📌 Capítulo 16
–Siempre.
En el crepúsculo de la morfina, Peeta susurra la palabra y voy buscándolo. Es una gasa, un mundo color violeta, sin bordes gruesos, y con muchos lugares para esconderse. Empujo a través de bancos de nubes, percibo el aroma a canela, a eneldo. Una vez que siento su mano sobre mi mejilla y trato de atraparla, se disuelve como niebla entre mis dedos.
Cuando finalmente comienzo a salir a la superficie en la habitación del hospital estéril del 13, lo recuerdo. Estaba bajo la influencia del jarabe de sueño. Mi tobillo había sido herido después de que me cayera de una rama sobre la cerca eléctrica de regreso al 12. Peeta me había puesto en la cama y le había pedido que estuviera conmigo mientras me desvanecía. Él había susurrado algo que no pude entender del todo. Pero alguna parte de mi cerebro había atrapado esa sola palabra como respuesta y la había dejado nadar entre mis sueños para burlarse de mí ahora.
—Siempre.
[...]
—Así que para eso están los Distritos. Para proveer el pan y el entretenimiento.
—Sí, mientras siga gobernando, el Capitolio podría controlar su pequeño imperio. Ahora no puede proveer ninguno, al menos dentro del estándar al que la gente está acostumbrada —dice Plutarch—. Tenemos la comida y estoy a punto de poner en acción un entretenimiento propio que seguro es popular. Después de todo, todo el mundo ama una boda.
Me congelo en mi sitio, enferma ante la idea que está sugiriendo. De alguna manera, poniendo en escena una perversa boda entre Peeta y yo. No había sido capaz de enfrentarme a ese cristal desde que había estado de vuelta y, como requerimiento propio, sólo consigo noticias acerca de la condición de Peeta de Haymitch. Habla muy poco acerca de ello. Técnicas distintas están siendo probadas. Realmente nunca habrá una manera de curarlo. ¿Y ahora quieren que me case con Peeta como una forma de entretenimiento?
Plutarch se apura a corregirme.
—Oh, no, Katniss. No es tu boda. La de Finnick y Annie. Todo lo que necesitas hacer es aparecer y fingir estar feliz por ellos.
—Esa es una de las pocas cosas que no tendré que fingir, Plutarch —le digo.
[...]
Cuatro personas acarrean un inmenso pastel de bodas de un cuarto lateral. La mayoría de los invitados se apartan, haciendo camino para esta rareza, esta increíble creación, con azul, verde y blanco, con olas, puntas de hielo nadando con peces y barcos de vela, sellos y flores del mar. Pero me hago camino entre la multitud para confirmar lo que sé a primera vista. Tan segura como que los puntos de bordado del vestido de Annie fueron hechos por la mano de Cinna, las flores congeladas en el pastel fueron hechas por Peeta.
Esto podría parecer una cosa muy pequeña, pero decía mucho. Haymitch me había ocultado algo muy importante.
El chico que vi por última vez, gritando como loco, tratando de romper sus ataduras, nunca hubiese podido hacer esto. Nunca hubiera tenido tal concentración, mantenido sus manos calmadas, diseñado algo tan perfecto para Finnick y Annie. Como anticipando mi reacción, Haymitch se encuentra a mi lado.
—Tengamos una charla —dice.
Fuera en el pasillo, lejos de las cámaras, pregunto:
—¿Qué está pasando con él?
Haymitch menea su cabeza.
—No lo sé. Ninguno de nosotros lo sabe. Algunas veces está casi racional, y luego, sin ninguna razón, se va de nuevo. Hacer el pastel fue un tipo de terapia. Ha estado trabajando en él por días. Al verlo... parecía casi como antes.
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Everlark a través de los libros
CasualeRecopilación de los fragmentos de los libros de la saga de Los Juegos del Hambre [Suzanne Collins] donde se desarrolla la historia de Katniss Everdeen y Peeta Mellark.