Sinsajo VIII

57 10 2
                                    

📌 Capítulo 10

El grito se inicia en la parte baja de mi espalda y se abre camino a través de mi cuerpo sólo para atascarse en mi garganta. Soy tan silenciosa como un Avox, ahogada en mi dolor. Aunque si pudiera liberar los músculos de mi cuello, dejando que el sonido desgarrara el espacio, ¿alguien lo notaría? La habitación es un alboroto. Las preguntas y solicitudes resuenan, mientras tratan de descifrar las palabras de Peeta.

—¡Y... el Trece... será destruido por la mañana! —Sin embargo, nadie está preguntando sobre el mensajero cuya sangre ha sido sustituida por estática.

Una voz llama la atención de los otros.

—¡Callen! —Cada par de ojos cae en Haymitch—. ¡No es que eso sea un gran misterio! El chico sólo dijo que estamos a punto de ser atacados. Aquí. En el Trece.

—¿Cómo puede tener esa información?

—¿Por qué deberíamos confiar en él?

—¿Cómo lo sabes?

Haymitch da un gruñido de frustración.

—Ellos estarán dándole una sangrienta paliza mientras hablamos. ¿Qué más necesitan? ¡Katniss, ayúdame con esto!

Tengo que darme una sacudida para hacer salir mis palabras.

—Correcto, Haymitch. No sé de dónde obtuvo la información Peeta. O si es verdad. Pero él cree que lo es. Y ellos están…—No puedo decir en voz alta lo que Snow le estará haciendo.

—No lo conoces —dice Haymitch a Coin—. Nosotros sí. Prepare a su gente ya.

[...]

—Ah, aquí estás —dice. Los acontecimientos recientes han tenido poco efecto en el estado de ánimo de Plutarch. Él todavía tiene un brillo alegre por el éxito de Beetee en el Asalto a la Emisión. Con los ojos en el bosque, no en los árboles. No sobre el castigo de Peeta o sobre el inminente bombardeo del 13—. Katniss, obviamente este es un mal momento para ti, por el revés de Peeta, pero necesitas ser consciente de que otros te están mirando.

—¿Qué? —digo yo. No puedo creer que realmente haya rebajado las circunstancias extremas de Peeta a un revés.

—Las otras personas en el bunker, ellos estarán siguiendo tu ejemplo sobre cómo reaccionas. Si eres tranquila y valiente, otros intentaran serlo también. Si entras en pánico, esto podría extenderse como un reguero de pólvora —explica Plutarch. Yo sólo me quedo mirándole.

—El fuego es contagioso, por así decirlo —continúa, como si yo estuviera siendo lenta en captarlo.

—¿Por qué no sólo pretender que estoy delante de una cámara, Plutarch? —digo yo.

—¡Sí! Perfecto. Uno es siempre mucho más valiente delante de una audiencia —dice—. ¡Mira el valor que mostró Peeta!

Hago todo lo que puedo para no abofetearle.

[...]

—Si Peeta estaba en lo cierto, esto no aguantaría —dice.

Peeta. Sangre como gotas de lluvia en la ventana. Como húmedo barro en las botas.

[...]

El libro de plantas, la chaqueta de caza, la foto de la boda de mis padres, y el contenido personal de mi cajón. Mi insignia de Sinsajo ahora está con el traje de Cinna, pero está el medallón de oro y el paracaídas de plata con la espita y la perla de Peeta. Anudo la perla en la esquina del paracaídas, enterrándola hondo en el fondo de la bolsa, como si fuera la vida de Peeta y nadie me la pudiera quitar mientras yo la guardara.

El leve sonido de las sirenas corta abruptamente. La voz de Coin viene desde la zona del sistema de audio, agradeciéndoles a todos por una evacuación ejemplar de los niveles superiores. Ella insiste en que este no es un simulacro, ya que Peeta Mellark, el vencedor del Distrito 12, ha hecho posiblemente una referencia televisada sobre un ataque al 13 esta noche.

[...]

—Estamos muy abajo, estoy segura que estamos a salvo —dice mi madre débilmente. ¿Está pensando en mi padre, estallando hacia la nada en las minas?—. Fue un milagro, sin embargo. Gracias a Dios que Peeta tenía los medios necesarios para avisarnos.

Los medios necesarios. Un término general que de alguna manera incluye todo lo necesario para dar la voz de alarma. El conocimiento, la oportunidad, el coraje. Y otra cosa que no puedo definir. Peeta parecía haber estado haciendo una especie de batalla en su mente, luchando por hacer llegar el mensaje. ¿Por qué? La facilidad con la que manipula las palabras es su mayor talento. ¿Era su dificultad una causa de sus torturas? ¿O de algo más? ¿Como locura?

La voz de Coin, tal vez una desalentadora sombra, llena el bunker, el nivel del volumen parpadea con las luces.

—Al parecer, la información de Peeta Mellark era buena y estamos en deuda con él. Los sensores indican que el primer misil no era nuclear, pero muy poderoso. Esperamos que haya más. Durante la duración del ataque, que los ciudadanos permanezcan en sus áreas asignadas a menos que se notifique lo contrario.

[...]

—¿Y tú, Katniss? ¿Cómo lo estás manejando? —Su dedo se mueve en movimientos cortos y suaves entre los ojos de Buttercup—. Y no me digas que estás bien.

Es verdad. Cualquiera que sea lo opuesto a bien, es como estoy. Por lo tanto, sigo adelante y le cuento sobre Peeta, su deterioro en la pantalla, y cómo creo que deben de estar matándolo en este mismo momento. Buttercup tiene que depender de sí mismo por un rato, porque ahora Prim vuelve su atención hacia mí. Se pone más cerca de mí cepillando el pelo detrás de mis orejas con sus dedos. He dejado de hablar porque no hay realmente nada que decir y tengo este tipo de dolor perforador donde está mi corazón. Tal vez estoy teniendo un ataque al corazón, pero no parece digno de mención.

—Katniss, no creo que el presidente Snow vaya a matar a Peeta —dice. Por supuesto, ella dice esto; ya que piensa que es lo que puede calmarme. Pero sus siguientes palabras vienen como una sorpresa—. Si lo hace, no tendrá a nadie al que tú quieras. Él no tiene ninguna otra forma de hacerte daño.

De repente, recuerdo a otra chica, una que había visto todo lo malo que el Capitolio ofrecía. Johanna Mason, el tributo del Distrito 7, la última vez en la arena. Yo estaba tratando de evitar que ella fuera a la selva donde los charlajos imitaban las voces de tus seres queridos siendo torturados, pero ella me sacudió, diciendo: “No pueden hacerme daño. Yo no soy como el resto de ustedes. No queda nadie a quien ame.”

Entonces, sé que Prim está en lo cierto, que Snow no puede permitirse perder la vida de Peeta, sobre todo ahora, mientras que el Sinsajo causa tantos estragos. Ha matado a Cinna ya. Ha destruido mi casa. Mi familia, Gale, e incluso Haymitch están fuera de su alcance. Peeta es todo lo que tiene.

—Entonces, ¿qué piensas que va a hacer con él? —pregunto.

Prim suena como una anciana de mil años cuando habla.

—Lo que sea necesario para destrozarte.

Everlark a través de los librosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora