ya, no creo que ellos hagan eso.

— Te frieron el cerebro.

— No, algo mucho más raro, me dejaron entrar a su hogar.

Angela saltó después de escuchar las palabras de su hermano, no podía creer lo que acababa de decirle, era una tontería, algo ridículo, una insensatez ¿Cómo que había entrado a su hogar?

— ¿Qué carajo estás haciendo David? ¿En verdad te atreviste a ir hasta el pueblo?

— Le dí el antídoto a la alfa que te salvó la vida y ella me enseñó los registros de la manada.

— Estás loco, Yilan te va a matar.

— Por eso quiero que nos vayamos Angela, por favor, podemos hacer nuestra propia vida, sabemos como cuidarnos, no podemos ser parte de una guerra que parece todo menos una pelea justa.

— ¿Y qué le diremos a Yilan? Él nos cuidó y nos acogió cuando nos quedamos solos.

— Nada, nos podemos ir justo ahora, de cualquier manera, no tenemos nada en ese lugar y lo sabes.

— No quiero solo irme, me niego, este es mi hogar.

— Yo no voy a regresar Angela, por favor solo ven conmigo, no me quiero quedar sin familia.

— Yo...no puedo hacerlo David... en verdad quiero.

— ¿Qué quieres? — David se levantó, quería dejarle el punto bien claro a su hermana y no podía hacerlo estando sentado. — ¿Quieres ir a matar niños? ¿O prefieres que te maten a ti? Solo recuerda que no es una bala, recuerda el dolor de la mordida y ahora piensa que te arrancan la piel.

— Quiero luchar por lo que creo, eso es todo.

— Ojalá te des cuenta de lo mal que estás, en verdad.

— Ya no importa, Yilan movió a un grupo de hombres rumbo a su pueblo.

— Angela, ya no están ahí, viajaron a la manada de Albus, Lang es muy descuidada y me enseñó papeles que no debía sin darse cuenta.

— No te preocupes David, Yilan ya sabía eso.

David lo tenía más que claro, no se involucraría nunca más, pero ahora ya no se trataba de una simple idea, era su nueva realidad, una que debía afrontar, iniciar una nueva vida lo más lejos posible.

Le dolía el corazón el solo pensar dejar a su hermana, pero no era un verdadero adiós, jamás haría algo como eso, conseguiría un trabajo y un departamento, después regresaría por ella, le mostraría que podían vivir diferente y estaba seguro que la seguiría, porque, pese a ser diferentes, al final se necesitaban.

— Entonces me voy, no te pienso molestar.

— David, no te puedes ir.

— No trates de detenerme, en verdad, no pienso ser parte de toda esta mierda.

— No, no se trata de eso David, no puedo dejarte ir, Yilan me pidió que te arrestara, sabe que algo va mal contigo, me pidió que... no importa, solo ven conmigo, te lo ruego. — Uy, eso no dolía, quemaba en el pecho de ambos, porque no querían lastimar al otro pero hacían lo que creían correcto, que para mal, una cosa que en verdad hacía que todo el mundo se diera cuenta de que eran hermanos era su inquebrantable moral.

— ¿En verdad vas a hacerlo? ¿A tú hermano?

— A quien sea necesario si se trata de salvar a la humanidad de esas bestias.

— Pensé que eras mucho mejor Angela, que pensabas un poco más.

— Puedo decirte lo mismo.

¿Pelear? No querían, 1. Porque obviamente eran hermanos y se amaban, no hacía falta recalcar y 2. Porque los dos eran muy buenos y terminarían lastimados si se atrevían a compartir algunos golpes.

— Por favor David, te lo pido, ven conmigo. — Rogó. — Sabes que debes hacer lo correcto.

Hacer lo correcto, estaba tan abierto a la interpretación, porque hacer lo correcto no era atacar a un pueblo que, literalmente, no le hacía ningún mal a nadie.

— Tienes mucha razón, tengo que hacer lo correcto, no puedo solo irme.

— Gracias.

— No me entendiste.

Poco ConvencionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora