-Capitulo 32-🦋

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El tiempo se detuvo.

Contuve mi respiración y juro, que vi todo en cámara lenta. Mi vista lo admiró desde los pies y subió lento por sus pantalones de vestir, tan impecables como siempre. Una camisa clara holgada, y sus mangas, arremangadas hasta medio brazo. Su cabello era igual, y la luna emitía un brillo en él. Aun no podía contemplar su rostro, pero mi corazón avisaba su presencia.

Su caminar cansado fue directo a casa, y quede pasmada, cuando su voz resonó en mi pecho.

—¡Hey, Kira! —saludó a su mascota, quien se encontraba en la entrada de casa. Ella, obediente salió a su encuentro. Observaba, como la rubia ansiosa se removía de felicidad al ver a uno de sus amos. Yo estaría igual, pensé. Dios Hanna, ¿Qué estás pensando?

Matthew Evans... Los años, habían hecho un vino de la mejor calidad con él. Escuchaba su voz con la que animaba a Kira, y un escalofrío recorrió mi espalda hasta llegar a mi cuello.

No puede ser, esto no era lo que había esperado. Recordé las palabras de Ays:

—«No te hagas expectativas Ann, puede que se haya convertido en un gordo calvo»

¡Maldición! No fue así, ¡Estoy en problemas!

—¡Hanna, creo que me oriné el pantalón! —Ali, soltó casi en un grito, llamando la atención de su hermano y su can. Acto seguido, cayó entre la hierba con carcajadas escandalosas. ¡Mierda!

Matt, acentuó su mirada hacia nuestro lugar, rebuscando entre los arbustos, mientras Kira, corrió hacia nosotras.

Mi cuerpo, ante la sorpresa, la vergüenza y el miedo, se escondió dando con la tierra y la hierba, y recordé a los militares, «punta y codo». Me quité los zapatos, manteniéndolos en cada una de mis manos, y traté de esconder mi cuerpo en la oscuridad, alejándome de la bochornosa escena. Pero el alcohol del bar, me mantenía mareada y me encontraba, sin dar con un escondite. Mientras Ali, reía a carcajadas, su perra la olfateaba y le regalaba besos, cuando peleaba por llevar sus pantalones de vuelta a sus caderas.

—¿¡Hanna!? —Escuché mi nombre en la boca de Matt, y recordé cuan bien se sentía.

Sus pies estaban en frente de mí rostro. Quedé paralizada con mis zapatos en la mano, pensando: cómo me levantaría del suelo, mientras mi cuerpo lo tenía fijo en él. No me atreví a alzar la vista, pues mis mejillas ardían avisando que mi rostro, se encontraba como un tomate de temporada.

—Déjame. ¡Te ayudo! —Matt, se acercó ofreciéndome su mano.

La acepté con vergüenza, aun sin dar con sus ojos. Me dio un fuerte jalón levantando mi cuerpo, estampando mi rostro a su pecho.

Las risas inagotables de Ali, se escuchaban desde lejos y yo, solo necesitaba con urgencia, un lugar donde esconder mi rostro, un lugar que no fuese el pecho de mi amor de adolescente. Mierda... Se siente tan bien. El mundo me daba vueltas y pensaba en como huir de ahí.

𝑫𝒆𝒗𝒖𝒆𝒍𝒗𝒆𝒎𝒆 𝑴𝒊 𝑻𝒊𝒆𝒎𝒑𝒐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora