XXVIII

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No era blanco ni negro.

No era acogedor, pero tampoco un lugar frío. No calidez, es que de no ser, ese lugar no era nada, ni siquiera era un lugar.

Una emoción, una sensación. Morgan notó entonces que en realidad se trataba de algo más que solo una alucinación, más haya de lo que siquiera se había imaginado hasta ese momento de lo que en realidad significaba ser un licántropo.

Sentía su cuerpo como una masa amorfa, flotando, cada célula bailaba dentro de ella, algo más que místico. Sintió fuerza, mucha fuerza que no era comparable a nada de lo que hubiera conocido, un poder que no se podía explicar con palabras.

Cada sensación volvía a la normalidad, es que en realidad el ritual no duraba ni siquiera cinco minutos a pesar de que para Morgan hubiera resultado en una experiencia de más de una hora, lo que en realidad duraba era un simple parapeo, un momento en el que la Luna brillaba luciendo a su nueva Luna y presentándola con otras manadas (Aunque en este caso y debido a los problemas con los cazadores se acordó no hacer nada de eso para no llamar aún más la atención de gente indeseada)

Cuando sintió que su cuerpo volvía a tener forma se desanimó, es que la sensación era tan... placentera podía decirse, que no quería que terminara, no aún.

Regresar a la realidad fue un golpe fuerte, un gancho a la mandíbula en definitiva, pues nada más abrir sus ojos se encontró con un caos no tan agradable, uno lleno de gritos y gente asustada intentando defenderla.

Trató de caminar para averiguar que sucedía y fue solo hasta ese momento que notó la peculiar forma que tenía, esas cuatro patas y cuerpo peludo que tal como Lang lo había prometido, no dolía en lo absoluto. Tal vez había juzgado mal a Lang todo el tiempo, es que hasta los más pequeños detalles la hacían darse cuenta de que las cosas no eran como ella creía.

No tuvo mucho tiempo para pensar en ello, el resto de la manada estaba entrando en desesperación, no tenían una voz a la cual seguir o escuchar, claro que tampoco eran inútiles y por supuesto tenían líneas de mando si las cosas se volvían más difíciles pero nada podía compararse con los líderes reales de la manada. Entonces solo respiró, respiró bien profundo llenando sus pulmones como globos y siguiendo su instinto crecer desde lo más profundo de su pecho aulló para tratar de calmar a todo el mundo.

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Dana se topó de frente con la escena solo para darse cuenta de que en realidad no era lo que parecía y sintió que su corazón se detuvo. Lang no estaba ayudando a Samuel, Samuel la cargaba, o más bien arrastraba porque la beta estaba desmayada.

No sentía que estuviera muerta, pero el verla así casi rompe por completo a la beta, no solo porque, obviamente era su alfa, si no que se trataba de su mejor amiga desde que tenía memoria y perderla de esa manera sería un verdadero infierno que en definitiva no quería vivir.

Samuel apenas y podía seguir con el peso de Lang encíma pues cojeaba, parecía tener una herida en la pierna, algo hecho con plata ya que no se había curado aún, pero el padre de Dana estaba muy cansado y lastiado como para ayudar. Aunque en términos generales los tres estaban bien y era más de lo que cualquiera en la manada podía pedir.

La beta dió un par de pasos antes de escuchar el aullido de Morgan, todo ese estrés generado por la ceremonia, por la pérdida de su alfa, todo el dolor y el miedo de ser atacados, todo absolutamente todo desapareció de su mente, sintió una paz que hacía años no había en esa manada, años en los que era apenas una niña y la madre de Morgan había muerto.

Después de unos segundos atinó a correr hasta Samuel para ayudarlo con el cuerpo de Lang, fue solo hasta ese momento que se dio cuenta que el llamado de ayuda no se trataba de otra invasión acompañada claro, de su alfa, si no de eso mismo, de Lang regresando a casa en ese estado tan deplorable.

Sin mediar ninguna palabra observó a los dos que estaban conscientes y con solo una mirada los tres lo entendieron, Lang era la prioridad en ese momento, y ya que ella era quien estaba en mejor condición y sin ninguna herida fue quien la tomó en brazos y corrió a toda velocidad hasta la casa de la alfa. Llegó a la habitación en busca de ayuda, ignorando a la gente que estaba en la casa, ignorando a la mismísima Morgan que estaba dentro tratando de cuidar a todos. Es que Dana solo podía pensar en una persona en ese momento, y por más que sus instintos y su rabia reprimida le pidieran, le rogaran que no lo hiciera, sabía que la única persona que en verdad era capaz de ayudar a Lang era la madre de Morgan.

Azotó la puerta sin más miramientos, claro que la madre de Morgan voló del susto, que si no hubieran estado en una situación de vida o muerte hasta habría sido divertido.

— ¡Ayuda por favor! — El lamento en la voz de Dana alertó a la mujer, que estaba ya acostumbrada al área de urgencias del hospital, corrió al cuerpo de Lang que Dana había dejado en la cama nada más entrar.

Morgan le había explicado un poco a su madre todo lo que estaba sucediendo, es que cuando la mujer despertó en aquella casa tuvo más preguntas de las que su hija pudo responder, pero al menos le "quedaba claro" que los hombres lobo se regeneran por lo que ver a Lang en ese estado era preocupante.­

— ¿Esta sangre es suya? No encunetro ninguna herida — Preguntó de primeras, antes de incluso tocarla.

— No... al menos no la mayoría. — Morgan, cubriéndose con solo una bata pues, como era sabido, había perdido su ropa durante la transformación, entró a la habitación guiada por el fuerte olor a sangre que podía percibir, eso, en definitiva la aterró, le partió el corazón siquiera pensar que algo malo le podía haber pasado a Lang.

El instinto la había guiado nada más recuperar su cuerpo, era tan extraño ese mundo, era nuevo, no entendía que sucedía pues en realidad nada había cambiado pero todo era diferente.

— ¿Saben qué sucedió?

— No. — Y solo en ese momento Dana se cuestionó que tal vez debió haber preguntado antes de salir corriendo.

Morgan sacó a Dana de la habitación, solo fue un presentimiento, pero alguien que jamás había visto actuar a una enfermera podría ser que no le agradase en lo absoluto saber lo que significaba un tratamiento médico habitual para los humanos.

— Quiero estar con Lang.

— Tranquila, mi madre nos ayudará.

No habían pasado ni siquiera treinta minutos y Morgan ya actuaba diferente, con esa cabeza de mando que caracterizaba a la Luna de una manada su actitud había pasado de, un simple instinto suprimible a una fuerza incontrolable por saber que todos a su alrededor estaban bien.

— ¿Tú que has de saber?

Dana se arrepintió de sus palabras, no por hablarle mal a Morgan, que quedase claro que aún no tenía esa clase de apreció por la ¿humana?, además a ella siempre le había gustado llevar la contraria y pelear por nimiedades, pero eso fue diferente, una sensación en su pecho tan similar a lo que sentía con la propia Lang, y por la Luna, ¡Ese aroma era encantador! No podía compararlo con nada, era único, especial.

— Creo que debes ir a averiguar cómo están los demás.

— Lo haré... lo haré porque los demás me importan, no porque tú me lo digas.

— Y deja de comportarte como una niña. — Se burló.

Poco ConvencionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora