Sinsajo XXI

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📌 Capítulo 23

Una mirada a mis compañeros me dice que este no es momento para un ataque furtivo a Snow. Gale sigue perdiendo sangre de la herida del cuello, que ni siquiera hemos limpiado. Peeta está sentado en un sofá de terciopelo con los dientes aprisionados sobre una almohada, ya sea luchando contra la locura o conteniendo un grito. Pollux llora frente a la repisa de una chimenea adornada. Cressida permanece determinadamente a mi lado, pero está tan pálida que sus labios están sin sangre. Estoy corriendo por el odio. Cuando la energía pare de fluir, voy a estar sin valor.

[...]

Llamo a los otros a vestirse. Al ver las ensangrentadas muñecas de Peeta, busco en el bolsillo la llave de las esposas, pero él las sacude lejos de mí.

—No —dice—. No lo hagas. Me ayudan a mantenerme.

—Es posible que necesites las manos —dice Gale.

—Cuando me siento ir, empujo mis muñecas dentro de ellas, y el dolor me ayuda a concentrarme —dice Peeta. Le dejo tenerlas.

[...]

Mientras Cressida y Pollux hacen nidos de piel para cada uno de nosotros, atiendo las muñecas de Peeta. Enjuago la sangre, poniendo antiséptico y un vendaje debajo de los puños.

—Hay que mantenerlos limpios, de lo contrario, la infección puede propagarse y…

—Sé lo que es la septicemia, Katniss —dice Peeta—. Incluso si mi madre no es una sanadora.

Soy sacudida hacia atrás en el tiempo, a otra herida, otra serie de vendas.

—¿Me dijiste lo mismo en los primeros Juegos del Hambre? ¿Real o no real?

—Real —dice—. ¿Y arriesgaste tu vida consiguiendo la medicina que me salvó?

—Real —Me encojo de hombros—. Tú eras la razón por la que estaba viva para hacerlo.

—¿Lo era? —El comentario lo arroja a la confusión. Algún recuerdo brillante debe estar luchando por su atención, porque su cuerpo se pone tenso y se raspa las muñecas recién vendadas contra las esposas de metal. Entonces, saca toda la energía de su cuerpo—. Estoy tan cansado, Katniss.

—Vete a dormir —le digo. Él no lo hará hasta que haya amarrado las esposas y los grilletes a uno de los soportes de la escalera. No puede estar cómodo, tumbado con los brazos sobre su cabeza. Pero en pocos minutos, él se deja ir también.

[...]

Creo que es hora de que me dé por vencida.

Cuando todo el mundo finalmente se despierta, lo confieso. Cómo mentí acerca de la misión, cómo puse en peligro a todos en mi búsqueda de venganza. Hay un largo silencio después de que termine. Luego Gale dice:

—Katniss, todos sabíamos que estabas mintiendo acerca de que Coin te mando a asesinar a Snow.

—Tú lo sabías, tal vez. Los soldados del 13... —le digo.

—¿De verdad crees que Jackson creía que tenías órdenes de Coin? — pregunta Cressida—. Por supuesto que no. Pero ella confiaba en Boggs, y él claramente quería seguir adelante.

—Yo ni siquiera le dije a Boggs lo que planeaba hacer —les digo.

—Se lo dijiste a todo el mundo en el Comando —dice Gale—. Fue una de tus condiciones para ser el Sinsajo. “Yo mataré a Snow”.

Eso parecen dos cosas desconectadas. Negociar con Coin por el privilegio de matar a Snow después de la guerra y este vuelo no autorizado por el Capitolio.

—Pero no de esta forma —le digo—. Ha sido un completo desastre.

—Creo que sería considerada una misión muy exitosa —dice Gale—. Nos hemos infiltrado en el campamento enemigo, demostrando que las defensas del Capitolio pueden ser superadas. Hemos logrado obtener imágenes de nosotros mismos en todas las noticias del Capitolio. Hemos llevado a toda la ciudad al caos intentando encontrarnos.

—Confía en mí, Plutarch estará emocionado —añade Cressida.

—Eso es porque a Plutarch no le importa quién muera —le digo—. No, siempre que sus Juegos sean un éxito.

Cressida y Gale dan vueltas y vueltas tratando de convencerme. Pollux asiente con la cabeza respaldando sus palabras. Sólo Peeta no ofrece una opinión.

—¿Qué piensas, Peeta? — le pregunto finalmente.

—Creo que... todavía no tienes ni idea. Del efecto que puedes tener. —Él desliza sus puños hasta el apoyo y se empuja a sí mismo a una posición sentada—. Ninguna de las personas que hemos perdido era idiota. Ellos sabían lo que estaban haciendo. Te siguieron porque realmente creían que podrías matar a Snow.

No sé por qué su voz me llega cuando la de nadie más puede. Pero si tiene razón, y creo que así es, les debo a los demás una deuda que sólo puede ser pagada de una manera. Saco mi mapa de papel del bolsillo de mi uniforme y lo extiendo en el suelo con una nueva determinación.

[...]

—Apuesto a que saldría por mí —le digo—. Si yo fuera capturada. Él querría que fuera tan público como fuera posible. Querría ejecutarme en sus escalones de la entrada. —Les dejo que se den cuenta de esto—. Entonces Gale podría dispararle desde la audiencia.

—No. —Peeta sacude la cabeza—. Hay demasiados finales alternativos a ese plan. Snow podría decidir torturarte para obtener información. O ejecutarte públicamente sin estar presente. O matarte dentro de la mansión y mostrar tu cuerpo al frente.

[...]

Cambiamos vendas, las esposas de Peeta vuelven a su soporte, y nos disponemos a dormir. Unas horas más tarde, me deslizo hacia la conciencia y soy testigo de una tranquila conversación. Peeta y Gale. No puedo dejar de espiar.

—Gracias por el agua —dice Peeta.

—No hay problema —responde Gale—. Me despierto diez veces en la noche de todos modos.

—¿Para asegurarte de que Katniss está todavía aquí? —pregunta Peeta.

—Algo así —admite Gale.

Hay una larga pausa antes de que Peeta hable de nuevo.

—Eso fue divertido, lo que dijo Tigris. Acerca de que nadie sepa qué hacer con ella.

—Bueno, nosotros nunca lo hacemos—dice Gale.

Ambos ríen. Es tan extraño escucharlos hablar así. Casi como amigos. Cuándo no lo son. Nunca lo han sido. Aunque no son exactamente enemigos.

—Ella te ama, lo sabes —dice Peeta—. Es tan buena que me lo dijo después de llorar por ti.

—No lo creas —responde Gale—. La forma en que te besó en el Vasallaje... bueno, nunca me dio un beso así.

—Fue sólo parte del espectáculo —le dice Peeta, aunque hay un borde de duda en su voz.

—No, tú te la ganaste. Renunciaste a todo por ella. Tal vez esa es la única manera de convencerla de que la amas. —Hay una larga pausa—. Debería haberme ofrecido como voluntario para tomar tu lugar en los primeros Juegos. Para protegerla luego.

—No podrías —dice Peeta—. Ella nunca te hubiera perdonado. Tenías que cuidar de su familia. Importan más para ella que su vida.

—Bueno, eso no será un problema por mucho más tiempo. Creo que es poco probable que los tres estemos vivos al final de la guerra. Y si lo estamos, creo que es problema de Katniss a quién elegir. —Gale bosteza—. Tenemos que dormir un poco.

—Sí. —Oigo las esposas de Peeta deslizarse por el apoyo mientras él se instala—. Me pregunto cómo hará para decidirse.

—Oh, eso lo sé. —Sólo puedo escuchar las últimas palabras de Gale través de la capa de piel—. Katniss escogerá a quien necesite para sobrevivir.

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