En llamas II

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📌 Capítulo 2

Lo único que yo pretendía era mantenernos vivos a Peeta y a mí. Cualquier acto de rebelión fue pura coincidencia, pero, cuando el Capitolio decreta que sólo puede vivir un tributo y tú tienes la audacia de desafiar esa norma, supongo que eso en sí mismo se considera una rebelión. Mi única defensa fue fingir que mi apasionado amor por Peeta me había vuelto loca, así que nos permitieron seguir vivos a los dos. Nos coronaron vencedores, nos llevaron a casa y saludamos a las cámaras hasta que nos dejaron en paz. Hasta ahora.

[...]

Mi madre pone la bandeja en el escritorio. Encima hay una tetera y tazas de porcelana, leche y azúcar, y un plato de galletas con una preciosa cobertura de flores en tonos claros. Un glaseado así sólo puede haberlo hecho Peeta.

[...]

Levanta una de las galletas con flores y la examina-. Encantadoras. ¿Las ha hecho tu madre?

-Peeta -respondo, y, por primera vez, soy incapaz de mirarlo a los ojos. Voy a por la taza de té, pero la dejo en la mesa cuando oigo que tintinea sobre el plato. Para disimular, elijo una galleta.

-Peeta. ¿Cómo está el amor de tu vida?

-Bien.

-¿En qué momento se dio cuenta de hasta qué punto te era indiferente? -pregunta, mojando la galleta en el té.

-No me es indiferente.

-Sin embargo, quizá no estés tan prendada del joven como intentas hacerle creer al resto del país.

-¿Y quién dice que no lo esté?

-Yo -responde el presidente-. Y no estaría aquí si fuese la única persona con dudas. ¿Cómo le va a tu guapo primo?

-No lo sé... No... -Me ahoga el asco que me produce esta conversación, tener que hablar con el presidente Snow de lo que siento por dos de las personas que más me importan en este mundo.

[...]

Así que entre las ceremonias, los acontecimientos y los periodistas que informaban sobre todos y cada uno de mis movimientos, de cómo presidía, agradecía y besaba a Peeta para el público, no tenía nada de intimidad. Al cabo de unas semanas las cosas se calmaron. Los equipos de televisión y los periodistas hicieron las maletas y volvieron a casa. Peeta y yo iniciamos la fría relación que hemos mantenido desde entonces.

[...]

En vez de actuar con la precaución extrema que exigía la situación, ¿qué he hecho? Desde el punto de vista del presidente, he pasado de Peeta, he dejado clara mi preferencia por la compañía de Gale delante de todo el distrito y, al hacerlo, he demostrado que, de hecho, estaba burlándome del Capitolio. Ahora he puesto en peligro a Gale y su familia, y también a Peeta y mi familia, todo por mi descuido.

-Por favor, no le haga daño a Gale -susurro-. Sólo es un amigo. Es mi amigo desde hace años. Es lo único que hay entre nosotros. Además, ahora todos creen que somos primos.

-Sólo me interesa cómo afecta eso a tu dinámica con Peeta, que, a su vez, afecta al estado de los distritos.

-Será lo mismo durante la gira: estaré tan enamorada de él como antes.

-Como siempre -me corrige el presidente Snow.

-Como siempre -confirmo.

-El problema es que tendrás que hacerlo aún mejor si queremos evitar los levantamientos. Esta gira será tu única oportunidad para darle la vuelta a la situación.

-Lo sé. Lo haré. Convenceré a todo el mundo de que no estaba desafiando al Capitolio, de que estaba loca de amor.

El presidente Snow se levanta y se limpia los hinchados labios con una servilleta.

-Apunta más alto, por si te quedas corta.

-¿A qué se refiere? ¿Cómo voy a apuntar más alto?

-Convénceme a mí -responde. Suelta la servilleta y recupera su libro. No me vuelvo para verlo acercarse a la puerta, así que doy un respingo cuando noto que me susurra al oído-. Por cierto, sé lo del beso. -Después oigo cómo se cierra la puerta.

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