-Capitulo 5- 🚣

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Colores... hermosos colores. El sol pintaba el cielo, los amaneceres estaban llenos de ilusiones y los atardeceres... Recordando el beso de Matt.

Estaba en una nube, o mejor dicho, era esa nube. Me sentía liviana caminar ligera.

Sentía que todo cambio, como si de cierta forma, el beso de Matt, me hubiese dejado una especie de... «Súper poder». Veía todo más nítido, todo era hermoso, las mañanas estaban llenas de felicidad.

Durante los meses que no estuvieron, remaba hacia su muelle y descansaba. Miraba su casa e imaginaba que los hermanos Evans, volvían a casa. Mi cuerpo descansaba en ese muelle, y hasta a veces dormía recordando ese beso. Cuando despertaba con los ojos puestos al cielo, sentía el sutil ruido apacible del agua, patos cerca de mi, alguno que otro chapoteo de un pez, saltando del agua por su cena... tallaba mis ojos y las nubes, pintando colores de atardecer, formaban hermosas imágenes... pequeñas olas de mar, mariposas, aves, corazones... ¿Un cerdito?

¡Ahh! Amaba el muelle porque ahí, me había besado Matthew Evans.

Hablaba todo el tiempo de él, y si no podía, buscaba algo que me hiciera hablar de él.

Fue así como le conté a Sussan, lo que había sucedido.

—Y ¿Te masajeo los labios? —Preguntaba y yo, parecía no entender —Así como en las novelas Hanna, tratando de comerte.

—¡Ahh... em! No. Solo fue un beso —Le respondí a Sussan.

—Tienes cara de tarada cuando hablas de él —Sussan me observaba raro.

Ni Dylan Taylor pudo con eso, se acercaba y buscaba de que hablar, tareas, música o de su banda en la cual tocaba batería.

«Estas cegada», me criticaba Sussan, pues las cartas mensuales de los mellizos, sobre todo la de Matt, me mantenían con esa ilusión.

Un día de invierno, se estaciono fuera de casa una camioneta conocida, Nadia salió después del golpear de la puerta.

Escuche una voz familiar desde mi habitación.

—¿Anny? —Musito Nadia, después de abrir de apoco mi puerta. Así me llamaba con cariño.

—¿Mm? —Respondí levantando la mirada, que tenia directa en el cuaderno de Historia.

—Marie Evans, esta en la sala, quiere verte —Nadia sonrió y me hizo un gesto con la cabeza, para que saliera. Mi corazón brinco y en un segundo, imagine que los chicos la acompañaban.

Deje el cuaderno en mi cama y acomode unas grades pantuflas a mis pies.

—¡Sra. Evans! —Salude asombrada, buscando a los chicos, pero ellos no estaban.

—Hanna mi niña ¿como estas? —Extendió sus brazos para que la abrazara y con gusto lo hice. —Vine al pueblo por algunos negocios del Sr. Evans y los chicos, me hicieron algunos encargos —Respondió descolgando su bolso del hombro.

𝑫𝒆𝒗𝒖𝒆𝒍𝒗𝒆𝒎𝒆 𝑴𝒊 𝑻𝒊𝒆𝒎𝒑𝒐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora