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Morgan despertó del mejor de los humores, se sentía como nueva ¿Por qué no se podía mantener así todo el día? Y la pregunta más importante de todas ¿Por qué tenía a ese perro enorme encima? Por suerte era solo un poco de su peso pues estaba segura no podría soportar los más de ochenta kilos que Lang pesaba en esa forma. Quiso escabullirse para no lidiar con Lang molestándola desde tan temprano y para su sorpresa lo logró, salió de la habitación sin haber alterado a la bestia.

Caminó hasta la cocina con la intención de tomar un desayuno rápido y poder así salir lo más antes posible rumbo a su universidad pese a saber que había un grupo de cazadores en ella, les tenía miedo, no podía negarlo pero no podía comenzar a faltar o podrían sospechar de ella, o al menos eso era lo que pensaba.

Se vio distraída en su tarea cuando al mirar por la ventana se encontró con un trio de cachorros intentando entrar por una puerta de cristal que daba a un gran jardín, el mismo jardín donde Lang había intentado enseñarle como cambiar el color de sus ojos. No pudo resistirse a los adorables cachorros que lloraban rogando que alguien abriera la puerta así que eso hizo. 

Al entrar los tres comenzaron a correr, primero tropezaron con una alfombra del suelo, luego con algún mueble con el que se toparon y por último con sus propias patitas ¿Cómo era posible que esas bolas de pelo tan adorables la hicieran sentir tan alegre? Los cachorros dejaron de prestar atención a la chica que los había dejado entrar a aquella casa, comenzaron a olfatear el suelo hasta toparse con la puerta del cuarto donde Morgan había dormido. La omega que solo veía lo que sucedía, pues presentía sería algo muy divertido, vio como los cachorros se posicionaban listos para atacar, esperaron unos momentos y cuando la puerta se movió se lanzaron sobre Lang que para su sorpresa mantenía su forma de lobo.

Un cachorro mordía su oreja y no parecía tener intenciones de soltarla, otro se había aferrado a una de sus patas y por más pasos que Lang daba no soltaba y el tercero había logrado dar un salto tan grande que lo había dejado sobre el lomo de la alfa donde solo se encargaba de morder el pelaje que estaba sobre su cuello. Lang tuvo que avanzar de esa manera, con la cabeza ladeada debido al cachorro que ahora colgaba de su oreja y soportando los "pellizcos" que le causaban las mordidas de estos.

Morgan no podía parar de reír, la situación le parecía tierna en exceso y muy cómica también. Al darse cuenta que nadie sedería y que su omega no paraba de reír Lang regresó a su habitación cargando a los tres niños aún y salió a los minutos ya vestida y en su forma humana pero aún con los tres cachorros jugueteando entre sus piernas. 

— ¿Me dirás como se llaman esos ángeles? 

— ¿Ángeles? Son los peores demonios que conozco. —Dijo burlándose. —Son hijos del beta de mi padre, los trillizos malvados. — Se agachó despreocupada y tomó a uno de los tres entre sus manos.

— ¿También son hombres lobo?

— Claro. — Asintió Lang mientras pensaba lo extraño que sonaba hombre lobo en lugar de licántropo, es que hasta le parecía una falta de respeto. 

— ¿Cambian de forma tan jóvenes? ¿No les duele? — Esa era la única preocupación de la omega, comenzaba a acostumbrarse a las cosas locas que le decían, o simplemente las pasaba por alto.

— Te lo dije, solo duele la primera vece que lo haces, después te gustará. — Morgan pensaba lo mal-interpretable que era esa frase a pesar de que Lang ni siquiera lo había notado.

La omega intentó acariciar la cabeza del cachorro que Lang tenía en brazos pero este intentó morderla, el pequeño solo quería jugar, no quería muestras de amor y esto solo hizo que las dos se rieran.

— Son tan lindos ojalá tú fueras como ellos. —Bromeó Morgan.

— Yo soy más linda. 

Quizá Lang no se veía tan linda de esa forma, había mejores adjetivos para describir a una mujer atractiva, alta y fuerte, de piel morena y ojos verdes hermosos con una sonrisa blanca perfecta y su melena color negro. Tan pronto como acabó su frase ambas chicas miraron al suelo encontrándose con un niño de unos cuatro años completamente desnudo, tenía una sonrisa tan pura en su rostro que no hizo más que ablandar los corazones de ambas. El niño salió corriendo tras sus hermanos que no parecían tener la intención de volver a su forma humana y así comenzó una persecución por toda la casa hasta que Lang logró tomarlos a los tres, los llevó hasta su habitación y se desaparecieron entre risas y gritos de los niños que querían seguir jugando.

Morgan había abandonado las prisas que tenía por llegar a la universidad, se resignó a que quizá esa no sería su vida nunca más, también tenía que ver que le interesaba saber cómo acababa la lucha con esos tres cachorros.

— ¡Pero no quiero! — Se escuchó desde la habitación a pesar de no estar precisamente cerca, el grito seguro había sido con toda la fuerza de sus pulmones.

— Ponte el vestido de una vez por toda Leia. — En definitiva había una batalla en esa habitación. 

 — Por favor Elliot, Marty quédense quietos solo por un momento. 

Diez minutos después por fin los tres niños salieron seguidos por la mayor, todos bien vestidos pero con un rostro de frustración pues los habían obligado a cambiar de forma.

— Ya niños, no se quejen, tienen que acostumbrarse a no hacer lo que quieren todo el tiempo.

— Solo estábamos jugando. —Reclamó Leia, al parecer la líder de los tres.

— Lo sé diablillos, pero deben saber controlarse.

— Pero Lang. — Reclamó ahora Elliot que era el más molesto de los tres.

— Pero nada, ya se los dije, deben ser niños grandes si quieren ir a la escuela, ahora, salgan al jardín a jugar y déjenos solas.

— ¿Quién es ella? —Cuestionó Marty mientras olía el pantalón de Morgan. — No la conozco.

— No, no la conocen, ella es nueva aquí. — Lang tomó al niño y lo alejó de Morgan. — Es mi mate.

— ¡Wow! —Dijeron los tres pequeños al unísono. 

— ¿Se sorprenden? ¿A caso no confiaban en mí?

— Papá dijo que no. — Respondió con completa inocencia Leia mientras veía a Morga.

— Carajo. —Morgan no podía parar de reír y eso hacía feliz a Lang aunque eso significara que su omega reía a costa suya. — Mejor lárguense de aquí niños, después hablaré con ustedes.

Cuando los tres cachorros salieron de la casa hechos un circo Morgan no pudo evitar sonreír, era una sensación familiar y el ver a Lang cuidarlos de esa manera le resultaba enternecedor.— Siento eso Morgan pero esos tres son un desastre.

— Está bien, no me molestó en lo absoluto, son bastante lindos.

— No dirías eso si fuera a ti a quien mordieran todo el tiempo. 

Ambas rieron sintiéndose cómplices, por lo menos Morgan comenzaba a sentirse cómoda con la presencia de Lang.

— ¿Por qué los niños no van a la escuela?

— Si van a la escuela. — Contestó extrañada Lang.

— ¿Entonces lo que dijiste sobre que debían ser niños grandes? 

 — Oh, eso, aquí en la manada existe una escuela pero es solo para los niños más pequeños, ellos no pueden salir de la comunidad.

— ¿Por qué?

— Pues porque no pueden controlar sus transformaciones, mas bien sus emociones los controlan a ellos y terminan cometiendo accidentes.

— No sabía que era así, pensé que tenían más libertades.

— Bueno, las tiene cuando son mayores, pero hasta que no se controlen solo pueden estar aquí, los niños casi siempre corren por todas las casas y calles.

— ¿No les pasa nada?

— Claro que no, aquí son los más protegidos.

— Vaya. — Ya que Morgan detuvo la conversación las dos se quedaron en silencio pues Lang no sabía cómo continuar.

— ¿Quieres que te lleve a tu escuela? 

— No es necesario.

—Anda no voy a hacer nada, me harías sentir bien. — Morgan no pudo decirle que no a esos ojos.

Poco ConvencionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora