Sinsajo VI

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📌 Capítulo 8

Mientras me llevan abajo, empiezo a inquietarme sobre a lo que me enfrentaré. Gale y yo desobedecimos directamente órdenes ayer, y Boggs tiene la lesión para probarlo. Seguramente, habrá repercusiones, pero ¿llegarán tan lejos como para que Coin anule nuestro acuerdo por la inmunidad de los victoriosos? ¿He despojado a Peeta de la poca protección que podía proporcionarle?

[...]

Al menos, Finnick no aplaude ni actúa todo feliz cuando ha terminado. Él sólo dice:

—Las personas deberían saber lo que sucedió. Y ahora lo saben.

—Apaguémoslo, Finnick, antes de que lo pasen de nuevo —le pido con insistencia. Pero mientras la mano de Finnick se mueve hacia el control remoto, chillo—: ¡Espera!

El Capitolio está presentando un segmento especial y algo al respecto me parece familiar. Sí, es Caesar Flickerman. Y puedo suponer quién será el invitado.

La transformación física de Peeta me da una sacudida. El saludable chico de ojos claros que vi hace unos pocos días ha perdido al menos quince libras y ha desarrollado un nervioso temblor en sus manos. Aún está arreglado, pero debajo de la pintura que no cubre las bolsas bajo sus ojos, y la fina ropa que no disimula el dolor que siente cuando se mueve, es una persona gravemente dañada.

Mi mente se tambalea, tratando de encontrarle sentido a esto. ¡Acabo de verlo! Cuatro, no, cinco días, creo que fue hace cinco días. ¿Cómo se ha deteriorado tan rápidamente? ¿Qué podrían haberle hecho en tan corto tiempo? Entonces, me golpea. Repito en mi mente tanto como puedo su primera entrevista con Caesar, buscando algo que la coloque en el momento actual. No hay nada. Pudieron haber grabado esa entrevista uno o dos días después de que hiciera volar la arena, entonces le hicieron lo que quisieron desde entonces.

—Oh, Peeta… —susurro.

Caesar y Peeta tienen un par de vacíos intercambios antes de que Caesar le pregunte sobre los rumores de que estoy grabando propos para los distritos.

—Están usándola, obviamente —dice Peeta—. Para avivar a los rebeldes. Dudo que ella realmente sepa siquiera qué está sucediendo en la guerra. Lo que está en juego.

—¿Hay algo que te gustaría decirle? —pregunta Caesar.

—Lo hay —dice Peeta. Mira directamente hacia la cámara, justo a mis ojos—. No seas tonta, Katniss. Piensa por ti misma. Te han convertido en un arma que podría contribuir en la destrucción de la humanidad. Si has adquirido alguna influencia real, úsala para ponerle freno a esto. Úsala para detener la guerra antes de que sea demasiado tarde. Pregúntate a ti misma, ¿realmente confías en las personas con las que estás trabajando? ¿Realmente sabes lo que está sucediendo? Y si no es así... averígualo.

La pantalla se pone negra. El sello de Panem. El show ha terminado.

Finnick presiona el botón en el control remoto que apaga la televisión. En un minuto, personas estarán aquí para hacer control de daños sobre la condición de Peeta y las palabras que salieron de su boca. Necesitaré negar esas palabras. Pero la verdad es que no confío en los rebeldes ni en Plutarch ni en Coin. No confío en que ellos me digan la verdad. No seré capaz de disimular esto. Escucho pasos acercándose.

Finnick me agarra con fuerza por los brazos.

—Nosotros no lo vimos.

—¿Qué? —pregunto.

—No vimos a Peeta. Sólo el propo del 8. Entonces, la apagamos porque las imágenes te alteraron. ¿Entendido? —Asiento con la cabeza—. Termínate tu cena.

Me calmo lo suficiente para que cuando Plutarch y Fulvia entran, tengo un bocado de pan y repollo. Finnick está hablando sobre lo bien que se veía Gale en cámara. Los felicitamos por el propo. Dejamos claro que fue tan poderoso, que la apagamos justo después.

Ellos parecen aliviados. Nos creen.

Nadie menciona a Peeta.

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