XXXIX

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— Quíditi in il iuto, ya claro, ¿Tú me mandas no es así? La Luna de la manada, puras tonterías. — Quejas y más quejas pero estaba bien sentadita en el asiento de copiloto esperando a que Morgan saliera del concejo siguiendo las indicaciones que Morgan le había dicho.

Sus labios seguían vibrando, era una especie de cosquilleo que se concentraba ahí pero viajaba a todo su cuerpo, el resonar de sus células era especial ¿Eso sentían los mates? ¿En verdad? Tal vez todo ese lugar no era mágico, pero la sensación en definitiva lo era (Sin decir lo que le hacía sentir en ciertas partes del cuerpo que vibraban un poquillo más que el resto)

— ¿Por qué no solo me dejó? — Sollozó.

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— Yo conduzco el resto, no me importa. — Morgan estaba tratando de mostrarse positiva, mejor eso para que no preguntara sobre lo que había sucedido en el concejo, no le diría aún.

— Claro que vas a conducir. — Refunfuñó.

— Ya, cuando lleguemos podrás descansar, seguro estás agotada. — Su sangre seguía apestando a putrefacción.

— Lo estoy, me duele el cuerpo desde que partimos en realidad. — Ambas lo sabían desde antes, pero que Lang pudiera expresarlo abiertamente era un avance.

— Creo que puede haber una solución, pero es algo muy, ¿Cómo decirlo? Humano.

— ¿Y bien?

Por favor, que no se notase estaban evitando hablar del beso a toda costa, que se pondrían todas rojas como niñas pequeñas tratando de hundirse en la tierra.

— ¿Sabes que es la hemodiálisis?

— Creo que tú y yo sabemos la respuesta a eso.

— Claro, bueno, la hemodiálisis es un tratamiento para personas con problemas en los riñones.

— No tengo problema en mis riñones.

— Bueno, no como tal, pero lo tendrás, tu cuerpo no puede procesar el veneno, tus riñones comenzarán a fallar si no hacemos algo, por eso si te hacemos una hemodiálisis podremos limpiar tu sangre, estarías sana nuevamente.

— Tus cosas de humanos dan miedo ¿Qué se supone que van a hacer? ¿Sacarme la sangre? — Bromeó jocosa, sin medir sus palabras hasta que vió el rostro de Morgan. — No me digas esas tonterías.

— Es que, bueno, en teoría la sangre si sale de tu cuerpo a un aparatito. — No la juzguen ¿Cómo se supone que debía explicárselo a una cabeza dura como Lang?

— Mi sangre se queda dentro de mi.

— O vamos, no te pasará nada, es para ayudarte.

— Me niego.

— Antes tú eras la que me decía que no tuviera miedo de transformarse, ahora yo soy quien sabe del tema, bueno, yo no pero mi mamá lo sabe ¿Por qué no lo intentas?

— Claro, como me hacías tanto caso y me escuchabas todo el tiempo yo debo de hacerlo contigo.

— No puedo decirte nada más, sabes que lo siento de verdad, estoy cambiando por algo.

Al menos ahora las peleas ya no se sentían tan mal, no se sentían como peleas, solo eran ellas dos hablando en medio de la carretera con el aire fresco despeinandolas.

Estaban bien juntas.

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Morgan anunció que, como se había acordado en el concejo incluso antes de que Lang saliera de la sala, si habría una movilización para salvaguardar la integridad de la manada, se transportarían a Albus, después cambiarían pero por lo pronto era la más cercana.

— Sé que no quieres esto Lang, en verdad lo sé, pero no te voy a dejar morir. — Morgan fue un tanto directa. — Así que por lo que más quieras, duerme un rato, descansa.

— Te importa demasiado.

— Porque eres tú, porque a todos nos importas.

Palabrería, estaba segura de que todos estarían mejor (Y sobre todo a salvo) si ella ya no estuviera, si el linaje de los alfas de la manada Lang desapareciera entonces todos estarían seguros.

Con solo recordar esa pequeña conversación y enfurecía, literalmente la castigaron en su habitación. Y vamos a ver, no se enojen con Morgan, Lang parecía estar drogada, el veneno la estaba haciendo actuar extraño, fuera de sí, para evitar que saliera lastimada era mejor dejarla fuera de la ecuación al menos por ahora.

— Te diré algo Morgan. — Cabe recalcar que estaba sola, hablándole al espejo mientras se ponía un abrigo. — Si quiero salir de la habitación no puedes impedirlo.

Como una adolescente en pleno acto de rebeldía, Lang escapó por la ventana de la habitación para caminar un poco el bosque de los alrededores, el que la vió crecer. No era muy tupido debido a que la ciudad estaba cerca, pero tenía sus buenos lugares para escaparse y correr sin pensar en detenerse por el abrumador futuro que parecía comérsela viva.

Quiso transformarse tan pronto pisó la hierba... no pudo, no tenía la fuerza necesaria para hacerlo, el veneno, el veneno, el maldito veneno de su cuerpo.

— Mierda. — ¿Le quedaba algo más que echarse a llorar?

Su papá no la dejaría, le diría que su sonrisa guiaría a todos, siempre fuerte, pero todo era una mentira, y ella, ella siempre lo había tratado tan mal, enojada en una especie de rebeldía juvenil.

Mamá, su mamá la abrazaba siempre que tenía miedo, la cuidaba en las noches cuando no podía dormir, su mamá la adoraba y ella a su madre.

Sola, completamente sola en el bosque sin una mosca a la cual llorarle, ni siquiera la luna se dignaba a hacerle compañía pues estaba cubierta de nubes, su diosa también la había abandonado.

— Mierda.

Eso no había sido ella.

Giró sobre sus talones tan rápido como pudo, ya sabía lo que se encontraría pero quería fingir que no podía reconocerlo, que el veneno a parte de todo ahora la estaba haciendo alucinar.

— ¿Qué carajo haces aquí? — El chico, David le apuntaba con un arma, una vez más con esas manos temblorosas.

— Tú... tú maldita escoria... Yo soy quien debería preguntar qué haces aquí. — Un aullido y todos estarían ahí, si claro, moriría de un disparo, pero capturarían y castigarían al hijo de perra que mató a su padre, la manada podría vengarse de la pérdida de su alfa.

— Vine a hacerte unas preguntas. — No solo sus manos temblaban, su voz era más de lo mismo.

— ¿Sabes porque no te maté todas las veces que podía? — No respondería sus preguntas de mierda, mejor que jalara el gatillo de una vez, eso también atraería la atención de la manada. — Porque matar a un maldito cobarde indefenso sería una deshonra para mi familia, esto jamás se trató de tí. — Sin darse cuenta terminó implícitamente respondiendo la pregunta más importante de David. — Pero ahora tienes el arma en la mano así que no estás indefenso, ¿Dime que te impide matarte?

— Yo te mataré antes, para vengar a mis padres.

— Tus padres,¿¡De qué carajo hablas!? Tú fuiste quien mató a los míos, ¡Yilan mató a mi madre cuando era una niña y tú a mi padre, quien debería vengarse soy yo!

— No, Yilan defendió a su hija, eso fue todo, cuando tú madre se negó a ayudar él tuvo que defenderse.

— ¿Tienes lavado el cerebro? Yilan entró a la manada tratando de salvar a su esposa, no a su hija, o eso me decía mi padre. — Si lo pensaba, jamás le había contado bien esa historia, y por supuesto que tampoco la recordaba, lo único que seguía viviendo en su cabeza era el trauma de su madre peleando a muerte para defenderla.

— No Yilan dice otra cosa.

— Y los registros de la manada otra.

Poco ConvencionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora