En llamas VI

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📌 Capítulo 6

Pero aquí no, todavía no. Es esencial volver al Distrito 12, ya que cualquier plan incluirá a mi madre, mi hermana, Gale y su familia. Y a Peeta, si consigo que venga con nosotros. Añado a Haymitch a la lista. Son las personas que tendré que llevarme cuando escape al bosque, aunque todavía no sé cómo convencerlos, a dónde iremos en pleno invierno, ni qué hará falta para evitar que nos capturen. Sin embargo, al menos sé lo que debo hacer.

[...]

Mi apetito había regresado con mi deseo de luchar y, después de semanas demasiado preocupada para comer, ahora estoy hambrienta.

-Quiero probar todo lo que haya en la sala -le digo a Peeta.

Veo que intenta leer mi expresión, averiguar por qué me he transformado. Como no sabe que el presidente Snow considera que he fallado, su única suposición es que yo creo que hemos ganado. Quizá incluso que siento genuina felicidad ante nuestro enlace. Sus ojos reflejan lo desconcertado que está, aunque sólo brevemente, porque estamos delante de las cámaras.

-Pues vas a tener que ir con calma -me dice.

-Vale, sólo un bocado de cada plato.

[...]

En cada mesa encuentro nuevas tentaciones e, incluso con mi restringido régimen de un bocado por plato, empiezo a llenarme rápidamente. Elijo un pajarito asado, le doy un mordisco y se me llena la boca de salsa de naranja. Delicioso. No obstante, le doy el resto a Peeta, porque quiero seguir probando cosas y la idea de tirar comida, como veo hacer sin reparos a muchas de las personas de la fiesta, me resulta repugnante. Después de unas diez mesas estoy hinchada, y eso que sólo hemos probado unos cuantos platos de los muchos que hay disponibles.

En ese preciso momento, mi equipo de preparación cae sobre nosotros. Entre el alcohol que han consumido y su éxtasis por encontrarse en un acontecimiento tan majestuoso, no hay quien les entienda.

-¿Por qué no estás comiendo? -me pregunta Octavia.

-He comido, pero ya no me cabe ni un bocado más -respondo, y todos se ríen como si hubiese dicho la cosa más estúpida que hayan oído jamás.

-¡Nadie deja que eso lo detenga! -exclama Flavius. Nos conducen a una mesa en la que hay diminutas copas de vino llenas de un líquido transparente-. ¡Bébete esto!

Peeta levanta una para darle un traguito, y todos vuelven a partirse de risa.

-¡Aquí no! -chilla Octavia.

-Tienes que hacerlo ahí -explica Venia, señalando las puertas que dan a los servicios.

Peeta mira de nuevo la copa y lo entiende todo.

-¿Queréis decir que esto me hará vomitar?

-Claro -responde Octavia, entre las carcajadas generales-, así puedes seguir comiendo. Yo ya he ido dos veces. Todos lo hacen, si no, ¿cómo íbamos a divertirnos en un banquete?

No tengo palabras, me quedo mirando las bonitas copas y todo lo que implican. Peeta deja la suya en la mesa con tal delicadeza que da la impresión de que teme que le estalle en la mano.

-Venga, Katniss, vamos a bailar.

La música baja a través de las nubes mientras él me aleja del equipo y la mesa, y me lleva a la pista de baile. En casa sólo aprendemos unos cuantos bailes, de esos con violines y flautas, para los que se necesita mucho espacio, pero Effie nos ha enseñado los que son más populares en el Capitolio. La música es lenta y mágica, así que Peeta me rodea con sus brazos y nos movemos en círculo sin apenas dar un paso. Este baile podría hacerse sobre una bandeja. Guardamos silencio durante un rato, hasta que Peeta habla, con voz tensa.

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