📌 Capítulo 24
Veo a Peeta y Johanna al límite de la jungla, y siento una mezcla de alivio y rabia. ¿Por qué no ha venido Peeta a ayudarme? ¿Por qué no ha ido nadie a por nosotros? Incluso ahora se queda donde está, con las manos levantadas y las palmas hacia nosotros; mueve los labios, pero no oímos nada. ¿Por qué?
La pared es tan transparente que Finnick y yo nos damos de golpe contra ella, rebotamos y caemos al suelo. Yo tengo suerte, porque el hombro se ha llevado lo peor del impacto, mientras que Finnick se ha dado de bruces y le sangra la nariz. Por eso ni Peeta, ni Johanna, ni tan siquiera Beetee (al que veo sacudir con tristeza la cabeza detrás de ellos) han intentando ir en nuestra ayuda. Una barrera invisible bloquea la zona que tenemos delante. No se trata de un campo de fuerza, porque se puede tocar la superficie dura y lisa sin problemas, pero ni el cuchillo de Peeta, ni el hacha de Johanna pueden perforarla. Con tan sólo echar un ligero vistazo a un lado, sé que rodea toda la zona de las cuatro a las cinco, que estaremos atrapados como ratas hasta que pase la hora.
Peeta aprieta la mano contra la superficie y yo pongo la mía al otro lado, como si pudiera sentirlo a través de la pared. Veo que mueve los labios, aunque no lo oigo, no oigo nada que ocurra fuera de la zona. Intento averiguar lo que dice, pero no me concentro, así que me quedo mirándole la cara, haciendo todo lo posible por conservar la cordura.
[...]
Sé que ha parado cuando noto las manos de Peeta sobre mí, y creo que me levantan del suelo y me sacan de la jungla, aunque mantengo los ojos bien cerrados, las manos en las orejas, los músculos demasiado rígidos para bajarlas. Peeta me abraza en su regazo, me tranquiliza, me mece con dulzura. Tardo bastante en empezar a relajar la tenaza de hierro que me comprime y, cuando lo hago, llegan los temblores.
-No pasa nada, Katniss -me susurra.
-Tú no los has oído.
-Oí a Prim, al principio, pero no era ella, era un charlajo.
-Era ella, en alguna parte. El charlajo lo grabó.
-No, eso es lo que quieren que pienses. Igual que yo me pregunté si los ojos de Glimmer estarían en aquel muto del año pasado. Pero no eran los ojos de Glimmer, y no era la voz de Prim. O, si lo era, la sacaron de una entrevista o algo así y distorsionaron el sonido. Hicieron que dijese lo que decía.
-No, la estaban torturando -respondo-. Seguro que está muerta.
-Katniss, Prim no está muerta, ¿cómo iban a matarla? Casi hemos llegado a los ocho finalistas y ¿qué pasa entonces?
-Mueren siete más -respondo, hundida.
-No, en casa. ¿Qué pasa cuando llegan a los últimos ocho tributos de los juegos? -Me levanta la barbilla para que lo mire, me obliga a mirarlo a los ojos-. ¿Qué pasa? ¿Cuando llegan a los ocho finalistas?
Sé que intenta ayudarme, así que me fuerzo a pensar.
-¿A los ocho finalistas? -repito-. Entrevistan a tu familia y tus amigos.
-Eso es. Entrevistan a tu familia y tus amigos. ¿Y pueden hacer eso si los han matado a todos?
-¿No? -pregunto, no muy convencida.
-No. Por eso sabemos que Prim sigue viva. Será la primera que entrevisten, ¿no?
Deseo creerlo, lo deseo de corazón, sin embargo... esas voces...
-Primero Prim, después tu madre, tu primo Gale, Madge -sigue diciendo él-. Era un truco, Katniss, un truco horrible, pero sólo puede hacernos daño a nosotros. Nosotros estamos en los juegos, no ellos.
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Everlark a través de los libros
CasualeRecopilación de los fragmentos de los libros de la saga de Los Juegos del Hambre [Suzanne Collins] donde se desarrolla la historia de Katniss Everdeen y Peeta Mellark.